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Por Publicado el: 16/06/2023Categorías: En vivo

Crítica: Jaeden Izik-Dzurko en el ciclo La Generación ascendente de la Escuela Reina Sofía

Aplomo, juventud y destreza

Obras de Schubert, Medtner, Scriabin, Fábregas y Schumann. Jaeden Izik-Dzurko. La Generación Ascendente. Escuela Reina Sofía. Auditorio Nacional, Sala de cámara. Madrid, 14 de junio de 2023.

Jaeden-Izik-Dzurko

Jaeden Izik-Dzurko

En su serie La Generación ascendente, en la que se muestran al público los valores más destacados de la Escuela Reina Sofía, ha tenido cabida no precisamente un alumno del centro, sino, y con todo el mérito y justificación, el ganador del vigésimo Concurso Internacional de piano de Santander, que lleva el nombre de su fundadora, Paloma O’Shea, presidenta asimismo de la Escuela. De tal manera hemos podido corroborar la calidad del joven pianista canadiense, nacido en 1999. Ha demostrado con creces su preparación, sentido musical y técnica. También la razón de que haya sido premiado en tantos sitios, además de en Santander.

Dzurko posee una técnica de digitación sobresaliente, un sentido del ritmo ejemplar, una limpieza sorprendente y una sensibilidad especial para la exposición regulada, para el toque fino y la regulación de intensidades. Con el tiempo irá ganando en calor, en efusividad, en emotividad. Se muestra de momento como alejado; como si se estuviera contemplando a sí mismo tocar. Los años hacen milagros. Lo que no significa que ahora mismo no sea un instrumentista sorprendente, dotadísimo, refinado y perspicaz, cualidades que han fundamentado un recital tan largo como exigente, integrado por partituras de diferentes estilos y épocas a cuál más dificultosa.

Como la “Sonata romántica en Si bemol menor op. 53/1” de Medtner, dotada como todas las suyas de complejidades sin cuento, de un dramatismo generoso al tiempo que de un lirismo algo rebuscado pero frecuentemente interiorizado y, en ocasiones, exacerbado, con instantes de una sorprendente aridez. Dzurko acertó a dar todas las notas, lo que no es ninguna tontería. Se entregó a conciencia en el tempestuoso “Scherzo. Allegro. El esquinado “Finale, Allegro non troppo”, fue ligero, movedizo y, sin embargo, preciso.

El concierto había comenzado, para ir entrando en calor, con los “Momentos musicales1 y 2 de la “op. 94”, “D 780”, de Schubert, en los que no faltó gracia y donosura. El pianista supo resaltar con elegancia el aire danzable del segundo. Demostró ya que no tocaba a piñón fijo, sino que sabía aplicar en su momento el rubato adecuado. Hizo gala de él en las tres obras de Scriabin: dos “Mazurcas op. 40”, levemente chopinianas, y la “Sonata nº 4 en Fa sostenido mayor op. 30”, en dos movimientos. El segundo, un endiablado “Prestissimo volando”, fue expuesto con seguridad, arrebato y firmeza; sin pestañear.

La segunda parte se iniciaba con “Somnis Radiantes”, una obra de la catalana/estadounidense Elisenda Fábregas (1955), compositora de oficio probado, de paleta colorista, hábil, dentro de un lenguaje moderadamente rompedor, de ciertas resonancias impresionistas, con pasajeros destellos postrománticos, en la estela podríamos decir de un Granados “aggiornado”. Dzurko se esmeró y cerró en piano tras acometer con precisión y fulgor unos acordes en fortísimo. Era estreno en España.

Quedaba ya el terreno despejado para cerrar con la juvenil, irregular y ultrarromántica “Sonata nº 1 en Fa sostenido menor op. 11” de Schumann (la de Scriabin recordemos que era en Fa sostenido mayor). El pianista ya avisó, desde la monumental “Introducción”, magnífico pórtico de la composición, de que iba a por todas. Lo empezó a demostrar en el furibundo “Allegro vivace”. Toda la dificultad y complejidad de la página tuvo adecuada respuesta en las manos del severo y tieso pianista, que arriesgaba lo suyo casi sin mover un músculo. Descanso bien medido en el “Aria”, radiante en su simplicidad. Buena letra e impulso en el “Scherzo” y a toda presión en el modulante “Finale. Allegro un poco maestoso-Più allegro”.

Muchos aplausos de un público que llenaba el recinto. Pero no hubo propinas, algo raro dado el éxito. Claro que el pianista ya había tocado mucho y bien. Chocante que en el programa de mano no apareciera ni el más mínimo comentario en torno a las obras interpretadas. Arturo Reverter

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