PLENO ACIERTO

Fecha: 17-XI-2023. Lugar: Teatro Victoria Eugenia. Programa: Trouble in Tahiti (Problema en Tahiti), ópera en un acto con libreto y música de Leonard Bernstein. Cantantes: Carmen Artaza (Dinad – soprano)), Josep-Ramón Olivè (Sam – tenor), Estibaliz Arroyo (Girl – soprano), Aitor Garitano (Boy I – tenor), Juan Laborería (Boy II – barítono), Erik González (Child – niño). Orquesta: Musikene Ópera. Director musical: Jesús Echeverria. Director de escena: Guillermo Amaya.  En el prólogo: Arantza Ezenarro (soprano), Paula Iragorri (mezzosoprano), Julia Blasco (soprano), Hodei Yáñez (barítono), Iñaki Salvador (piano y arreglos), Gonzalo Tejada (contrabajo), Miguel Parrondo (clarinete), Eneko Arbea (batería). Iñigo Gastesi (narrador). Producción: Donostia Musika.

Trouble in Tahiti

Sin afán pretencioso alguno bien puede reputarse este evento lírico como un acontecimiento de alto relieve que dejará un profundo recuerdo en la ciudadanía donostiarra amante de la ópera, gozante con el mismo en el Teatro Victoria Eugenia. Que la memoria recuerde -con fiel asistencia en la documentación consultada- nunca a la Bella Easo había llegado, hasta la fecha, producción lírica alguna salida fluyente desde la gran inteligencia creadora del norteamericano Leonard Bernstein (1918/1990), ante quien, en palabras de su biógrafo Paul R. Laird, nos encontramos con “una de las más extraordinarias carreras musicales de los últimos siglo”.

Esta ópera bernsteiniana tiene su estreno en la Universidad Brandeis de localidad de Waltham, Estado de Massachusetts, el 12 de junio de 1952, no sin especial éxito por lo que Don Leonardo hizo dos revisiones, siendo la última la triunfante en la Ópera de la Ciudad de Nueva York en el año 1958. Esta versión fue la que subió al escenario del señero teatro donostiarra. Habida cuenta que su duración está fluctuante entre los 40 y los 45 minutos -según el ritmo concebido desde el foso- el CEO de Donostia Musika, Carlos Benito, ha ideado un atractivo Prólogo basado en la presentación de la música norteamericana habida en el Broadway neoyorquino en la década de los 50 del pasado siglo XX, con fragmentos de Show Boat de Jerome Kern, Porgy and  Bess de George Gershwin, Treemonisha de Scott Joplin, y de Neverland, On the Town, Candide y West Side Story del propio Bernstein, mostrando, durante 32 minutos (aplausos incluidos), un bien construido compendio del music hall de aquella época. Todos los intérpretes de este generoso preludio merecieron los parabienes del respetable que mostró su pleno agrado por el producto.

En esta ópera ya se encuentran recogidos los cimientos de toda la gran formación musical que Bernstein había acumulado a sus 34 años. Sobre el pentagrama se remansa la esencia musical del divertimento que en esa época circulaba por el territorio del Tío Sam construido sobre raíces del jazz, del swing, del góspel o sobre el trepidante foxtrot, junto -todo ello- a una poderosa armonización con esencias del impresionismo musical francés del siglo XIX (Debussy, Ravel, Fauré) y dejando el dibujo de claros aromas manantes del ya postrero Puccini.

Es de agradecer la fidelidad que la producción -con licencia de la empresa londinense Boosey and Hawkes Music Publisher Ltd.- ha mantenido tanto al texto como a la partitura en la presentación de la ópera, incluidas las anotaciones indicadas por el propio Bernstein. Así el vestuario de Raquel Porter, la iluminación de Ion Aníbal y la escenografía diseñada por Guillermo Amaya quien a la vez llevó la dirección de escena (siempre efectista como concisa), permitieron recrear la existencia de una familia de la media alta burguesía de mitad de siglo pasado, en un barrio residencial limítrofe a la Gran Manzana. Ello ya de por sí merece un inequívoco sobresaliente. A esa valoración ha de ser añadido el trabajo canoro de la mezzosoprano donostiarra Carmen Artaza, impecable en facultades escénicas de expresividad dentro de su complejo personaje, recreándose en presenciar a Dinah dentro de una vocalidad siempre iluminada, como lo mostró en el virtuosismo onírico de su solo de la Escena III. El barítono barcelonés Josep-Ramón Olivé no dio el adecuado nivel en las prestaciones canoras que requiere el personaje de Sam, faltándole brillo en las escasas incursiones que Bernstein tiene para el registro agudo, presentando una correcta posición para el canto en el estilo estático del lied que no para el operístico.

Leonard Bernstein atribuye al trio vocal asistente al drama Dinah/Sam un cometido certero, propio de aquella bicolor televisión yanki de los pasados 50 en la que los anuncios se presentaban bajo el formato del canto y casi siempre coreografiado. En este sentido cumplieron con eficacia Arroyo, Garitano y Laborería, a quienes aún les quedan grandes trancos que recorrer en la pugna por la excelencia lírica, pues poco aún está hecho. Los 43 alumnos del Centro Superior de Música del País Vasco, Musikene, que conformaron la orquesta, dieron buena muestra de su aplicación en los estudios, aunque su efervescencia juvenil los llevara a la falta de moderación en los decibelios de sus instrumentos, pese a la constante indicación en tal sentido por parte de la batuta de Jesús Echeverría, quien mostró, ante tal escollo, una buena capacidad de concertar con la escena. El público salió altamente satisfecho con el acierto en la programación de esta muy interesante ópera esperando de Donostia Musika la continuidad de ese camino.  Manuel Cabrera