Crítica: ¡Calidad a tutiplén! La Euskadiko Orkestra interpreta Mozart y Schubert en el Kursaal
Calidad a tutiplén con la Euskadiko Orkestra
Fecha: 4-XI-2024. Lugar: Auditorio Kursaal, San Sebastián. Programa: Concierto en La Mayor para clarinete y orquesta, K. 622, de Wolfgang Amadeus Mozart y Sinfonía núm. 9 en Do Mayor, D. 944, de Franz Schubert. Clarinete solista: Mark Simpson. Orquesta: Euskadiko Orkestra. Director musical / maestro concertador: Juan José Mena.
La desgracia valenciana estaba pesante en el ánimo de cuantos acudimos al concierto que en estas líneas se valora, por lo que dicha triste carga sentimental fue correctamente asumida por el vitoriano Juan José (Juanjo) Mena quien, micrófono en mano y dirigiéndose al público, solicitó un minuto de silencio de pie como testimonio de pesar ante tanta desventura.
¿Mozart tocaba el clarinete? No existen acreditados datos biográficos que así lo atestigüen, ante lo cual la utopía ucrónica da juego para pensar en que, si no era experto en ese instrumento, al menos lo conocía cuando ya en 1789 escribió un boceto para corno di bassetto (clarinete grave). De otra forma no puede entenderse el cómo pudo componer semejante lujo de sonidos armónicos sobre el soporte de un instrumento que conforma su grandioso canto a la fraternidad universal en el Concierto en La Mayor para clarinete y orquesta, K. 622, que también utilizó en La Clemencia de Tito o en el Quinteto K. 531.
La frescura con que la orquesta atacó el primer movimiento Allegro permitió a la experta batuta de Mena aplicar el ritornello melódico con elegancia exacta, para dar paso al portento musical, de relieve internacional, que es el clarinetista inglés Mark Simpson (a sus 36 años ya está considerado como un importante compositor), que restalló de luz las muy complicadas semicorcheas y arpegios que encierra este primer movimiento.
Los compases que integran el segundo movimiento Adagio (no llegan al centenar) configuran la plenitud de pureza y emoción en toda la composición mozartiana, donde el genio salzburgués hace uso del instrumento solista en pos de encontrar la voz humana. Y ahí estaban la complicidad de Simpson y Mena para llevarnos por el rapto amoroso del espíritu hacia el gozo, pues como dijo el filósofo romano Boecio “el alma y el cuerpo están unidos con sólido cemento de música”.
Tras el tutti orquestal que siguió a la tercera exposición del tercer movimiento Rondo Allegro, volvió Marck Simpson a ofrecer su virtuosismo interpretativo con nuevas saltarinas semicorcheas y poderoso registro grave para permitir a Mena exponer en plenitud de elegancia la cadencia final con total brillantez. Sobre la unánime ovación que le fue tributada salió a saludar en cuatro ocasiones.
El 21 de marzo de 1839 Félix Mendelssohn estrena en Leipzig la Sinfonía nº 9 en Do Mayor, D.944 de Franz Schubert, once años después de su fallecimiento. Se está ante una obra compleja, un tanto alambicada, pero siempre elegantemente diseñada para que los temas melódicos mantengan fraternales lazos con las creaciones armónicas de este joven vienés. La aludida complejidad encontró un rechazo inicial por parte de importantes orquestas.
Tal así, la Filarmónica de Viena que, a últimos de 1999, interpretó tan solo los dos primeros movimientos, intercalando entre ellos un aria de la ópera Lucia di Lammermoor de Donizetti. La Euskadiko Orkestra ha tenido el arrojo de programarla y ello es de muy agradecer. Robert Schumann la calificó como una composición de “celestial longitud”. Los aromas -casi milimétricos- de Beethoven son apreciables al final de la obra.
El maestro Mena se embridó con la orquesta, presentando una lectura de la partitura totalmente ágil, aduciendo la expresividad corporal precisa y elegante, a la par que puntual en todos los extremos señalados en el papel pautado. Por su parte, la orquesta devolvió a la batuta toda su gratificación de sonido vibrante, con unos planos tímbricos de gran belleza, como se pudo apreciar en los momentos en que la trompa discurrió dentro del primer movimiento Allegro ma no troppo.
Las variables que encierra el segundo movimiento Andante con moto permitieron a la dirección musical dejar constancia de su internacional calidad. Tal vez sea el tercer movimiento Scherzo. Allegro vivace donde Schubert, en forma de sonata, plasma elegantes aires danzantes de su Viena natal. Y esa viveza estuvo perfectamente auspiciada en la sonoridad de esta orquesta que cada vez que se la escucha está consiguiendo mayores cotas de calidad.
A través del cuarto y último movimiento Finale. Allegro vivace la dirección musical del maestro Mena permitió disfrutar de la grandeza de esta titánica obra, haciendo un discurso de sonido pletórico en las secciones de viento madera (dobladas flautas, oboes, clarinetes y fagotes) y viento metal (ídem trompas, trompetas y trombones). Tal fue así, que al finalizar la obra se dirigió expresamente hasta donde estaban ubicados los músicos de los citados instrumentos y les hizo alzarse para recibir la unánime ovación que el público les tributó
“La vida sin música sería un error”. Friedrich Nietzsche.
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