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Por Publicado el: 01/02/2024Categorías: En vivo

Crítica: Christian Gerhaher en el Teatro de la Zarzuela

LOS MATICES DE UN VETERANO

Canciones de Fauré, Chaikovski, Haas y Berlioz. Piezas pianísticas de Chopin. Christian Gerhaher, barítono. Gerold Huber, piano. XXX Ciclo de Lied del CNDM. Teatro de la Zarzuela, 29 de enero de 2024.

Crítica: Christian Gerhaher en el Teatro de la Zarzuela

Christian Gerhaher y Gerold Huber en el Teatro de la Zarzuela © Rafa Martín

El barítono Christian Gerhaher es uno de los más asiduos visitantes, desde 2003, de estos magníficos ciclos liederísticos, en los que ha actuado 15 veces. Solo lo aventaja el también barítono Matthias Goerne, que ha venido 19 desde 1998. Sin duda uno y otro se sitúan en la no tan amplia falange de grandes liederistas. Claro que se les empiezan a ver las costuras; más al segundo que no cumple ya los 56. Gerhaher anda por los 53.

Son edades de madurez que permiten conservarse, con una buena administración de fuerzas y un repertorio adecuado, todavía muchos años. En ello está el barítono que acabamos de escuchar en un programa bien distinto de los que habitualmente nos ha venido ofreciendo, en los que lo normal eran los planteamientos basados en la liederística germana y aledaños. Hay que aplaudir por ello al cantante, que se ha mostrado todavía de buen ver (oír). La voz no ha perdido demasiados enteros y continúa siendo manejada con mucha inteligencia buscando persistentemente los más mínimos matices.

Sigue siendo, por supuesto, la de un barítono muy lírico, que roza lo tenoril en el registro alto, aún muy audible y relativamente fácil. Desde luego anda con cuidado y tiene bien medidas las distintas emisiones, que rara vez alcanzan el forte o el fortísimo. Se bandea muy bien en la zona media, mejor que en el grave, y mantiene su habilidad para lo íntimo, para la administración de reguladores y medias voces. Abusó en esta oportunidad del faslsete y el falsettone, sobre todo en el repertorio francés. Las siete “mélodies” de Fauré, que inauguraron la sesión, fueron bien expuestas dentro de esa línea conservadora y sutil, lo que a veces propició ciertos amaneramientos y nasalidades.

En la juvenil canción de este compositor, “Le papillon et la fleur”, ya advertimos los rasgos actuales del cantante. Francés aceptable, expresión concentrada, emisión a medio gas. En “À Clymene” perdió levemente el control de la emisión pero entonó estupendamente. La voz plena no la escuchamos hasta “Les Berceaux” en la palabra tenten. Supo comunicar toda la tristeza emanada de “Spleen” y mostrar excelente dicción en “Danseuse”, en donde, como en otros momentos, se lució en bien estudiadas curvas expresivas. Admiramos la hermosa voluta desplegada en el final de “Claire de lune”. La voz plena, en toda su (limitada) potencia no llegó hasta el final de “Notre amor”.

Crítica: Christian Gerhaher en el Teatro de la Zarzuela

Christian Gerhaher y su habitual pianista, Gerold Huber

Ocho canciones de Chaikovski cerraron la primera parte. El barítono mostró una muy aceptable pronunciación del ruso. Y un mayor apoyo para servir algunas frases de tinte dramático. En la titulada en castellano “Llévate mi corazón” construyó muy bellas frases y lanzó por fin a los cuatro vientos la voz. Muy viril pero con hermoso cierre en pianísmo nos pareció “Mi genio, mi ángel, mi amigo”. “Canción de cuna” evidenció de nuevo el arte para la matización superior y para los reguladores al cerrar con una hermosa “messa di voce”.

Tras el descanso escuchamos el raro ciclo de “Cuatro canciones sobre poesía china” del hoy bastante olvidado músico checo Pavel Haas, asesinado en Auschwitz y discípulo de Janácek. Piezas magníficas, estupendamente analizadas por Justo Romero en las notas al programa de mano. Predomina en ellas un sutil recitativo dramático. Gerhaher supo meterse en los dramas interiores que alumbran y reguló a conciencia.

Cerró el concierto otro ciclo, este más famoso: “Les Nuits d’étè” de Berlioz sobre poemas de Gautier. Gerhaher las delineó y expuso, entre falsete y falsete, con sumo gusto y casi delectación. Dibujó algunas frases primorosamente en “Villanesca”; resolvió con fortuna momentos nada fáciles en la famosa “Absence”, bien esculpida. Sacó la voz afuera en la última, “L’ile inconnue”, que cerró un ameno recital. El habitual pianista de Gerhaher, Gerold Huber, colaboró, como siempre, a satisfacción, flexible, musical, cordial. Sorteó con acierto las tres “Mazurcas” de Chopin situadas entre las canciones de Chaikovski, pero las pasó canutas para sacar a flote la “Balada nº 4” del polaco, encuadrada entre Haas y Berlioz.

Pese a los muchos aplausos, los artistas no dieron ni un solo bis. Algo muy raro. Aunque el concierto fuera bastante largo (100 minutos). Buenas traducciones de Carmen Torreblanca y José Armenta (francés) y de Amelia Serraller Calvo (ruso).

Arturo Reverter

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