Ramón Vargas: “Lo único que te libera de la frustración es la pasión”
El tenor mexicano rememora sus momentos más queridos, reflexiona sobre las exigencias de la profesión y adelanta futuros compromisos con los que podría “culminar su carrera”
El pasado 10 de septiembre, el tenor Ramón Vargas conmemoró sus 40 años de carrera con una velada que sintetizó tanto sus logros artísticos como sus inquietudes profesiones: acompañado por la orquesta y coro del teatro en el que ofreció su debut en 1983, Vargas desgranó arias de óperas de Mozart, Gluck, Rossini, Puccini y Verdi junto a la veterana soprano María Katzavara y miembros de la Academia Estudio de la Ópera de Bellas Artes, programa que él mismo fundó.
Con ocasión del aniversario, el tenor compartió una serie de reflexiones sobre su trayectoria profesional y los cambios tanto en la propuesta escénica como el consumo de ópera con el diario OperaWire.
En primer lugar, Vargas llama la atención sobre las condiciones de la juventud de cantantes que comienzan ahora sus carreras respecto al entorno en el que se desarrolló la suya: “Ahora, los jóvenes están mucho más informados y todo sucede más deprisa. Yo he estado acompañado de un profesor que me guió en la elección de repertorio y en el estudio de cada papel. Es algo que muchos cantantes no tienen en el comienzo de sus carreras; tienen agentes y están rodeados de demandas por parte de los teatros. Creo que esto es algo peligroso porque, al no tener mucha experiencia, sus voces no llegan a madurar sanamente. Deben ser pacientes y saber cuándo asumir retos. Veo que hay muchos que debutan en grandes casas de ópera encarnando papeles de gran envergadura. Si no lo hacen bien, no vuelven a cantar, y si es un éxito, se lo atribuye el director general del teatro”.
Por ello, el tenor reivindica el papel esencial de la red de teatros regionales. “Ahora estos solo quieren contratar a grandes estrellas y los cantantes más jóvenes no proyectan actuar aquí”, continúa, “pero ese es el sentido de los teatros más pequeños: debe haber espacios en los que las nuevas generaciones ganen experiencia. Este tejido está desapareciendo y es un gran problema”.
Cantar en escenarios emblemáticos era su sueño, pero nunca habría esperado que se cumpliese, comenta: “No pensaba en ello. Creo que esto es importante decirlo porque si estudias para hacerte famoso es mejor que cambies de carrera. Esta profesión es muy difícil y no hay garantías. Lo único que te libera de la frustración es la pasión, y eso es lo que hace que las cosas avancen, en mi opinión”.
Moverse entre la pasión y el reconocimiento de los límites son los polos entre los que oscilaron las últimas cuatro décadas y continuarán moldeando su agenda: “Conocerse a uno mismo y no intentar sobrepasarse es lo único que puede asegurar la buena condición del instrumento, que permita una carrera extensa. Por supuesto que también hay papeles que aunque no encajen en la vocalidad sí pueden adaptarse a la personalidad de uno. Así hice con el rol de Don José de Carmen, que he debutado recientemente. Aprendí mucho de este papel porque trabajé la intensidad dramática desde un nivel emocional, más acorde a mi tipo de voz. Mi Don José era más inseguro y vulnerable de lo que se suele representar, pero funcionó igual de bien”.
El acondicionamiento de la voz, continúa, responde a la naturaleza teatral de la profesión. La disposición del reparto se designa de acuerdo a cuestiones acústicas, personales de cada cantante. Con la irrupción del streaming, “los elencos se construyen para el vídeo”, lamenta, “No importa cómo suene en el teatro. El equilibrio vocal queda por debajo de la estética visual y esa no es la razón por la que cantamos ópera. Me parece bien como experimento, como excepción, pero no deberíamos hacerlo todo el tiempo o ser el objetivo de un montaje”.
Entre sus producciones más queridas, Vargas recuerda con agradecimiento los momentos vividos junto a Ruth Ann Swenson, “con quien canté en el Met durante muchos años”; la soprano Mariela Devia, “con quien coincidí en el inicio de mi carrera y junto a la que he actuado en numerosas ocasiones, las cuales me abrieron las puertas de Italia; y el maestro Riccardo Muti, de quien destaca “fue un honor formar parte de su equipo. Bajo su dirección canté en el concierto del centenario de la muerte de Verdi, hemos hecho Rigoletto, La Traviata, el Réquiem, Falstaff…”.
El cantante continuará su agenda como Pollione en la producción de Norma que tendrá lugar en Japón entre el 3 y el 11 de noviembre. “Después cantaré La Clemenza di Tito en Hamburgo y puede que Lohengrin, que sería la culminación de mi carrera. He sido un cantante muy activo pero ahora estoy bajando el ritmo. No necesito cantar tanto y empiezo a notar que necesito más tiempo para recuperarme”.
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