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Por Publicado el: 03/11/2023Categorías: En vivo

Crítica: Vladímir Jurowski y Jan Lisiecki con la Orquesta Sinfónica de la Radio de Berlín en el Palau de la Música de Valencia

¡Orgullo de Rusia!

Temporada de otoño del Palau de la Música. Orquesta Sinfónica de la Radio de Berlín. Vladímir Jurowski (director). Jan Lisiecki (piano). Programa: Obras de Suk, Prokófiev y Rajmáninov. Lugar: Palau de la Música (Sala Iturbi). Entrada: Alrededor de 1.400 espectadores. Fecha: martes, 31 octubre 2023

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Jurowski y Lisiecki (c) Foto Live Music Valencia

En los tiempos locos y de bombas que corren, Rusia y su gran cultura han quedado demonizados por estos lares occidentales. Hasta se ha excluido sutilmente la patria de Dostoyevski y Chaikovski de su condición de orgullo esencial de Europa. “Esta guerra que tenemos a las puertas de Europa”, machaconean Pedro Sánchez y tantos otros analfabetos en geografía e historia. ¡Como si Rusia y Ucrania estuvieran en Oceanía o el Cono Sur! Viene esta perorata a cuento del rusísimo programa dirigido el martes en el Palau de la Música por el moscovita Vladímir Jurowski (1972), centrado en el Segundo concierto para piano de Prokófiev y la Tercera sinfonía de Rajmáninov. Dos colosos de la cultura rusa, de la cultura europea, dirigidos por uno de los grandes maestros de hoy: en Rusia y en todo este delirante planeta tan estúpidamente empeñado en desglobalizarse. El director ruso, los profesores alemanes de la Sinfónica de la Radio de Berlín y el pianista canadiense de origen polaco Jan Lisiecki reivindicaron con la verdad de esta actuación la universalidad sin fronteras ni credos del arte.

Como plato fuerte del programa, incluso por encima de la poco interpretada sinfonía de Rajmáninov, el magistral concierto de Prokófiev, uno de los retos artísticos y técnicos más comprometidos y enrevesados que puede afrontar cualquier pianista. De hecho, son contados los que se atreven a afrontar sus morrocotudas dificultades técnicas. Lisiecki (Calgary, 1995) derrochó musicalidad, temperamento, escuela y talento en una versión electrizante que no por ello descuidó el poso lírico que entraña la música de Prokófiev. Animado por el acompañamiento rotundo y atento de Jurowski, ofreció una versión valiente, arriesgada y a pecho descubierto. Técnicamente, fue impecable, algo que en este concierto roza el milagro. Musicalmente, fraseó con intenso lirismo y enfatizó los acentos más corrosivos y poderosos de este concierto novedoso y futurista, que lleva los límites del piano a sus máximos extremos. Fue una versión fulgurante y transparente. Electrizante

Lisiecki su sumerge fascinado en el laberinto y lo revela en sus más íntimos recovecos. Pianismo poderoso, de fastuosas y al mismo tiempo delicadas dinámicas. Decidido y vanguardista. Incisivo y futurista. Equiparable al de los mejores colosos del piano soviético. El joven intérprete que deslumbró a todos con apenas quince años, cuando grabó músicas de Chopin y los conciertos de Beethoven, es hoy un pianista en plenitud capaz de todo: de dar vida al más cantable Chopin -como hizo en la propina- y de bordar una versión inolvidable del Segundo de Prokófiev que hay que enmarcar como referencia.

En solitario, Jurowski y los sinfónicos radiofónicos berlines ya habían dejado constancia de su alta condición con una fantástica lectura del Scherzo fantástico que el checo Josef Suk compone entre 1902 y 1903. No menos fantásticos e impecables se mostraron en una intensa, efusiva, vibrante y anchurosa lectura de la Tercera de Rajmáninov, obra de méritos no siempre reconocidos, siempre ensombrecida por el poder fascinador de su predecesora, la celebérrima Sinfonía en mi menor, opus 7.

Versión de altos y genuinos quilates, que dio vuelo y empaque a esta sinfonía corta de éxito: “A pesar de la “maravillosa interpretación, la acogida del público y de la crítica fue amarga”, se lamentó Rajmáninov tras el estreno, el 6 de noviembre de 1936, protagonizado por Leopold Stokowski y su inseparable Orquesta de Filadelfia. Nueve décadas después, el asunto no ha mejorado, a pesar de los muchos aplausos cosechados el martes en València. El abonado del Palau de la Música premió la obra, pero quizá y sobre todo la resplandeciente y fiel interpretación. Como propina a tanto aplauso, alemanes y ruso regalaron una orquestación del famoso y pianístico Preludio en do sostenido menor de Rajmáninov. Lástima que recurrieran a la impecable instrumentación de Henry Wood -el fundador de los Proms londinenses-, y no a la de Leopold Stokowski, que fue quien precisamente estrenó la Tercera sinfonía. ¡Se perdió el guiño! Justo Romero

Publicada el 2 de noviembre en el Diario Levante.

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