Crítica: Juanjo Mena dirige obras de Bartók y Lutoslawski con la Orquesta de RTVE
Nuevos folclores
Obras de Bartók y Lutoslawski. Miguel Borrego (violín). Orquesta Sinfónica RTVE. Director musical: Juanjo Mena. Teatro Monumental, 26 de enero
Poco más de una década separa las dos obras del programa de esta semana de la Orquesta Sinfónica RTVE. Peró qué década. La angustia, la nostalgia, la ruptura y el dolor atraviesan de muchas formas las piezas de estos años, no siempre de forma torturada sino en ocasiones con fogonazos instrumentales, con remembranzas del folklore o con el hallazgo de nuevos discursos estilísticos. El Concierto para violín núm. 2 Sz.36 de Béla Bartók forma parte de ese manojo de obras que ya muestra la madurez del compositor y demuestran la perspectiva que iba a necesitar para crear sus futuras partituras del exilio americano. El concierto, escrito en 1939, acusa la barbarie de la Gran Guerra y la premonición de la que se va dibujando en el horizonte, pero la manera de representarla es con el uso, cargado de melancolía, de ritmos y melodías intelectualizadas de carácter zíngaro.
La Orquesta Sinfónica RTVE tiene la buena costumbre de dar espacio cada temporada a su concertino como solista en algún programa. Y es de agradecer, porque Miguel Borrego es uno de los violinistas más destacados de su generación, técnicamente sobresaliente, con una emisión muy cuidada y una enorme curiosidad por los nuevos repertorios. Su lectura del concierto de Bartók se benefició de su gran volumen y una búsqueda muy lúcida de la direccionalidad de cada motivo, como demostró en el Andante tranquilo. Juanjo Mena por su parte supo acompañar a pinceladas, dando forma a la atmósfera y al armazón tímbrico con un énfasis muy evidente en la afinación. Como propina, uno de los dúos más bellos de su colección de 44 de Bartók, el nº 21, Újévköszöntő, secundado por su compañera Mariana Todorova.
Para la segunda parte quedaba el Concierto para orquesta de Witold Lutoslawski, que empezó a componer en 1950 y que, a diferencia de la partitura de Bartók, forma parte de un periodo de depuración sonora. Todas las combinaciones instrumentales osadas, traídas de sus días de estudioso de la música de la región Kurpie, fueron sistemáticamente subrayadas por parte de Mena en un intento de que este folclore imaginado cogiera el vuelo necesario. Destacó en la “Intrada” la sección de contrabajos, que marcó el pulso necesario para esos motivos cargados de sentir melódico polaco. Para el “Capriccio notturno ed Airoso” Juanjo Mena prefirió trabajar el balance en los metales para preparar la Passacaglia. Aunque la partitura parece marcar un final solemne, el director vasco restó un punto de opulencia para entregar unos compases finales más cercanos y terrenales, como si quisiera convertir la obra en un testigo de los años perdidos de la guerra, que mira atrás mientras camina hacia delante. La Orquesta de RTVE empujó en la misma dirección para cerrar una noche de sonoridades cercanas en plena época de revisión y de sonrojo moral. Mario Muñoz Carrasco
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