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Critica: "Israel en Egipto" de Haendel, bordeando las aguas
Por Publicado el: 26/10/2024Categorías: En vivo

Critica: Alexander Liebreich, Bruckner de verdad

Bruckner, de verdad

CONCIERTO EXTRAORDINARIO EN LA CATEDRAL DE VALÈNCIA. Programa: Séptima sinfonía, de Anton Bruckner. Orquesta de Valencia. Director: Alexander Liebreich. Fecha: miércoles, 23  de octubre de 2024.

Bruckner, de verdadCONCIERTO EXTRAORDINARIO EN LA CATEDRAL DE VALÈNCIA. Programa: Séptima sinfonía, de Anton Bruckner. Orquesta de Valencia. Director: Alexander Liebreich. Fecha: miércoles, 23  de octubre de 2024.

Alexander Liebreich

Todo apuntaba mal. La tarde, lluviosa y grisácea, y la perspectiva de escuchar un monumento sinfónico como la Séptima de Bruckner en la acústica abovedada de la Catedral de València auguraba un concierto aguado y resonante. Pero las previsiones, una vez más, no se cumplieron, y el público que colmó las naves catedralicias disfrutó de un Bruckner dicho con verdad y calidad, en una interpretación pulida y cargada de grandiosidad y sentido estilístico. Fue, quizá, el mejor Bruckner tocado por la Orquestra de València. Alexander Liebreich cuidó detalles y matices, supo dar tiempo al tempo, y ajustarlo para atenuar la siempre problemática acústica catedralicia. Calibró con maestría las dinámicas extremas y las largas evoluciones de la que es una de las sinfonías punteras del repertorio orquestal.

Desde la frase inicial de los violonchelos en el Allegro moderato que portica en pianísimo los cuatro movimientos, se percibió el mimo de maestro y profesores. Se escuchó efusiva, sin premura, cabalmente fraseada y sonora sin por ello exagerar decibelios. Liebreich, musico serio y con tablas, tuvo el acierto de esperar y contener el inicio en pianísimo hasta que se aplacara el bullicio impertinente que llegaba desde dentro y fuera del templo. Ese silencio imprescindible fue marco prometedor de una versión cuyo interés no decayó ni un instante. El maestro bávaro administró con pericia las fuerzas, tensiones y distensiones del inmenso fresco. El quieto segundo movimiento encontró su atmósfera mística; reposado, afligido sin azúcar, y bien templado, de mística solemnidad en el canto fúnebre enunciado por las tubetas wagnerianas, y glorioso en el punto culminante, platillazo y triángulo incluidos, que incorporó Bruckner en la versión revisada de 1885 (pero suprimidos, posteriormente, en 1944, por Robert Haas en su edición crítica). 

El conciso y vibrante Scherzo, con el canto de la trompeta temperado y hasta casi perdido en el desequilibrio acústico entre cuerdas y vientos -incomprensible que no se instalaran tarimas para elevar a estos instrumentos, y menguar así el problema de balance- tuvo pulso y nervio, y supuso el mejor preámbulo al extenso Finale, en el que la orquesta mantuvo el alto nivel lucido toda la noche. Los largos y característicos desarrollos brucknerianos y sus silencios encontraron la horma de su zapato en un maestro que fue al grano, mostró cercanía con el beato creador de Ansfelden y no se anduvo en divagaciones gratuitas. Fue un Bruckner natural y sin vericuetos. Claro y certero, pero también de fascinante sonoridades catedralicias, a las que no fueron ajenas las más que notables intervenciones del viento metal en los grandes corales de inspiración organística.

Alguna que otra señora abanicándose, algún que otro teléfono móvil no lograron emborronar la audición de un concierto en el que la multitud que siguió el concierto guardó reverencial silencio. Musical más que religioso. El aplauso unánime certificó el buen nivel de este Bruckner de verdad que ha sonado a gloria bendita, y en el que la Orquestra de València ha hecho gala de su estupendo momento técnico y artístico. Bruckner, del que se conmemora el doscientos aniversario de su nacimiento, se hubiera sorprendido de cómo se siente y hace su músico en este Sur mediterráneo y luminoso, por mucho que el miércoles se mostrara tan gris y afligido como los verdes campos de su Alta Austria natal. Justo Romero.

Publicado en el diario Levante el 25 de octubre de 2024.

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