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Por Publicado el: 25/04/2009Categorías: En la prensa

Adiós, César Antonio, adiós

El Cultural, 7-04-2009

Ahora que, parafraseando a Muñoz Seca, muchos trabajadores nos sentimos parte de la UGT (la última Generación que Trabaja según el dramaturgo), la crisis económica se ha llevado por delante al gobierno de Zapatero y con él, al ministro Molina.

Que lo ha hecho en general bien, en ocasiones muy bien, porque ha gestionado con eficacia sus escasos recursos, y ha acertado rotundamente nombrando a profesionales del gremio cuando la ocasión lo exigía, como hizo poniendo a Milagros del Corral al frente de la Biblioteca Nacional.

Otros nombramientos, en cambio, han estado tiznados de polémica (Juan Carlos Marset en el INAEM) o se han dejado arrastrar por malas prácticas…

Eso sí, me cuentan que los libreros están aterrados ante el tsunami de versos que se avecina, aunque sólo sea por la media docena de libros que siendo ministro publicó el incansable César Antonio.

Bromas aparte, lo que le espera a su sustituta, Ángeles González-Sinde, es digno de una peli de terror, pero de las japonesas, ya saben, llenas de fantasmas y sombras.

Ojalá se muestre ajena al sectarismo y la mezquindad reinantes, y que lleve a buen puerto las leyes de las Buenas Prácticas en la elección de los responsables de los museos, revitalice el teatro, garantice la libertad de elección de la lengua de estudios, agilice las ayudas a la industria editorial…

Y, sobre todo, que se aplique a solucionar los gravísimos problemas del cine español, sin seguir penalizando al espectador.

Y que no escuche demasiado al nuevo ministro de Educación, Ángel Gabilondo, el filósofo del no lugar, autor de piezas tan memorables como ésta: “Pongamos que hablo de lugar. Pongamos la palabra lugar. Supongamos que para hacerlo necesitamos un lugar, y no de uno cualquiera, sino de su lugar. Supongamos que ponemos la palabra lugar en su lugar, si tal lugar pudiera darse antes de la palabra… […] En fin, una vez puesta en su presunta sede, en su sitio, asentada debidamente, lugar será la obra de la palabra lugar, la palabra lugar puesta en obra”.

Abrumador, ¿no?

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