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Por Publicado el: 06/07/2024Categorías: En vivo

Crítica: András Schiff, “Dios”, sus dioses, apóstoles y “Moisés”

András Schiff, “Dios”, sus dioses, apóstoles y “Moisés”

73 FESTIVAL DE GRANADA. Recital András Schiff (piano). Obras de Bach, Haydn, Mozart y Beethoven. Lugar: Granada, Palacio de Carlos V. Fecha: 4 julio 2024

András Schiff, “Dios”, sus dioses, apóstoles y “Moisés”73 FESTIVAL DE GRANADA. Recital András Schiff (piano). Obras de Bach, Haydn, Mozart y Beethoven. Lugar: Granada, Palacio de Carlos V. Fecha: 4 julio 2024

Sir András Schiff © Festival de Granada | Fermín Rodríguez

Nombre grande del piano contemporáneo y de siempre, András Schiff (Budapest, 1953) ha dejado palmaria constancia de ello en el recital que el jueves ha ofrecido en el Festival de Granada, en la acústica singular del Palacio de Carlos V. En el programa, “Dios” (Bach), y luego Haydn, Mozart y Beethoven, a los que en el turno de propinas añadió Schubert, que el húngaro Schiff entronizó como otro “dios” en versión más que fascinante de ese milagro sonoro que es la Melodía húngara, delicia nacida en septiembre de 1824 de la mano de un genio y “dios” de 26 años.

Hungría y su folclore como abrazo y comunión entre intérprete y creador. Schubert, desde el cielo, el infierno o el limbo, se habrá sentido feliz de escuchar su milagro en los dedos de Schiff y en los colores, registros, dinámicas, sonoridades y fraseos que posibilita el moderno piano gran cola. Un Steinway & Sons que sonó a gloria bendita.

El recital de Schiff supone una nueva fecha de oro en una edición del Festival de Granada -la septuagésimo tercera- que bien puede considerarse histórica. Nunca antes se ha sucedido tal constelación de estrellas de la música en un festival que Antonio Moral ha catapultado entre los mejores del panorama internacional. En su último año como director, el gestor puebleño ha multiplicado fechas, ciclos y, sobre todo, potenciado la novedad cosmopolita e interés de sus contenidos.

Solo en el ámbito pianístico, la nómina de la actual edición apenas tiene parangón en la agenda festivalera internacional: Martha Argerich, Seong-Jin Cho, Alexandre Kantorow, Elisabeth Leonskaya, Paul Lewis, András Schiff, Alexéi Volodin… Su sucesor, Paolo Pinamonti, tiene ante sí el reto inmenso de mantener el nivel de excelencia alcanzado en la “Era Moral” ¡Ánimo y coraggio!

Para su particular recital granadino, Schiff ha optado por una fórmula atípica. De hecho, acaso ni fue un recital. Durante dos horas y media sin pausa, el pianista habló y tocó de lo divino y de lo humano. Comentó pausadamente, entre obra y obra, en voz baja -casi confidencial- ideas e intríngulis de cada pieza. Lo hizo con rigor, sentido narrativo y su pizca de humor. En inglés, italiano y algo de español, “una lengua que sí, tengo y quiero aprender”, pero que chapurrea y con la que trufó su cháchara sutil. La cofradía del público, encantada de la vida.

Contó sin tapujos datos, hechos y opiniones, en un “viaje paneuropeo” con “Dios Bach” de la mano. “Cada día, antes de desayunar, toco Bach para purificar mi alma y mi cuerpo. Naturalmente, en un clavicémbalo”, remató. Comenzó su viaje sonoro con el aria de las Variaciones Goldberg: “Perdonen  que lo haga con este instrumento extraño que no existía en tiempos de Bach, pero intentaré acercarme lo más posible a la sonoridad del clavicémbalo”.

Luego, hasta tuvo el punto de dar un pellizco de monja a los británicos y sus elecciones cuando habló de la “gigue” escocesa de la Quinta suite francesa de Bach, “quien nunca salió de Alemania, pero conocía perfectamente las músicas que se hacían en el resto de Europa”, apostilló al referirse al creador del Concerto Italiano y de la Quinta suite francesa, obras que se escucharon tras el aria de las Variaciones Goldberg, que ofreció a modo de preludio de su particular viaje musical. Naturalmente, no se olvidó de piropear y subrayar a la “sarabanda de España”,

Schiff se mostró ante el teclado tan maravillosamente como siempre, acaso con las ideas y maneras más enfatizadas, extremas. Como el movimiento último de la Sonata Waldstein, que llevó a un tiempo inusualmente lento, pero taxativamente fiel a la indicación “Allegretto moderato” con que Beethoven precisa el rondó final. Antes, ante el altar bachiano, después del juvenil Capricho sobre la partida de un hermano amado y su luminosa visión del Concerto italiano, se había adentrado en Mozart, en la Fantasía en do menor, K 475,  cuyo motivo inicial parangonó, con ejemplos en el teclado, con otro de la bachiana Ofrenda musical.

“No es difícil observar el parentesco”, vino a decir de una música -la de Mozart- que según él no es apta para tocar en un instrumento de sonido “tan objetivo” como el piano Steinway. Contradijo sus propias palabras y teoría con un Mozart “subjetivo” cargado de imaginación y sentido dramático. “En los pocos minutos que dura la Fantasía está encerrado todo Don Giovanni”, dijo con más razón que un santo. Luego, en la generosa serie de bises, ornamentó a piacere el primer movimiento de la Sonata fácil.

Y llegó Haydn, “un compositor en absoluto menor a Mozart; profesor de Beethoven, quien no aprendió nada de él”, chascarrilleó ante la sonrisa del público, que a esas alturas del recital tenía ya metido por completo en el bolsillo. Todo con pedal leve y articulación precisa. En un equilibrio perfecto entre razón e impulso. Entre intuiciones, claridades y certezas, como si las interpretaciones no tuvieran alternativa ni cupiera diferente visión. Del creador de Las estaciones interpretó las Variaciones en fa menor.

Schiff avanza la música de Mozart y Haydn al siglo romántico, mientras que a Beethoven, lo carga del orgullo del pasado, del XVIII. Y lo hace, y es verdaderamente asombroso, sin en absoluto distorsionar el estilo o los modos particulares de cada uno de ellos. Es como si Haydn, Mozart y Beethoven fueran “apóstoles” consonantes del dios Bach. Pero en el altar, no podía faltar Schubert. Llegó ya a primera hora del día siguiente, pasadas las doce de la noche y ante una parroquia ya absolutamente entregada fervorosamente entregada al apóstol Sir András. Antonio Moral, pletórico entre los feligreses, parecía el mismísimo Moisés. ¡No era para menos!

Justo Romero

Un comentario

  1. José Manuel 06/07/2024 a las 18:02 - Responder

    Curioso comentario en el Olimpo Musical aparece Moises que recoge las tablas de la ley y las coloca ordenadamente en el espléndido programa del 73 Festival de Música y Danza de Grabada.

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