Crítica: ‘Requiem’ de Verdi en el Auditorio Nacional
UN REQUIEM EXPRESIVO Y DESIGUAL
Verdi: Requiem. Alicia Hervás, Mónica Redondo, Joan Laínez, David Cervera. Coro de Castilla La Mancha (Fundación Amaópera), director: Javier Benito. Coro participativo, director: Esteban Urcelai. Orquesta Filarmónica de la Mancha, director: Francisco-Antonio Moya. Auditorio Nacional, Madrid. 20 de enero de 2024
De vez en cuando las orquestas de provincias se desplazan a Madrid para lucir sus galas y hacer acto de presencia más allá de sus predios. Lo hace de vez en cuando la Filarmónica de la Mancha, que dirige prácticamente desde su fundación en 2008 el manchego Francisco-Antonio Moya, muy dotado para lo lírico y muy rodado también en lo sinfónico. Viene realizando una gran labor y paseándose desde hace años por las localidades manchegas difundiendo un mensaje musical siempre directo y comunicativo.
En Madrid, orquesta y director, con sus coros colaboradores, nos han ofrecido una de las obras sinfónico-corales más célebres, piedra de toque dentro del gran repertorio. Moya es viejo conocedor de Verdi, aunque se enfrentaba con la obra por vez primera. Y lo ha hecho con entereza y buenas maneras, estableciendo desde el principio unos tempi adecuados y unos planteamientos estilísticos muy convincentes. Maneja una batuta ágil y clara, que planea en todas las direcciones con adecuado impulso. Brazos amplios y subdivisiones perceptibles. Frasea con elocuencia y sabe controlar las dinámicas.
Todo ello no fue suficiente para que la interpretación, bien contrastada, nos llegara en las mejores condiciones. Hay que aplaudir, desde luego, algunos momentos muy logrados, como el mismo comienzo de la obra, en la que se circuló desde el solicitado pianísimo hasta el fortísimo en un recorrido excelentemente pautado. El “Dies irae” fue atacado con la fuerza y justeza necesarias, de forma fustigante, con los 150 coristas a toda presión, y el “Liber scriptus” se delineó con finura y un buen trabajo de la mezzo. Buena línea expositiva en el “Lux aeterna”.
Como se ha dicho la batuta se movió de manera inteligente, pero no pudo controlar todo ni impedir ciertos desajustes y faltas de equilibrio. En primer lugar por la descompensación evidente entre un coro tan masivo respecto a una orquesta de no más de sesenta integrantes, con tan solo cuatro chelos y tres contrabajos, aunque sí con los cuatro fagotes prescritos por Verdi. Luego por la bisoñez de ciertas partes del Coro, no siempre ajustado, como se pudo apreciar, por ejemplo, en los fugatos del “Sanctus”. El empaste fue relativo por lo general, aunque hay alabar el calor y la entrega.
Anotemos asimismo la desigual prestación de los solistas, entre los que brilló especialmente la mezzo auténtica que es Mónica Redondo, de centro resonante y penumbroso, a falta de un poco más de metal, un agudo seguro y un grave de menor entidad, que tendrá que trabajar. Expresiva y calurosa. Alicia Hervás no pareció muy cómoda en su parte, que precisa un timbre de soprano de mayor envergadura que la suya, de lírico-ligera. Hizo bellas frases pero se mostró insegura y se comió el Do del “Liberame”. Joan Laínez es un tenor de carrera tardía, un lírico de emisión algo ruda. Hizo pocos pianos, aunque arriba va seguro y ligeramente destemplado. Pescó con ciertos apuros el Si bemol de “Ingemisco”. David Cervera es sin duda bajo, voz no tan abundante. El timbre es oscuro, de tintura más bien agreste, pero la emisión está bien redondeada. Brindó un estimable “Confutatis”.
En conjunto, con sus altibajos, irregularidades y carencias, la versión no estuvo falta de empaque y fue muy aplaudida por el escaso público que asistió al concierto. Curioso que un Requiem de Verdi no llene la sala. Tampoco hacía tanto frío.
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