Crítica: La Euskadiko Orkestra interpreta obras de Lazcano y Mahler
Un viaje hacia la luz
Fecha: 20-II-2023. Lugar: Auditorio Kursaal. Programa: Mare Marginis (pleine lune) de Ramón Lazcano, y Sinfonía nº 5 de Gustav Mahler. Orquesta: Euskadiko Orkestra. Pianista: Alexandre Tharaud. Director musical: Robert Treviño. Auditorio Kursaal
En verdad resulta harto complejo hacer una valoración de una obra musical construida sobre sonidos inconexos (a veces ruidos, que también son sonidos), alteraciones rítmicas sin antecedentes ni consecuentes, descabalgaduras tonales alejadas de toda lógica melódica y con expresividades inadaptadas a la realidad. Ramón Lazcano presentó su obra, Mare Marginis (pleine lune), que no constituyó estreno absoluto (como se escribe en el programa de mano) ya que tal acontecer ocurrió el pasado día 11 de este mes. Toma este trabajo (imposible determinar el modo imperante en el mismo) el nombre de una mar lunar que se encuentra en la vertiente Este de la cara visible de nuestro satélite. En 21 minutos de duración no hubo ninguna exposición de líneas homogéneas sonoras, salvo dos escalas desde el agudo al grave que precisó el pianista Tharaud, quien tuvo intervenciones sin contexto alguno percutiendo -en cuatro ocasiones- el teclado en fortísimo, con incisiones cortas y tronantes. La inconexión de la obra hizo que Treviño estuviera permanentemente atento a la partitura de dirección en la que no hubo sosiego de plenilunio.
Otra cosa, un pleno gozo, resultó la segunda parte del concierto, ya que tanto la orquesta institucional vasca, la Euskadiko Orkestra, como su director titular, Robert Treviño, se concitaron para ofrecer una 5ª Sinfonía de Gustav Mahler de difícil olvido por cuanta belleza regalaron. Hoy en día esta batuta y su orgánico orquestal se encuentra en un muy importante estado de gracia y esa condición debería ser expuesta al resto del territorio del Reino de España. Pero vamos al grano.
Treviño está considerado como un gran conocedor de la obra de Mahler y como tal, sin apenas mirar la partitura y con una bella elegancia de su mano derecha, marcando matices y modulaciones, llevó a los músicos, durante los 70 minutos que dura la obra, por senderos de emotiva sonoridad, sacando de sus secciones las mejores cualidades que lucen las mujeres y hombres que integran esta orquesta. Treviño supo captar a la perfección todo el apasionamiento emocional que Mahler hace trascender de su composición y que está dentro de los cinco movimientos de esta sinfonía. En el primero, Trauermarsch (Marcha fúnebre) el maestro de Fort Worth aflora, mediante la exposición limpia de una lujosa sección de metal y una impactante de percusión todo el patético y doliente trauma interior del compositor vienés, precedida de una poderosa llamada de atención mediante las iniciáticas cuatro trompetas. Tras un levísimo parón, se apertura el segundo movimiento Stürmich bewegt! (Tormentoso, con la mayor vehemencia) ya que en realidad junto al primero casi puede conformar un todo por cuanto sentimiento de tristeza deja traslucir, lo que por Treviño es dibujado perfectamente llevando el pálpito del síntoma de enajenación a través de la cuerda grave que encuentra su remanso en la paz del muy equilibrado sonido tenue de los seis contrabajos.
Ese sosiego tiene un semblante de mayor alegría en el tercer movimiento, el Scherzo: Kraftig, nict zu schne (Fuerte, no demasiado rápido), donde la orquesta luce sus galas en todas las variaciones armónicas, creando una atmósfera de alegría, como fue el puntual momento en que la sección de cuerda acometió un bailarín pizzicato bajo la atenta precisión de la batuta rectora, la cual no tuvo empacho alguno en indicar, en el momento preciso, un cambio de modulación para ir a un fortissimi tutti, que luego nos impactó con el embeleso del aroma del corno. Captó, perfectamente, Treviño el sentimiento de Mahler que viene pautado en el afamado Adagietto (Adagio, muy lento), otorgándole a la sinfonía un reposo en el volumen tímbrico, y, como si la sonoridad flotara, la sección de cuerda y el arpa se deslizaron en la sutileza pura, a modo de declaración de amor que el compositor hizo a su esposa Alma, según diría el propio Gustav.
Puede que sea el quinto movimiento Rondo – Finale el que más problemática concita al no existir un trasunto de conexión efectista con los cuatro precedentes. Visto el resultado del mismo bien puede asegurarse -sin tener plena certeza de ello- que Treviño explicó perfectamente a sus músicos cuanta intencionalidad había debajo del pentagrama, ya que éstos supieron dar el exacto cumplimiento a las indicaciones que existen en la partitura, pues las aceleraciones en los tiempos estuvieron siempre muy aquilatadas hasta llegar a las explosión final. ¡Siempre será recordado este momento! ya que Treviño, a sus 40 años, ha dado, una vez más, prueba de su madurez en la concertación instrumental y en la elegancia expositiva. Fue un viaje hacia la luz. Manuel Cabrera
Últimos comentarios