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Por Publicado el: 28/09/2023Categorías: En vivo

Crítica: Grilletta e Portugnacco inaugura la temporada de la Fundación Juan March

Elogio de la sonrisa

Grilletta e Portugnacco de Hasse. Reparto: Natalia Labourdette (soprano), David Menéndez (barítono), Aarón Martín (actor). Nereydas. Dirección musical: Javier Ulises Illán. Dirección de escena: Rita Cosentino. Auditorio de la Fundación March, 24 de septiembre

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Grilleta e Porsugnacco en la Fundación Juan March

La Fundación Juan March, en coproducción con el Teatro de la Zarzuela, arrancó una temporada nueva con Grilletta e Portugnacco, gran elección para un aniversario que celebrar: el décimo haciendo ópera de cámara. La March sabe sacar partido a este formato privilegiado, porque tras la supuesta intimidad que proporciona el perfil escénico menos impostado se consigue una variedad temática y brillantez compositiva de primera línea. En este caso Grilletta e Portugnacco ha resultado ser una obra inesperada, con una ambición musical llamativa para tratarse de un intermezzo. Lo que en teoría estaba pensado para representarse en las pausas y quitar hierro a toda la magnificencia y acartonamiento de la ópera seria, en la realidad podría comerse a no pocas obras en teoría mayores. Eso es así porque se trata de música Hasse, una de las joyas pendientes de espacio en los escenarios. Defendía Ulises Illán al acabar el espectáculo que si metes la mano en un manojo de partituras de Hasse y sacas una hoja al azar es imposible que salga una partitura por debajo del sobresaliente. Grilleta lo vuelve a confirmar.

El punto de partida es el mismo que el de la obra que arrastró a toda Europa a la ópera bufa (la Serva padrona de Pergolesi), solo que escrita diez años antes usando idéntica peripecia argumental: una criada codiciosa que quiere ascender socialmente a base de intimar con un adinerado noble. Los encantos de los intermezzi son muy inmediatos: líneas de canto pegadizas, ironía en la instrumentación y personajes estereotipados extraidos habitualmente de la Comedia dell’Arte. Y desparpajo, claro, toneladas de desparpajo. De todo eso hay en el intermezzo en tres actos de Hasse, con arias que miran hacia el lamento amoroso (“Io t’aspetto”), di furore (“Ti credevi aver trovata”) o que presentan un canto silabatto germinal que anteceden en varias décadas a Rossini (“Imparate a maritarvi”). La partitura ha sido enriquecida con una magnífica obertura (Demofoonte) y dos movimientos de sinfonías también de Hasse, músicas mejores aún que la propia obra lírica. De todo ello dieron buena cuenta el director musical, Ulises Illán y sus Nereydas, con una lectura llena de viveza y de sentido del contraste. La disposición de los siete músicos (divididos en los dos extremos del escenario) sumanba una dificultad extra a la concertación, que fue resuelta con aplomo y precisión de relojero en los patrones rítmicos.

La dirección de escena, elegante y precisa, corrió a cargo de Rita Cosentino que propuso más teatro que artificio y dejó un fondo fijo de casas sobre el que las puertas y las ventanas practicables introducían el espacio suficiente para los giros cómicos. Y sobre el escenario, dos cantantes y un actor. Natalia Labourdette, en el papel de Grilleta, mostró un timbre trabajado, colocación e inteligencia a la hora de caracterizar su voz en función de las situaciones. Perfecto David Menéndez, con presencia y toda la credibilidad que un personaje como el suyo (Portugnacco) puede tener. La voz acompañó cada pirueta sin asomo de fatiga. El actor Aarón Martín sirvió de desencadenante cómico de buena parte de la acción, con intervenciones milimétricas que en ningún caso chocaban con el libreto. Todo fluyó con naturalidad y cuidado en cada mínimo detalle, a la altura de la partitura. Ojalá el éxito anime a mayores empresas con la música de Hasse. Mario Muñoz Carrasco

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