Crítica: Attila en la Semperoper de Dresde
Attila no entusiasma en Dresde
ATTILA (G. VERDI). Semperoper de Dresde. 7 de febrero 2023. Versión de concierto
Entre las representaciones del Anillo del Nibelungo, Dresde ha programado esta ópera de Giuseppe Verdi en versión de concierto, con un reparto vocal un tanto modesto.
Attila es una de las óperas de los llamados años de galeras, y es la segunda colaboración de Giuseppe Verdi con el teatro de la Fenice, donde se estrenó en marzo de 1846. Desde mi punto de vista se trata de lo que yo llamo una ópera patriótica, como otras de la primera época del compositor. El genio de Busseto fue un compositor inmenso, además de ser un hombre muy listo, de manera que utilizó esta ópera para rendir homenaje a Venecia, cuya fundación se intuye en el propio texto, además de dar al público una oportunidad única de identificarse con los personajes, especialmente en ese famoso dúo de Attila y Ezio, en el que éste ofrece al caudillo de los hunos el universo entero, quedando Italia para él. Italia, evidentemente, no existía en 1846, y el público no pudo reaccionar de manera más explícita, apoyando a Ezio frente al Imperio del Norte.
Estas óperas de los años de galeras están muy alejadas del Verdi maduro, estando centrada su composición en números cerrados. La influencia del libreto es enorme y hace falta un director musical de mucha importancia y unos cantantes muy notables para que la ópera no caiga en el aburrimiento. Esto es especialmente importante en Attila, donde se dan claras diferencias de calidad musical entre la primera y la segunda parte de la ópera, lo que ocurre todavía en mayor medida con el libreto de Temistocle Solera, que resulta de muy escaso interés dramático en los dos últimos actos.
La dirección musical estuvo encomendada al alicantino Jordi Bernácer, cuya lectura me pareció correcta, aunque no extraordinaria. A mi parecer hubo dos partes distintas en su dirección: una primera parte en que su lectura me pareció bastante plana, mejorando en fuerza y transmisión en los dos últimos actos de la ópera. La verdad es que no es fácil brillar dirigiendo esta ópera. A sus órdenes estuvo la brillante Staatskapelle Dresden, así como el Staatsopernchor Dresden, que no alcanza la brillantez de la orquesta.
Como digo más arriba, el reparto vocal en los 4 principales personajes de la ópera no ofrecía muchos atractivos de antemano y el resultado ha estado en línea con lo que podía esperarse de antemano.
Attila fue interpretado por el bajo alemán Georg Zeppenfeld, que fue lo más adecuado vocalmente del cuarteto, ofreciendo una buena interpretación del caudillo de los hunos, con una voz de calidad y bien manejada. No consiguió que me olvidara de otras interpretaciones de colegas suyos anteriores, especialmente de aquel gran Samuel Ramey, Attila siempre inolvidable para quien esto escribe.
Odabella era la mezzo soprano rusa Anna Smirnova, a quien ya pudimos ver en este mismo personaje en Bilbao hace 9 años. Ofrece un volumen vocal impresionante, pero ahí se acaban sus cualidades positivas, ya que la voz resulta bastante metálica, estando apretada por arriba, ya que no es soprano, y un tanto hueca en las notas bajas. No es tampoco lo que Verdi pedía para este personaje, es decir una soprano dramática de agilidad, ya que las agilidades no existen en su canto.
Ezio fue interpretado por el barítono polaco Andrzej Dobber, que lo hizo de modo aceptable y sin mucha brillantez. No me gustó el hecho de que, salvo en el dúo con Attila en el primer acto, estuvo siempre con la cabeza metida en la partitura, lo que quita una gran naturalidad a su canto.
Foresto era el tenor alemán Tomislav Muzek, que cantó con corrección y con una voz un tanto impersonal, sin mayor importancia.
En los personajes secundarios Uldino, el servidor de Attila, fue el tenor Timothy Oliver, que lo hizo bien. Finalmente, el bajo Tilmann Rönnebeck fue el Papa León, cantando desde un palco lateral, cumpliendo con su cometido.
El concierto comenzó puntualmente y tuvo una duración total de 2 horas y 8 minutos, incluyendo un intermedio. Duración musical fue de 1 hora y 40 minutos. Siete minutos de aplausos, sin mucho entusiasmo, siendo los más intensos para Zeppenfeld.
La Semperoper ofrecía una ocupación de alrededor del 60 % de su aforo. El precio de la butaca de platea oscilaba entre 62 y 85 euros. José M. Irurzun
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