Critica: Bach y sus porqués
Bach y sus porqués
Critica de clásica / Auditorio Nacional
Obras de Schein, Michael, Nicolai, Kuhnau, Bach y otros. Miriam Feuersinger (soprano), Kristen Witmer (soprano), Thomas Hobbs (tenor), Stephan Macleod (bajo), Alex Potter (contratenor) y Bojan Čičić (concertino). Netherlands Bach Society. Dirección musical: Alex Potter. Ciclo Universo Barroco del CNDM. 22 de diciembre
El concierto extraordinario del Universo Barroco trazaba un interesante itinerario múltiple: en un extremo estaba la celebración puramente navideña con algunas piezas vinculadas con ella desde la perspectiva luterana; en el centro estaba la historia musical de una ciudad —Leipzig— durante cerca de un siglo, desde el kantor J. H. Schein hasta el propio J. S. Bach. Por último teníamos una especie de making of de Bach, un recordatorio de que ni los más grandes genios se desarrollan por generación espontánea. Dicho de otra forma, sobre el escenario desfilaron cien años de composiciones que explican de dónde le viene a Bach el gusto por las armonizaciones corales, el deje italianizante, la estructura de las suites o la querencia por algunas secuencias latinas. Ningún conjunto mejor que la Netherlands Bach Society (aún embarcados en su monumental All Of Bach) para explicar las bellezas de ese transcurrir litúrgico luterano.
A Schein, primer protagonista, le debemos mucho más de lo que su escaso reconocimiento actual le depara. En plena Guerra de los Treinta Años supo establecer un sano mestizaje con la música italiana y crear tanto un repertorio coral de empaque como una estructura en las piezas instrumentales vigente por más de un siglo. Arrancó el concierto con su Veni Redemptor gentium cantado desde las alturas de las galerías de la Sala Sinfónica, alternando el canto gregoriano puro con el coral armonizado del compositor alemán con un cuidado empaste. La réplica la hacía desde el escenario un consort de la NBS intercalando entre los movimientos vocales números instrumentales de la primera suite del Banchetto musicale de Schein. El sonido del conjunto está tratado como un único instrumento para evitar personalismos y mantener una idea de anonimato tímbrico que da protagonismo a la emoción antes que al florilegio arquitectónico. El arreglo en forma de chacona de Wie schön leucht uns der Morgenstern (“Qué hermoso brilla el lucero del alba”), salido de la pluma de Strungk fue lo mejor de la primera parte, con el fraseo siempre elegante de Bojan Čičić y el bello acompañamiento del clave usando el registro de laúd.
El centro de la segunda parte era el Magnificat de Bach en su primera versión (1723), que tiene insertos navideños, una tonalidad menos natural para las trompetas y una audacia vocal sorprendente. La obra arrancó con la precisión de los ataques de las trompetas y una ubicación de las diez voces perfectamente manejada durante toda la pieza para evitar solapamientos. Los números con instrumento obligado, como el oboe (“Quia respexit”), las flautas (“Esurientes”) o el chelo (“Virga Jesse”) abrieron un espacio más íntimo que se pierde un tanto en la versión más habitual del Magnificat posterior. En lo vocal, dentro de la excelencia general, destacó la naturalidad de emisión del bajo Stephan MacLeod y la voz limpia de vibrato de la soprano Miriam Feuersinger, tan necesaria en este repertorio. Ovaciones merecidas y propina navideña para un concierto feliz y reconfortante. Mario Muñoz Carrasco
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