Crítica: Beatriz Fernández dirige la Orquestra Filharmònica de la Universitat de València en el Festival Serenates
Divino tesoro en el Festival Serenates
FESTIVAL SERENATES 2023. Obras de Dvořák y Saint-Saëns. Orquestra Filharmònica de la Universitat de València. Directora: Beatriz Fernández Aucejo. Lugar: Centre Cultural La Nau. Entrada: Alrededor de 250 personas. Fecha: sábado, 24 junio 2023.
Con las noches de verano y como el anuncio del turrón, vuelve el Festival Serenates a su sede del Centre Cultural La Nau. Allí, a los pies y ante la mirada pétrea de la estatua de LLuís Vives, con la luna acomodada en el palco estrellado de la nit estival, actuó el sábado la Orquestra Filharmònica de la Universitat de València, dirigida por su titular, Beatriz Fernández Aucejo. Fue la inauguración feliz de un festival que se prolongará hasta el 2 de julio. El programa de esta jornada inicial, imaginativo y bien armado, recreaba “Una nit màgica” con brujas, duendes, danza macabra y hasta una bacanal. Dvořák y Saint-Saëns para una noche de buena música y divina juventud.
Daba gusto ver tocar a los radiantes músicos de la Filharmònica de la Universitat de València enfrascados en un programa atractivo y cargado de virtuosismo, exigencias y buena música. También producía orgullo y esperanza de futuro ver a sus colegas del patio de butacas aplaudir y bravear con entusiasmo solidario cada una de las cuatro obras de este programa oportuno y pertinente. Hubo silencio, respeto a la música y mucho mucho calor, superior incluso al de la tórrida noche estival. “Juventud, divino tesoro”, que escribió Rubén Darío.
En un entorno tan hermoso como musicalmente complicado -la acústica del claustro neoclásico del Centre Cultural La Nau no es precisamente la mejor del mundo-, los músicos universitarios y su maestra, la paiportina Beatriz Fernández Aucejo, ajustaron sonoridad, dinámicas y tempi para sortear las mil y una trampas acústicas que imponía el espacio. El resultado, notable. Versiones brillantes e imbuidas de la magia, espontaneidad y sensualidad que propiciaban noche, repertorio y entorno. En la Danza macabra de Saint-Saëns brilló el concertino de la OFUV en los comprometidos solos. Antes, en La bruja del mediodía, el narrativo poema sinfónico que compone Dvořák en 1896 inspirado por un poema de Karel Jaromír Erben, orquesta y podio lucieron medios y fantasía expresiva.
Otro poema sinfónico de Dvořák, hermano del anterior, El duende de las aguas, también compuesto en 1896 sobre textos de Erben, supuso puente sugestivo hacía el brillante final, con la mil veces escuchada Bacanal de la ópera Sansón y Dalila, de Saint-Saëns. Saltaron chispas y casi fuego en una lectura fogosa cargada de ímpetu juvenil, que Fernández Aucejo templó y administró con criterio y empatía. En noche de tanta fantasía y energía, hubo, ¡cómo no!, desajustes, problemas de balance y algún que otro despiste. Nada importante ante una acústica poco propicia atenuada en su adversidad por el arrasador empuje y descaro de la juventud. Como Siegfried en su tremendo encuentro con el Wanderer. Exitazo cargado de testosterona, talento y todo lo demás. Justo Romero.
Publicado en el diario Levante Digital el 25 de junio de 2023.
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