Crítica: Don Diego de Granada en el Festival Música Sur
Don Diego vuelve a Granada
Festival Música Sur. Don Diego de Granada. Ópera con libreto de Antonio Carvajal y música de Héctor Eliel Márquez. Intérpretes: Víctor Cruz, Verónica Plata, Luis Arance y Carmina Sánchez. Trío Arbós (Juan Carlos Garvayo, piano; Ferdinando Trematore, violín; José Miguel Gómez, violonchelo), Juan Carlos Chornet, flauta. Néstor Pamblanco, percusión. Dirección de escena: Rafa Simón. Teatro Calderón de la Barca, Motril, 1 de octubre de 2022.
Cuando hay entusiasmo, entrega y conocimiento, las adversidades y los obstáculos económicos se solventan a pesar de los pesares. En una complicada edición, la décima, de este festival, Juan Carlos Garvayo, su creador y director, ha conseguido superar las expectativas y subir aún más el nivel artístico, abordando incluso la producción propia del estreno de una ópera de resonancias granadinas que fue recibida con entusiasmo por un público que abarrotó el Teatro Calderón de la Barca.
Don Diego de Granada es un viejo proyecto nacido hace casi veinte años a partir de un texto del poeta granadino Antonio Carvajal (Premio Nacional de Poesía), que recrea en clave poético-política la figura de Diego Hurtado de Mendoza (1503-1575), humanista, poeta, historiador y embajador al servicio de Carlos V y cuya impresionante biblioteca personal acabó formando parte de los fondos de la biblioteca de El Escorial en pago de ciertas deudas que el ingrato de Felipe II le exigió al final de sus días. El libreto, en un estilo que funde fragmentos del propio Hurtado con la poesía de Carvajal de manera que resulta difícil donde empieza la una y le sigue la otra, es de una musicalidad (como toda la obra poética de Carvajal) extrema, lo que ha supuesto un perfecto punto de partida para que Héctor Eliel Márquez componga una música de gran atractivo, que presenta guiños al Barroco (las variaciones sobre La folía de la obertura, imitación de Monteverdi) y a la tradición hispánica (Campanilleros, ritmos aflamencados, la caña bolera de Pauline Viardot). Y todo, viniendo de un director de coros como es el compositor, con una escritura muy medida y muy cuidada para las voces.
El personaje de don Diego estuvo encarnado por Víctor Cruz, un bajo-barítono de voz contundente, redonda, rica en armónicos y en colores merced a un espléndido control de la emisión y a un soberbio gusto en el fraseo, rico en acentos y en regulaciones. Tuvo su momento más brillante en el soneto (del propio Hurtado de Mendoza) “Quien de tantos burdeles ha escapado/y tantas puterías ha corrido”. Como una de sus criadas, Verónica Plata cantó con desparpajo su parte, especialmente la aflamencada escena quinta de la primera jornada, con voz brillante en la franja central pero algo apagada en la superior. Pasó apuros a partir de la zona de paso de la voz el tenor Luis Arance, de voz temblorosa y timbre apagado. La otra criada, Carmina Sánchez, ofreció un canto desafinado, emisión desimpostada y agudos gritados.
El grupo instrumental estuvo espléndido, con ese innato sentido del ritmo que tiene el Trío Arbós y las brillantes prestaciones de Chornet a la flauta y las sutiles percusiones de Pamblanco. No por sencilla dejó de resultar eficaz y teatral la puesta en escena de Rafa Simón, secundada por una muy detallada iluminación de Juan Felipe Tomatierra y el vestuario de época de José A. Riazzo. Andrés Moreno Mengíbar
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