Crítica: Primer reparto de ‘Adriana Lecouvreur’, en el Gran Teatre del Liceu
Adriana Lecouvreur, de Francesco Cilea
Adriana Lecouvreur, de Francesco Cilea. Aleksandra Kurzak, Freddie De Tommaso, Daniela Barcellona, Ambrogio Maestri, Felipe Bou, Didier Pieri, Irene Palazón, Anaïs Masllorens, Carlos Daza, Marc Sala, Carlos Cremades. Dirección musical: Patrick Summers. Dirección de escena: David McVicar. Barcelona: Gran Teatre del Liceu.,19-6-2024.
Vuelve esta ópera de Francesco Cilea al escenario del Liceu de Barcelona, donde se pudo ver por última vez en el año 2012, cuando se ofrecieron nada menos que 3 repartos vocales distintos, siendo ahora dos los que se nos ofrecen.
Si algo ha caracterizado a estas representaciones de Adriana Leocouvreur, no hay más remedio que referirse a las cancelaciones y correspondientes sustituciones. Efectivamente, desde hace meses se anunció un reparto de primeras figuras, encabezado nada menos que por Jonas Kaufmann y Sonia Yoncheva. Finalmente, los dos cancelaron, defección a la que se unió después la de la mezzo soprano Anita Rachvelishvili. Evidentemente, los cambios han influido negativamente en el resultado artístico de las representaciones que nos ocupan.
Como en 2012, se vuelve a ofrecer la conocida producción del regista británico David McVicar, cuyo trabajo en esta ópera se ha convertido en un clásico. La producción se estrenó en el Covent Garden en noviembre de 2010, contando con la presencia de Angela Gheorghiu y Jonas Kaufmann en los personajes protagonistas. Se trata de una coproducción, en la que también están presentes Viena, San Francisco y París. David McVicar es sin duda uno de los directores de escena más cotizados en la actualidad y sus trabajos no suelen ser particularmente rompedores. Mucho menos en este caso, ya que relecturas y transposiciones de épocas casan muy mal en esta ópera.
Así pues, la producción de David McVicar responde a un concepto muy realista, convirtiendo al teatro en el auténtico protagonista de la ópera. Evidentemente, el teatro está muy presente en el libreto y McVicar hace de la producción un auténtico homenaje al teatro y, particularmente, al teatro del siglo XVIII. La escenografía de Charles Edwards nos sitúa en el primer acto en las bambalinas de un teatro de madera, en cuyo escenario actúa Adriana, estando inspirado en el bellísmo teatro de los Margraves de Bayreuth.
El segundo acto también ofrece un escenario en la villa del Príncipe de Bouillon. El tercer acto vuelve a ofrecer un teatro, donde se desarrolla el ballet y el famoso monólogo de Fedra. Finalmente, en el último acto, el escenario está presente al fondo y únicamente casi desaparece en la muerte de Adriana.
La dirección musical ha corrido a cargo del americano Patrick Summers, que ha dirigido en otras ocasiones en el Liceu, aunque obras belcantistas, en las que no me convenció su dirección. Pensaba que en este repertorio podría ir mejor, pero no ha sido así y su lectura ha resultado claramente insuficiente, con una dirección ruidosa, monótona y muy corta de emoción. Estuvieron a sus órdenes la aceptable Orquesta Sinfónica del Liceu y el Coro del Liceu, que tuvo una buena prestación.
La intérprete de Adrina Lecouvreur ha sido la soprano polaca Aleksandra Kurzak, cuyas actuaciones suelen ir unidas a las de su marido en la vida real, Roberto Alagna, y su repertorio en los últimos años es más pesado que el que nos tenía acostumbrados. Hacía su debut en el personaje y su actuación hay que considerarla como un tanto irregular, en el sentido que ofreció cosas francamente interesantes y otras insuficientes. En mi opinión no tiene la voz adecuada para el personaje, ya que sus notas graves son claramente insuficientes y su centro tampoco está sobrado de volumen. Es una buena cantante y destaca en las notas altas, ofreciendo piani de mucha calidad. Lo mejor fue su último acto.
Maurizio de Sajonia era el tenor británico Freddie de Tommaso, que ha pasado a este primer reparto ante la cancelación de Jonas Kaufmann. Estamos ante una de las voces más importantes de la cuerda de tenor, ya que tiene amplitud e igualdad de registros, ademas de indudable calidad tímbrica. Debo decir que esperaba más de él, siendo su actuación buena, pero no excepcional, quedando corta de emoción. Es verdad que la dirección musical tampoco le ayudaba en exceso. Su “dolcisima efigie” quedó por debajo de lo esperado.
Michonet fue interpretado por el barítono italiano Ambrogio Maestri, que lo hizo de manera correcta, pero lejos de las actuaciones que recuerdo en este persoanje del aragonés Carlos Chausson, que ha sido para mí el auténtico Michonet de referencia. También Daniela Barcellona pasó al primer reparto por la cancelación de la titular. Su Princesa de Bouillon no fue muy brillante y su voz no es la de hace años. Hay un exceso de vibrato y su gran aria de entrada en el segundo acto pasó casi desapercibida.
En los personjes secundarios, Felipe Bou y Didier Pieri fueron El Príncipe de Bouillon y el Abate, respectivamente. Sin mayor brillo en ambos casos.
Correctas, Irene Palazón y Anaïs Masllorens como Jouvenot y Dangeville.
Carlos Daza y Marc Sala fueron Quinault y Poisson, mientras que el Mayordomo era Carlos Cremades.
La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración de 3 horas y 16 minutos, incluyendo dos largos intermedios y una breve parada entre los dos actos primeros. Duración musical de 2 horas y 14 minutos.
El Liceu ofrecía una ocupación próxima al 90 % de su aforo, estando los mayores huecos en los pisos superiores. La localidad más cara costaba 299 euros, habiendo butacas de platea a 198 euros. La localidad más barata con visibilidad plena costaba 82 euros.
Fotos: S. Panizo
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