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Por Publicado el: 27/10/2024Categorías: En vivo

Critica: Jörg Widmann, el imán de la danza

Jörg Widmann, el imán de la danza

Obras de Weber, Widmann y Beethoven. Orquesta Nacional. Director: Jörg Widmann. Auditorio Nacional, 25 de octubre de 2014.

 EL IMÁN DE LA DANZA Obras de Weber, Widmann y Beethoven. Orquesta Nacional. Director: Jörg Widmann. Auditorio Nacional, 25 de octubre de 2014.

Jörg Widmann

Visita de nuevo el podio de la Nacional este músico muniqués (1973); y lo hace en su triple condición de compositor, intérprete y director, tres cometidos que desempeña con conocimiento, pasión y hasta fervor; a un nivel verdaderamente notable. Su faceta creadora, de la que conocemos ya por aquí bastantes muestras, como la pieza titulada “Con brío”, en la que toma prestados fragmentos de la “Séptima” y la “Octava” de Beethoven, lo distingue como un creador con ideas, con mucho oficio y fantasía, que domina el lenguaje desde una óptica más bien ecléctica en la que, de todos modos, no se desconoce un resuelto y atractivo atonalismo.

Es, no hay duda, un sabio orquestador, que sabe vestir a sus composiciones de interesantes fulgores; como los contenidos en la composición que ahora ha estrenado en España, “Danza macabra”, en la que, en justas palabras del autor de las notas al programa de mano (¡todavía se reparte en estos conciertos!), David Falces, “escuchamos una sublimada gestualidad intersticial en la tradición de la danza de la muerte (“Der Totentanz”)”. Se trata de una imponente partitura de unos 15 minutos en la que todo aparece razonablemente acumulado y estratificado en busca de un efectismo de buena ley.

La música, bien diseñada y magníficamente orquestada, funciona por acumulación y aparece poblada de interesantes claroscuros, de fúlgidos resplandores, de violentos contratiempos. Interviene un ejército de percusionistas, que van moldeando un discurso a veces virulento y que conoce remansos. Se escuchan lejanas y adaptadas melodías en medio del fragor. Partitura puede que en exceso alargada, que se sigue bien y que capta la atención, sobre todo si se hace con la pasión que Widmann sabe desplegar y que animó en la segunda parte la interpretación de la “Sinfonía nº 7” de Beethoven, ella misma tan conectada también con lo danzable. Recordemos aquello que decía Wagner: “apoteosis de la danza”.

Widmann, que no utiliza batuta y que se mueve a propulsión sobre el podio, dando saltos, agachándose, creciendo, es un director de una movilidad casi angustiosa y que consigue muy interesantes efectos. En la línea del recordado Carlos Kleiber, a quien admiraba, nos ofrece una versión rítmicamente atosigante presurosa, por momentos electrizante, pero bien construida, con cada cosa en su sitio; bien contrastada y dibujada, de dinámicas variadas y una coloración tímbrica de colores bien administrados. Bien organizado el crecimiento paulatino del “Poco sostenuto” inicial; estupendamente subrayados los contratiempos del “Allegro inmediato”; delicadamente delineado en su comienzo el “Larghetto”, no bien planificado en su cierre; poderoso y bien regulado el “Presto”.

Y excesivamente acelerado el “Allegro con brio” final (que debería ser algo menos vivo que el movimiento anterior), donde quedamos subyugados por la electricidad desplegada en un constante crecimiento; y también creciente acumulación de líneas, con planos borrosos. Pura dinamita. Carlos Kleiber iba también muy rápido, pero se le entendía todo. Antes de esta interpretación y como comienzo de la sesión, sin los sudoroses acumulados por tanta actividad, Widmann nos brindó une hermosa recreación de la versión para orquesta y de cuerda y clarinete del “Quinteto en Si bemol mayor op. 34” de Weber. Una muy hermosa y algo morosa obra de un melodismo romántico muy de la firma cerrada con un “Allegro giocoso”. La orquesta tocó sola mientras el en este caso instrumentista se extasiaba y nos extasiaba con sus hermosos y melódicos dibujos. Magistral.

La Nacional tocó con ganas parece que entregada al continuo movimiento del director/compositor/intérprete, que, como es lógico, aparecía exhausto al final de una sesión muy aplaudida. Arturo Reverter

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