Crítica: Sinfonismo bien encauzado. La Sinfónica de Madrid, en el Auditorio Nacional
Sinfonismo bien encauzado
Obras de Rachmaninov y Strauss. Jonathan Mamora, piano. Pinchas Steinberg, director. Orquesta Sinfónica de Madrid. Auditorio Nacional, 23 de octubre de 2024.
Dos obras largas, a veces morosas, pero de indudable dificultad interpretativa, componían el programa inaugural de la temporada de la Sinfónica de Madrid en al Auditorio Nacional. Que corre en paralelo con su infatigable actividad en el foso del Real. Al frente un director avezado como Pinchas Steinberg (Israel, 1945), que ha dirigido ya a todas las importantes y asentadas orquestas madrileñas excepto a la de la Comunidad.
En todas esas oportunidades ha revelado mano segura, criterios firmes y sapiencia constructiva. Su gesto es sobrio antes que elegante, bien plantados los pies, amplios y abiertos los brazos, incisivo y penetrante como un estilete el derecho, en el que la batuta se mueve a energéticos y precisos impulsos, a veces en redondo.
Esa técnica, que no es en todo momento del todo clara, da generalmente buenos resultados. Así hemos podido disfrutar de una aceptable sesión sinfónica en la que ha brillado en primer lugar el pianista indonesio-estadounidense, ganador del último concurso María Canals, Jonathan Mamora.
Es sin duda un instrumentista bien dotado: ataque seguro y certero, fraseo personal, variadas dinámicas; técnica muy completa que le sirvió para ofrecer una interpretación muy aceptable del Concierto nº 3 de Rachmaninov, esa obra caudalosa, compleja, de rara construcción rapsódica, pero siempre grata y melodiosa, un recuerdo a posteriori de los conciertos más granados del romanticismo.
Mamora sabe combinar las frases más delicadas con las más intensas en un discurso generalmente bien construido. Poderosas octavas y sutiles delineaciones se dieron la mano, trinos y pasajeros abandonos incluidos. No es el suyo un sonido de gran calidad y en ocasiones los pasajes del extremo agudo suenan en exceso metálicos. Pero en conjunto resolvió a satisfacción el cometido. Aunque luego, en el bis (“Sueño de amor” de Liszt) su fraseo y su expresividad, muy epidérmicos, dejaran no poco que desear.
La segunda parte estaba ocupada por esa suerte de rara sinfonía que es Aus Italien de Strauss, obra primeriza y un tanto plúmbea, con numerosas citas, algunas reconocibles, del folklore italiano (“Funiculì, funiculà”, por ejemplo), con largas y morosas parrafadas bien sonantes y denotadoras ya del virtuosismo y plenitud orquestales que a no tardar mucho el compositor revelaría en sus grandes poemas sinfónicos. La versión fue maciza y contundente, bien que no exenta de reconocibles matices; y e algún que otro atropellamiento.
La cuerda, bien moldeada por la batuta, sonó plena y virtuosa. Nada más empezar denotamos la buena mano en el lento crecimiento, embellecido por el arpa en esa pintura de “la Campania”. Hubo buenos y finos detalles, descripciones expresivas de la naturaleza circundante, apuntes estratégicos de una Italia soñada y visitada por el joven compositor. La buena construcción y la adecuada sonoridad ayudaron a seguir y a aplaudir la honrosa interpretación.
Como siempre, didácticas, muy claras y evocadoras notas al programa de mano de José Luis Temes. La Sinfónica es de las pocas entidades musicales que aún mantienen la costumbre de editarlos y nos evitan el recurrir al móvil.
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