Miguel Fleta, hombre y mito. Los imprescindibles
De vez en cuando TVE se acuerda de la música clásica y programa algunos programas interesantes. Uno de los últimos se efectuó bajo la serie “Los Imprescindibles” y estuvo dedicado a Miguel Fleta. Se trata de una producción de 2022, basada en el libro “El hombre y el mito”, de Sergio Castillo y Alejandro Martínez, con guion y montaje y dirección de Germán Roda y Nacho Blasco. Una suerte que este documental haya podido ver la luz y que alguno de sus fragmentos figure en Youtube.
Recorre la figura del tenor nacido en Albarate en 1897, un pueblo de Huesca, con una voz prodigiosa. Empezó cantando en una rondalla mientras ejercía el pastoreo y estudiaba solfeo con el cura de su pueblo. Formado como jotero pero sin mucha fortuna porque se presentó de vacío en un concurso en 1917, poseedor de una forma natural de cantar, alguien le dijo “Tienes la mejor voz pero no eres un jotero”. Se va a Barcelona para trabajar como mozo en el puerto y se presenta a una audición en el Conservatorio del Liceo. Le escucha la profesora Luisa Pierrick que solo tenía alumnas y le admite en su clase. Fue su pigmalión en todo. Estudio dos años. Se enamoraron, pero ella estaba casada. Vende sus joyas, se queda embarazada y se van a Italia en 1919, donde ella tenía contactos. Le escucha Zandonai y canta “Francesca Rimini” en Triete, luego Radamés y Cavaradossi en Viena, donde tiene que repetir tres veces “Celeste Aida”. Puccini, que va a escucharle tras aquel éxito le reprende “Yo no la he escrito así”. Zandonai estrena con él en Roma, en 1922, “Giulietta y Romeo”. Debuta en Madrid con “Carmen” y tras la romanza el alboroto es tan enorme que sale a hombros y el rey va a escucharle. Viaja a Buenos Aires y le detectan un nódulo en las cuerdas vocales.
Pedro Lavirgen y Javier Camarena cuentan en el documental lo que ello supone y también Ramón Gener y familiares hacen sus aportaciones. Tras descansar emprende una gira triunfal por sudamericana. Debuta en el Met con “Payasos” y “Rigoletto”. El clamor le obliga a veinte saludos…
Vuelve al pueblo siendo el tenor mejor pagado del mundo. Compra su casa natal y una finca, así como un palacete en Madrid. Canta “Rigoletto” en la Scala con Toscanini, fila espectacularmente “La Donna è mobile” y el maestro le reprende “Aquí el único divo soy yo”, ante lo que él responde “Si, pero el público me aplaude a mí”. Fleta acariciaba con su voz dulce. Como expresa González Mira, fue un intérprete heterodoxo, casi un iconoclasta, que llevó la técnica canora moderna a un punto sin retorno. Pocos tenores de primera se ha atrevido después a llevar las cosas tan lejos.
Empiezan entonces los desencuentros con su mujer que, embarazada, no podía viajar. Las mujeres le adoraban. También los divismos: el público impaciente le patalea en Murcia, en Granada deja plantado al auditorio, en Madrid se niega a cantar Doña Francisquita por una cláusula del contrato y envía un telegrama al Met cancelando alegando falsamente no hallarse en regla su situación militar. Pero su fama aún crece. Se retransmite por radio en tiempo real el aria de la flor de “Carmen” desde Liceo a todos los teatros de Barcelona. Pasa a la historia. Muere Puccini y deja indicada una voz melancólica para su “Turandot”. Toscanini le elige para el estreno en 1926. Es la cúspide y el inicio del declive. Protagoniza películas como “La malcasada”, “Miguelón, el último contrabandista” y muestra una generosidad sin par, derrocha el dinero y la voz. Al final de las representaciones hace colocar un piano al aire libre y canta para los que no habían podido entrar.
Se separa en 1926 y se casa con Carmen Mirat en Salamanca en 1927. Empieza a perder la voz en su tercera gira americana. Su carácter se amarga. Le operan un nódulo. Tras nueve meses vuelve a cantar. Aquel sonido puro y timbrado se imposta en susurro. Decide dedicarse más a la zarzuela y menos a la ópera en su declive vocal. Alfonso XIII apadrina a su segundo hijo, pero en la Segunda República canta en la calle el Himno de Riego. Llega el 14 de abril de 1931 y aparece en fotos con la bandera republicana. Es condenado a pagar 19.800$ más intereses por aquella cancelación de su contrato con el Met de 1928. Su tío y administrador se suicida ante el desastre económico por los malos negocios de su familia política. Ha de vender, con dolor, “Villa Fleta”. Llega 1936 y se inscribe en Falange. Vive en Salamanca y allí, en 1937, muere Unamuno. Millán Astray le convence para que lleve el ataúd. Aparece en todas las portadas. Saquen su casa en represalia y marcha a la Coruña. Estrena “Tristus” sin pena ni gloria y se dedica a conciertos sociales, para fallecer el 29 mayo 1938 en Coruña. Sus restos acaban en Zaragoza.
Fue un tenor con unos medios naturales prodigiosos, de gusto tan inigualable como exagerado. El mejor tenor del mundo en esos 8 o 9 años gloriosos. Cómo sucedería años después con Callas. Cuando uno escucha los discos de Corelli comprende lo que éste debió admirarle. Una carrera alocada, siempre tas la casualidad y una autenticidad innegociable. Todo un ejemplo de desmesura para lo bueno y lo malo. Pongan ahora su “Flor” o el “Adiós a la vida” -¡lástima del incomprensiblemente inexistente “Nessun dorma”- y comprenderán todo además de disfrutar. Gonzalo Alonso
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