Crítica: Tomás Grau y la orquesta Franz Schubert Filharmonia en el Auditorio Nacional
Un Dvořák modélico
Obras de Casals, Rodrigo y Dvořák . Franz Schubert Filharmonia. Guitarra: Miloš Karadaglić. Director: Tomás Grau. Auditorio Nacional, Madrid, 3 de octubre de 2023.
La Orquesta catalana, que centra su actividad en Barcelona, Tarragona y Lleida, se da de vez en cuando un garbeo por la península. En esta ocasión, además, salta a las Américas para actuar en Nueva York los días 10 (Carnegie Hall) y 12 de octubre Washington (Lisner Auditorium). Dejará buen sabor de boca, como el que nos ha dejado en este concierto madrileño. Hemos apreciado un evidente crecimiento, una sonoridad más equilibrada y pura, una conjunción casi impecable.
Para ello, claro, está teniendo mucho que ver su director de siempre, Tomás Grau (1979), un inteligente seguidor de las teorías fenomenológicas de Celibidache, que él aplica a su aire y con su personalidad, ya muy definida. Y no hay más que verlo moverse en el podio: brazos volanderos y sueltos, de amplio recorrido, gesto claro y elegante, nada oprimente, que deja al instrumentista muy a su aire y que va marcando acontecimientos sin constreñir abriendo el compás para que se toque con plena libertad. De tal manera la música va fluyendo muy naturalmente, sin crispaciones, directa y bien elaborada.
Aspectos que sin duda inciden en la construcción, en la forma de exponer, en el manejo de las dinámicas y en lograr de este modo un dibujo impecable, de rara perfección, con todo en su sitio, del Largo de la Sinfonía nº 9, del Nuevo Mundo, de Dvořák , en donde descubrimos cosas a veces no percibidas en otras interpretaciones. Todo manó con naturalidad y se percibieron detalles de gran finura. Gran momento el de la coda, dibujada de acuerdo con las indicaciones postreras –Meno mosso, ritardando, Molto adagio– con rara delicadeza. Recogimiento y finura lírica.
Previamente habíamos aplaudido el impetuoso comienzo del Allegro molto tras un Adagio de notable exquisitez. Impetuoso el Scherzo, en donde el balance no fue perfecto y apreciamos ciertas borrosidades. Aplausos para el diálogo del oboe y la cuerda en el Allegro con fuoco y hermoso canto de los arcos en la exposición de uno de los temas líricos. Sin perder comba y con sabio manejo del tempo llegamos a un final bien medido como remate de una coda en la que se pudo escuchar, por encima del tráfago, uno de los motivos principales del primer movimiento, que subsiste expresivamente en ese cierre con la famosa melodía definitoria por todo lo alto.
El concierto se abrió con una airosa recreación de Sant Martín de Canigó, una pieza en la que Pablo Casals supo recoger elementos de signo popular con saludable espíritu. Brillaron las maderas. Siguió el Concierto de Aranjuez de Rodrigo, composición que, como las otras dos integrantes de la sesión, fue escrita fuera del país del autor. Nos pareció que el orgánico, con la orquesta casi al completo incluyendo cinco contrabajos, era excesivo para la obra, que viene a ser un delicado encaje de bolillos sobre temas dieciochescos. De ahí que particularmente en el Allegro con spirito inicial nos diera la impresión de que no acababan de escucharse del todo limpios los diálogos tutti-solista.
Claro que este, el montenegrino Miloš , no posee una sonoridad precisamente sustanciosa. Delinea bien, con elegancia, aunque no es siempre infalible en la digitación y su sonido es algo pobretón, falto de carne y de sustancia. Todo funcionó mejor en el Adagio, con cosas muy apreciables del solista, ajustado rítmicamente en el Allegro Gentile, con un pespunteo no siempre preciso. Buen acompañamiento. Miloš regaló ante los aplausos Lágrimas de Tárrega en una limpia ejecución.
Al final muchos aplausos y una propina capicúa, salida de la mano del propio Casals: un arreglo de El cant dels ocells, en cuyo final se lució a base de bien el chelista Bruno Hurtado, de sonido aterciopelado. Uno de los muchos excelentes instrumentistas que componen la agrupación, en esta ocasión en torno a 60 o 65. En ella tocaron el viola, Miquel Jordá, y el chelo, Jesús Miralles, componentes del estupendo Cuarteto Gerhard. Arturo Reverter
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