La dame aux camélias, Chopin llena la Scala

La dame aux camélias, ballet con coreografía, dirección e iluminación de John Neumeier, música de F. Chopin y escenario y vestuario de Jürgen Rose, basado en la novela del mismo nombre escrita por Alejandro Dumas hijo. Bailarines: Alna Cojocaru como Marguerite Gautier, Claudio Coviello como Armand Duval, Edoardo Caporaletti como M. Duval, Chiara Fiandra como Nanine, Massimo Garon como Le Duc, Alice Mariani, Saïd Ramos Ponce, Martina Arduino, Nicola del Freo… Corpo di ballo y Orchestra del Teatro alla Scala.  Vanessa Benelli Mosell, pianista. Simon Hewett, director musical. Manuel Legris, director del ballet. Teatro alla Scalla, Milán, 3 de octubre 2024.

La dame aux camélias en la Scala

La dame aux camélias no es un ballet convencional; no se basa en una música concebida entre compositor y coreógrafo para desarrollar una historia, como ocurre en los ballets de los grandes autores rusos. Esta obra nace de la mente del coreógrafo estadounidense John Neumeier, establecido en Alemania en los años 60 comenzando su carrera como bailarín bajo la dirección de John Cranko en el Ballet de Stuttgart y que más tarde asumiría el cargo de director en el Ballet de Frankfurt y, posteriormente, el de Hamburgo, donde dejó su puesto el pasado verano, a los 85 años.

La obra está basada en la novela homónima del escritor francés Alexandre Dumas hijo, que también inspiró la ópera La traviata. Cabe mencionar que el ballet es más fiel a la obra original que la ópera. Para la música, Neumeier optó por piezas de Fryderyk Chopin, quien, al igual que la protagonista, también murió de tuberculosis. La obra se divide en un prólogo y tres actos.

En el prólogo, Armand Duval, un joven aristócrata y amante de Marguerite Gautier, llega al apartamento de esta, recientemente fallecida, donde se están subastando sus pertenencias. Tras un breve desvanecimiento, Armand comienza a contar su historia de amor. En este momento suena el melancólico Largo de la Tercera Sonata, Op. 58, que prepara al público para el desarrollo de la trama y actúa como leitmotiv a lo largo de la obra.

En el primer acto se utiliza el Concierto No. 2 en fa menor para piano y orquesta, Op. 21, para presentar los inicios de la historia: cómo se conocen mientras asisten a una representación del ballet Manon (una brillante idea del meta-ballet), así como la opulenta pero vacía vida de Marguerite como cortesana.

El segundo acto se centra en el romance entre Armand y Marguerite en su casa de campo. La atmósfera se vuelve más romántica, con valses y preludios de Chopin (sin orquesta) que acompañan las escenas de baile entre los protagonistas. La música aquí es más ligera y refleja la felicidad inicial de su amor. Sin embargo, no acabará bien: Monsieur Duval, padre de Armand, pide a Marguerite que abandone a su hijo, y ella acepta por amor, pensando en la reputación de su familia.

El acto final es emotivamente desgarrador. La música incluye, entre otros, la Ballade No. 1, Op. 23, la Romanza del Concierto No. 1 para Piano y Orquesta, Op. 11, y el Largo de la Sonata No. 3, Op. 58, intensificando la tragedia y el dolor de Marguerite. Ella sufre un agravio público por parte de Armand, quien más tarde será devastado al leer el diario de su amada y comprender su sacrificio. La tragedia culmina con Marguerite recordando la historia de Manon y muriendo pobre y desolada.

Escena de La dame aux camélias en la Scala

La rumana Alina Cojocaru, ex-primera bailarina del Royal Ballet y del English National Ballet, fue invitada a interpretar a Marguerite, ofreciendo una actuación emocionante con una técnica impecable. Su contraparte fue Claudio Coviello, una de las estrellas del ballet de la Scala, quien complementó a Cojocaru con una interpretación igualmente poderosa; su danza es elegante y técnica. La química entre Cojocaru y Coviello fue notable, lo que hizo que su historia de amor fuera aún más conmovedora.

La escenografía, diseñada por Jürgen Rose, fue sencilla pero efectiva, permitiendo que los bailarines fueran los verdaderos protagonistas. El escenario prácticamente vacío se adaptaba según las necesidades mediante la introducción o eliminación de piezas de mobiliario. Rose también diseñó un vestuario muy acertado y elegantemente ‘viscontiniano’.

La música de Chopin complementa perfectamente la atmósfera emocional; podemos afirmar que fue la verdadera estrella del espectáculo. Las composiciones se sucedieron magistralmente bajo las manos talentosas y premiadas de Vanessa Benelli Mosell, acompañada por la Orquesta del Teatro alla Scala bajo la dirección del australiano Simon Hewett, creando un telón sonoro que intensificaba cada momento dramático.

El público brindó grandes aplausos prolongados durante varios minutos para todos los protagonistas al final de la representación.

Javier Lillo