Grace Bumbry, voz, canto, genio y figura
Natural de Missouri, se interesó de niña por la música cuando la llevaban a los conciertos de Marian Anderson. Su vida cambió para siempre después de esta experiencia y absorbió cada grabación de ópera que llegó a sus manos. Alentada por todos los que conocían su canto, a los dieciséis años ganó el primer premio en un concurso de radio local, que le otorgó la oportunidad de aparecer en el entonces famoso “Arthur Godfrey Talent Scout Show”, donde cantó “O Don Fatale” del “Don Carlo” de Verdi, una página que sería uno de sus caballos de batalla, por la intensidad dramática que la imprimía y por los profundos graves del inicio.
Bumbry conoció en la Universidad Northwestern a la dama que cambiaría su vida para siempre. Lotte Lehmann, mientras impartía una Master Class, la escuchó y la invitó a Santa Bárbara a estudiar en la “Academia de Música del Oeste” y posteriormente la prepararía para los papeles que luego habría de asumir.
A través de la influencia de Jacqueline Kennedy y la Embajada de Estados Unidos en París, se le concedió una audición en la Ópera de París, donde fue contratada de inmediato. Hizo su debut operístico como Amneris en “Aida”.
El extraordinario éxito de estas representaciones de la entonces joven de 23 años creó tal revuelo que inmediatamente fue invitada a una audición en Bayreuth para Wieland Wagner, que realizaba una nueva producción de “Tannhäuser”. Fue elegida para el papel de Venus. Cuando la prensa descubrió que la nueva Venus sería “eine Schwarze”, una cantante negra, inmediatamente comenzaron las protestas en varias publicaciones. Wieland Wagner se mantuvo firme en su decisión y afirmó que su abuelo querría la mejor voz para el papel. Su color no le importaba, y Bumbry subió al escenario e hizo historia al convertirse en la primera persona de color en ser elegida para un papel importante en el prestigioso Bayreuth Festspielhaus. En 1962, un año después, cantó un recital en la Casa Blanca bajo la administración Kennedy, y este evento marcó la primera vez que una cantante de ópera afroamericana se presentaba en la Casa Blanca.
Su apariencia física y su presencia en el escenario le valieron el nombre de “Diosa del sexo”. Cantó Amneris, Eboli, Azucena, Ulrica, Lady Macbeth, Carmen en “Carmen”, Dalila, Adalgisa, Selika, Herodiade y Didon, por citar algunos de sus roles.
Efectuó después la transición a mezzo-soprano, no sin escándalo, y como soprano dramática cantó Salome, Santuzza, Abigaille, Medea, La Vestale, Jenufa, Gioconda, Leonora en “Il Trovatore” y “La Forza del Destino”, Tosca, Turandot, etc. Dio otra actuación espectacular en el Covent Garden cuando cantó Norma y Adalgisa en la misma producción en un período de dos semanas. Se retiró en la temporada 2007-08 con una gira de despedida, pero siguió opinando sobre la situación de la ópera y, el verano pasado, declaró que le parecía muy normal que los artistas se pintasen de negro para asumir papeles de negros, lo que alimentó la polémica del “blackface”.
Análisis de la voz de Grace Bumbry por Arturo Reverter aquí.
Fue nombrada Embajadora de Buena Voluntad de la “UNESCO” , ganadora del primer “Lawrence Tibbett” del Sindicato Estadounidense de Artistas Musicales , el título francés “L’Officier des Arts et Lettres” , así como el “Commandeur des Arts et Lettres” y el “Premio Giuseppe Verdi” de Italia por sus actuaciones y contribución a la ópera italiana. Luego recibió el “Premio Bellini” por su “Norma” y el “Premio Puccini” por su “Tosca”. También 4 Doctorados Honoris Causa, así como el título de Kammersänger de Austria.
Tuve la suerte de verla y escucharla varias veces, pero tres de ellas se me han quedado grabadas. En el Teatro de la Zarzuela cantó un “Don Carlo” histórico con Caballé, Aragall, Sardinero y Christoff. Fueron representaciones sensacionales que es una pena no figuren en los archivos del teatro. La otra en el Liceo, cuando yo estudiaba en el IESE y acudía a la mayor parte de los ensayos, muchas veces acompañando al empresario del teatro Juan Antonio Pamias. Por eso pude vivir el genio de Bumbry. Era “La Gioconda” y el director de orquesta llevaba su parte del último acto -el “suicidio”- con una lentitud que exasperaba a la artista. Hizo gestos con brazos y manos para que acelerase pero, harta de que no la hiciese caso, le tiró uno de sus zapatos. La tercera fue en Verona. Grace Bumbry, tras un segundo acto arrollador de Corelli en “Carmen”, se negó a seguir cantando y se suspendió la representación con la excusa de que amenazaba lluvia. Genio y figura. Descanse en paz. Gonzalo Alonso
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