Critica: Estreno del Premio de Composición Reina Sofía 2024, con la Orquesta RTVE y Christoph König
Nuevos y bienhechores paisajes con Christoph König en el estreno del Premio de Composición Reina Sofía 2024
Obras de Taneiev, Santcovsky y Beethoven. Joan Espina, violín. Orquesta RTVE. Director: Christoph König. Teatro Monumental, Madrid, 11 de octubre de 2024.
Dos obras nuevas, una de ellas estreno absoluto, engalanaban el programa, cerrado con la popular “Sinfonía nº 7” de Beethoven. El epicentro se situaba en aquella que nacía a la luz, el “Concierto de los elementos para violín y orquesta”, merecedora del 41 Premio de Composición Reina Sofía instituido por la Fundación Ferrer Salat y entregado en el descanso al autor, Fabià Stancovsky (1989), por la propia soberana, siempre elegante y sonriente. Un premio que ha recaído de nuevo en una composición que plantea o trata de plantear nuevas vías expresivas y discursivas a través de un lenguaje muy propio y bien tejido.
El músico barcelonés plasma en sus creaciones el compromiso social, la experimentación tímbrica, el uso de la electrónica, la exploración de sonoridades de otras culturas y el interés por formatos innovadores. La composición premiada consta de dos partes: “La última representación del mirlo” y “Resonancia sin nombre”. En palabras del propio autor: “este ‘Concierto’ es un conjunto de elementos que propongo entender como fenómenos de un mundo que no sólo se compone de objetos, sino que se manifiesta a través de ellos”.
En esta oportunidad, como en otras, su música es fruto de un imaginario en el que se invoca la representación de ciertos arquetipos de la idea de naturaleza como forma de plantear un lenguaje constituido en el límite entre lo humano y lo natural. Una cuidada tímbrica, una delineación sutilísima, una refinada estilización prevalecen en un discurso de rara exquisitez de signo evidentemente abstracto pero alusivo a ciertos fenómenos de la naturaleza. Se nos introduce nada más empezar en un sugerente y mundo pajaril a través de las quietas y lejanas figuraciones del violín solista en su registro más agudo.
Unos pasajes en exceso repetitivos y morosos a base de trinos, virtuosistas figuraciones y trémolos. Poco a poco la materia se densifica dotando de cuerpo al conjunto, espigado en trémulas rarefacciones. La segunda parte va dejando entrar a las muchas voces, verdaderas miríadas de efectos tímbricos que colorean y animan y nos dejan un poso de estimulante expresividad. Una naturaleza oculta y revelada. A lo lejos quedan los pájaros de Messiaen. Y ciertos ecos del músico italiano Sciarrino. A la postre el misterio de la Naturaleza revelada. Excelente labor del solista, Joan Espina, solista de la Orquesta Nacional y siempre animado a participar en descubiertas de este tipo.
Y buena colaboración de Orquesta y batuta que previamente nos habían ofrecido, con buen pulso, junto al coro la poco conocida cantata “San Juan de Damasco op. 1” de Serguéi Tanéyev, alumno de Chaikoski. Una partitura muy hermosa y sombría, bien diseñada, serena y meditativa, que parte del trabajo sobre un canto ortodoxo ruso, que a lo largo de sus cuatro secciones pone de manifiesto una excelente mano constructiva y un admirable manejo de los contrastes. La música mana y fluye con facilidad. Lástima que la interpretación no acabara de lograrse, entre otras cosas por el evidente destemple y no siempre buena afinación de las voces.
Como remate de la sesión una bien dispuesta y estructurada “Séptima Sinfonía” de Beethoven, con casi todo en su sitio, con tempi bien administrados y dinámicas justas, bien que la conjunción y la planificación fueran sin duda mejorables, así en el célebre “Largheto”. Como suele ser norma el “Allegro con brio” final se expuso más deprisa que el “Presto”. Esclarecedoras notas al programa -que ya no existe en papel: hay que jugar con el móvil, lo que es muy molesto- de Eva Sandoval.
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