Crítica: Reestreno de Luis Misón y la Filarmónica de Málaga en el Festival de Música Española de Cádiz
Festival de Música Española de Cádiz
Rafael Ruibérriz de Torres,flauta; Mercedes Ruiz, violonchelo; Santiago Sampedro, clave. Casa de Iberoamérica, 12 de noviembre. Obras de L. Misón, C. Ph. E. Bach y J. Ch. F. Bach.
El reciente hallazgo en el Casa Palacio de la Marquesa de Lebrija de Sevilla de cinco sonatas para flauta y bajo continuo de Luis Misón ha supuesto toda una sensación. Numerosos testimonios nos han transmitido la maestría de Misón (1727-1766) a la flauta, que le llevó a conseguir una plaza extraordinaria en la Real Capilla. Pero muy poca música para ese instrumento nos había llegado hasta el momento, de manera que sólo conociamos su faceta como compositor de tonadillas escénicas. Estas nuevas partituras nos hablan de un compositor plenamente equiparable con su contexto europeo, inspirado y original, con una inventiva muy sugerente capaz de romper los moldes más transitados y de buscar nuevas formas expresivas.
Con una flauta inglesa de mitad del siglo XVIII, de seis llaves y dotada de una copa para ofrecer esos Do sostenidos y Do naturales graves tan poco usuales en la época y demandados varias veces en estas sonatas, Rafael Ruibérriz ofreció la primicia mundial. Sobresale en este flautista sevillano la dulzura de su sonido, la redondez del mismo y la limpieza de los ataques. No hay estridencias ni desfallecimientos, mientras que su capacidad de sostener el sonido incluso en las frases más largas es sobresaliente. Su agilidad y virtuosismo fue puesta a prueba numerosas veces en estas obras escritas con las máximas exigencias técnicas, a las que el intérprete supo añadir con criterio y buen gusto notas ornamentales, como en esas delicadas cadencias de la sonata nº 3, una auténtica obra maestra. Ruibérriz ofreció todo un muestrario de recursos expresivos en materia de acentuación, con fraseo inégal que buscaba incidir sobre determinadas notas que tienen más peso que las demás en el seno de una frase. En materia de articulación desplegó toda una galería de matices desde el staccato más marcado de esas largas tiradas modulantes tan características de Misón, hasta un sutil legato en los movimientos lentos, como los de las sonatas Segunda y Tercera. Todo ello completado con flexibilidad en materia de dinámicas y de agógicas que daban sentido al peculiar estilo cambiante y sorprendente de este extraordinario corpus de sonatas que desde este momento se constituyen como las más importantes de todo el XVIII español.
Gozó el flautista de un continuo de auténtico lujo, con un Sampedro al clave de imaginación desbordante y de una sutileza muy poética en los pasajes en los que activó el registro de laúd para acompañar con poética delicadeza a la fluata en los movimientos lentos de algunas sonatas. Por su parte, Mercedes Ruiz prestó ese sonido rico en armónicos, redondo y poderoso de su violonchelo, con impresionante capacidad para regular sonidos y colores. En la Sonata para violonchelo y continuo de Johann Christoph Friedrich Bach tuvo ocasión de poner sobre el tapete todas esas virtudes, a las que añadió la contundencia y riqueza de su registro grave y su precisión y variedad en materia de articulación y agilidad.
Orquesta Filarmónica de Málaga. Solistas de la SIAA Foundation. José María Moreno, director. Gran Teatro Falla, 12 de noviembre de 2022.
La Fundación Sic Itur Ad Astra (SIAA), con sede en Liechtenstein, tiene como propósito el apoyo y promoción de jóvenes valores del canto. Para esta ocasión y asociada con la Filarmónica de Málaga, trajo a Cádiz a siete cantantes de muy desiguales prestaciones. No se entiende cómo ha podido ser seleccionada por esta fundación Cassandra Wyss, que infringe de la A a la Z todas las normas del canto: voz de timbre desagradable, bamboleante, desafinada hasta la saciedad y que canta en un idioma irreconocible sea cual sea la pieza que destroce, italiana, francesa o española (una Rosa y el sauce para llorar). Sólo un punto por encima estuvo el tenor Sasha Emanuel Kramer, de voz estrangulada e inestable, siempre al borde de la ruptura. La soprano Inma Hidalgo iba ya subiendo el listón con sus tonos oscuros y su emisión más firme, aunque en materia de interpretación le falta mayor expresividad. Carlo Raffaelli, tenor, tiene buenos mimbres, sonido firme y buenas hechuras interpretativas, como lo mostró en la bravura con la que cantó la jota de El trust de los tenorios. La soprano ligera Brigitta Simón llenó la sala con sus brillantes sobreagudos, si bien en la romanza de Paloma de El barberillo de Lavapiés se excedió añadiendo adornos y una cadencia final poco adecuada. Dejamos para el final a los mejores, los auténticos ganadores de la gala. El barítono Juan Carlos Heredia reúne poderío sonoro y flexibilidad en el fraseo, como lo demostró en el Largo al factotum (estupendo canto sillabato) y, sobre todo, en Amor, vida de mi vida, cantado con pasión y brillo en la franja superior. Finalmente, la mezzo Egle Sidlauskaité, tanto en el fragmento de Werther como en el de Los claveles, dio una lección a casi todos sus compañeros de cómo controlar la voz, de emitirla y proyectarla de forma canónica y de saber acentuar para conseguir la máxima expresividad emocional sin forzar el sonido ni exagerar. Tiene, además, una voz bellísima, sombreada y muy igual en toda la gama y la sabe mover con elegancia.
La Filarmónica de Málaga simplemente cumplió con el compromiso, con unos violines muy desiguales todo el concierto y entradas en falso. Andrés Moreno Mengíbar
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