Crítica: Primer y segundo reparto de ‘Il turco in Italia’ en el Teatro Real
Fotonovela a la turca
Rossini: “Il turco in Italia”. Reparto: Alex Esposito, Sara Blanch, Misha Kiria, Edgardo Rocha, Florian Sempey, Paola Gardina, Pablo García-López. Director de orquesta: Giacomo Sagripanti. Director de escena y figurinista: Laurent Pelly. Orquesta y Coro del Teatro.
No es de las más frecuentadas esta larga ópera rossiniana. En Madrid no se representaba desde 1990. Fue en el Teatro de la Zarzuela bajo la dirección de Alberto Zedda. En esta ocasión ha tomado el mando musical ya que no la batuta propiamente dicha, el joven Giacomo Sagripanti, un animado, restallante, brioso y decidido director, capaz de conjuntar y de apoyar a las voces con soltura y energía. A veces demasiada. Desde la fulgurante obertura (utilizada por Rossini también en “Sigismondo” y en “Otello”) supimos que la representación discurriría por buenos cauces. Con la colaboración de los muy aplicados Coro y Orquesta del coliseo.
Y así fue, aunque echáramos de menos de vez en cuando una mayor claridad de planos y una más apreciable calidad de timbres, bien que el estilo del maestro casar adecuadamente con el discurrir de esta típica comedia de enredo, movediza, rica en “travestimenti” y en equívocos varios. Una buena pieza para un director escénico con cosas que decir; como sin duda lo es el francés Laurent Pelly, de quien hay que recordar su estupenda “La fille du Régiment “de Donizetti. En esta coproducción con las Óperas de Lyon y de Tokio, que traslada -una solución fácil para cualquier regista y para cualquier ópera, como estamos cansados de ver- la acción a los años sesenta o setenta del siglo XX, lo organiza todo en torno al mundo de las fotonovelas románticas.
El telón, con la efigie de dos enamorados, que es una portada de revista italiana de la época, preside la acción en determinados momentos. Hay continuos movimientos, idas y venidas, proyecciones de diálogos, fotos, marcos que suben y bajan para recuadrar y resaltar personajes y acciones. Todo a la velocidad de la luz con el fin de otorgar dinamismo a la escena. Lo que se consigue… hasta cierto punto. No importa mucho la ubicación temporal ni el cambio de lugares, pues no se transgrede realmente nada de lo que sucede en el original. Aunque pueden chocar ciertas acciones por su falta de encaje.
El movimiento, muy ajustado, la dirección de actores y la acentuación corporal jugaron a favor de la anécdota y su discurrir, con escasos puntos muertos y una actuación muy estudiada de cada personaje. Aunque, la verdad, tanto movimiento acabe por fatigar. Pese a lo que podríamos considerar una buena prestación vocal, muy unida a la orquestal. Brilló por encima de todos la soprano lírico-ligera sara Blanch, una Fiorilla bien vista y actuada; y cantada. A la voz le falta un poco de sustancia en centro y graves, un punto de brillo si se quiere, pero en la octava superior espejea, vibra y se mueve con gran soltura y libertad, estupendamente emitida. Ningún problema en la coloratura ni en la zona aguda y sobreaguda. Muy justamente aplaudida.
Bien, con satinado timbre de mezzo lírica, Paola Gardina como Zaida. Alex Esposito, bajo-barítono de penumbroso timbre y vibrato algo excesivo, pero buen caricato y resuelto fraseador, hizo un Selim más que cumplidor, con algún que otro indeseado cambio de color en la zona alta. Muy bien actuado y dicho, con timbre un tanto desleído el bajo Misha Kiria, que dio, en la parte de Don Geronio, un curso de bien decir y mostró una notable capacidad para el silabeo a toda mecha en su aria del acto segundo. Timbrado, algo tremolante y oscuro, el barítono Florian Sempey en el papel de Poeta -que es el que va urdiendo la improbable trama- y flojito como Don Narciso el tenor Edgardo Rocha, blanquecino y limitado, aunque delineó con gusto su aria. Citemos por último al tenor ligero Pablo García-López en el breve cometido de Albazar: dispuesto, ágil vocal y físicamente. Arturo Reverter
Segundo reparto
Teatro Real de Madrid. 11 Junio 2023
Se trata de una de las representaciones del segundo de los repartos programados, que para mí ha funcionado por debajo del primero, especialmente en lo referente a la adecuación de las voces masculinas a sus personajes. Hubo también hasta un tercer reparto, aunque solo afectó a Fiorilla, que fue interpretada en dos funciones por Sabina Puértolas con buenas críticas. Nada hay que añadir a lo escrito anteriormente sobre la producción de Laurent Pelly. Nuevamente, al frente de la dirección musical estuvo Giacomo Sagripanti, cuya dirección me resultó menos convincente que el día anterior, faltando en más de un momento más ligereza en el sonido que salía del foso.
El nuevo Selim o Il Turco era el bajo rumano Adrian Sampetrean, que lo hizo bien tanto vocal como escénicamente. La voz es adecuada y funciona bien.
Fiorilla era la soprano catalana Sara Blanch, que fue la triunfadora de la representación. Su actuación fue francamente buena, con una voz atractiva, bien manejada y moviéndose con soltura en escena. No llega a la prestación de Lisettte Oropesa, pero queda a buena altura. Fue la más aplaudida tanto a escena abierta en su gran momento del segundo acto, como en los aplausos finales.
Don Geronio era el barítono Pietro Spagnoli, cuya actuación no me resultó convincente. No es el bajo bufo que requiere el personaje ni vocal ni escénicamente. No tiene la voz ni el temperamento adecuados. El poeta Prosdocimo era el barítono Mattia Olivieri, que nos ofreció una interpretación a mi juicio exagerada en escena, poco natural y tampoco su voz me parece adecuada para el personaje, resultándome demasiado clara. Por debajo de Florian Sempey. En otro repertorio puede funcionar mejor. Don Narciso era el tenor Anicio Zorzi Giustiniani, claramente por debajo de lo exigible en un teatro de primera línea. Es un tenorino sin interés, con voz sin atractivo, acentos nasales y volumen escaso. No me convenció Edgardo Rocha en el primer reparto, pero éste queda claramente por debajo.
La nueva Zaida era la mezzo soprano italiana Chiara Amarú, que cumplió con su cometido sin mayor brillantez. Me quedo con Paola Gardina en el primer reparto. Repetía como Albazar el tenor Pablo García-López.
La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración total de 3 horas y un minuto, incluyendo un intermedio. Duración musical de 2 horas y 32 minutos. Cinco minutos de aplausos, en los que los más intensos y prolongados fueron para Sara Blanch.
El Teatro Real ofrecía una ocupación de alrededor del 80 % de su aforo. El precio de la localidad más cara era de 289 euros, habiendo butacas de platea por 237 euros. La localidad más barata costaba 50 euros. José M. Irurzun
Últimos comentarios