Crítica: ¡Para no olvidar! ‘Il trittico’ de Puccini, en ABAO
¡Para no olvidar!
Se cuentan con los dedos, en este año las entidades que han programado la magna obra lírica -integrada por tres óperas de ABAO Bilbao Ópera quien -únicamente- ha tenido el acierto de hacerlo así, con funciones en los días 23 (que en estas líneas se valora), 26, 29 del presente noviembre y el 2 del venidero diciembre.
Il tabarro
Carlos Álvarez (Michele), Ángeles Blancas (Giorgetta), Marco Berti (Luigi), Ana Ibarra (La Frugola), Stefano Palatchi (Talpa), Igor Peral (Tinca), Josu Cabrero (Un venditore di canzonette), Sofía Esparza (Amante 1), Ioan Hotea (Amante 2).
La intensidad dramática que se condensa en este título -celos, infidelidad conyugal, miseria, muerte- no fue valorada debidamente por el respetable asistente y ello es comprensible habida cuenta que era la primera vez que subía a escena en Bilbao. Además es patente el complejo sinfónico que mana de la partitura, con potentes aromas wagnerianos. Por otro lado las voces solistas se encuentran ante unas particelle de exigente tensión vocal.
Para la adecuada concertación de este joya musical se requiere una batuta que acomode, en su justa medida, los planos sonoros que manan desde el foso orquestal en relación con la posición escénica de los cantantes y en eso Pedro Halffter estuvo francamente desacertado, llegando a anular, en un alto grado, la proyección vocal del gran barítono que es Carlos Álvarez en los momentos tan especiales de su personaje Michele como son el poderoso y tenso recitativo Perchè, perchè non m’ami più y el aria Nulla! Silenzio!. En ambas ocasiones la voz del malagueño llegó al público muy disminuida de la fuerza y en convencimiento expresivo con que fue emitida. Pletórico estuvo en su acrisolada capacidad mimética como actor.
La tesitura de soprano spinto que posee Ángeles Blancas y el coraje que siempre muestra siempre sobre las tablas hizo de esta mujer todo un icono en el personaje de Giorgietta. Llevó con total elegancia la técnica del canto legato, siendo su registro agudo de un muy alto valor pese a que asuma cuando lo sostiene arriba un ápice de ligero desajuste; cuando no, su voz es un trallazo.
Marco Berti, como el estibador amante Luigi, regaló un trabajo de magnífica construcción mediante una voz siempre poderosa, de amplio volumen, segura proyección, afinación impoluta, mostrando su dominio de pulcros apoyos en las notas de paso. Cuajó una actuación cum laude.
Ana Ibarra, siempre generosa en su entrega, dejó todos los aromas de bondad en el papel de La Frugola (la trapera). Su sólida veteranía quedó plasmada por mor de la belleza de canto que hizo en el concertante trío E ben altro il mio sogno junto con Blancas y Berti. Rotundidad en los haberes de Stefano Palatchi, Igor Peral, Josu Cabero, Sofía Esparza y el debutante Ioan Hotea, quienes regalaron el bien hacer en sus respectivos compromisos, sin mácula de reproche alguno.
Suor Angelica
Chiara Isotton (Suor Angelica), Karita Mattila (La Zia Principessa), Ana Ibarra (La Badessa), Anna Gomà (La suora zelatrice), Itxaro Mentxaka (La maestra delle novizie), Naroa Intxausti (Sour Genovieffa), Angéline Donel (Suor Osmina), Adhara Martínez (Suor Dolcina), Marifé Nogales (La suora infirmiera), Marta Ubieta (Cercatrice 1), Eider Torrijos (Cercatrice 2), Ana Sagastizábal (Novizia), Olga Revuelta (Conversa 1), Aonhoa Zubillaga (Conversa 2).
Toda una delicia escénica y canora por parte de las doce voces femeninas que intervinieron en este título, tan intenso y desgarrador que a Puccini -se cuenta- le causó fuertes impactos de emotividad mientras escribía la belleza de esta música allá por 1917. Tampoco en esta ocasión la batuta diseñó el adecuado sustrato de sensibilidad que el compositor plasma en la partitura, dado que no todo consiste en centrarse en los mandatos de las entradas a las voces.
Bien -con todo merecimiento- podría ser que esta tragedia lírica, de impactante ambiente espiritual y religioso, nos encontremos ante una exaltación feminista, no hembrista, dado que en ella el empoderamiento de las mujeres es absoluto.
En ese gineceo total el triunfo vino de la mano de la soprano florentina Chiara Isotton quien está en posesión de un prodigio en su garganta. Ella dice que “cantar a Puccini es como respirar” y, ‘voto a bríos!, dejó claro que su respiración, cantando su Suor Angelica, es un lujo total para el oído. Domina los tres registros desde el Alfa hasta el Omega.
Su equilibrio en la regulación del fiato no deja duda alguna sobre la bondad con que lo recubre y su fraseo es siempre elegante, con un timbre corpóreo rico en armónicos, apoyados en una óptima técnica. En la esperada aria Senza mamma creó un ámbito de emoción que a buen seguro llegó hasta el último rincón del Euskalduna. ¡Genial en escena!
Karita Matilla presentó a La Zia Principessa dentro de una buena estructura vocal, resolviendo sin problemas la tensa situación que encierra su dictatorial personaje. Su voz pastosa siempre resultó interesante. Ana Ibarra fue la elegancia personificada en el comportamiento canoro. Todas las demás voces de este reparto cumplieron sin merma alguna en su cometido.
Gianni Schicchi
Carlos Álvarez (Gianni Schicchi), Sofía Esparza (Lauretta), Ioan Hotea (Rinuccio), Ana Ibarra (Zita), Josu Cabrero (Gherardo), Naroa Intxausti (Nella), Isaac Galán (Beto di Signa), Stefano Palatchi (Simone), José Manuel Díaz (Marco), Ainhoa Zubillaga (La Ciesca), Juan Laborería (Maestro Spinelloccio), Fernando Latorre (Ser Amantio de Nicolao), Mikel Zabala (Pinellino), Gexan Etxabe (Cesidio Niño), Nokola Capilla (Gherardino).
Resulta curioso constatar cómo las carreras musicales de Giuseppe Verdi y de Giacomo Puccini entran en sus postrimerías dentro del terreno de la ópera cómica. El de Roncole con Falstaff y de Lucca con Gianni Schicchi. Fueron experiencias con las que ambos disfrutaron en vida y que han dejado surcos imperecederos para la posteridad. En el caso del título que cierra Il Trittico nos encontramos ante un dechado de situaciones propias de una novela de pícaros, que en realidad así es y además genialmente musicada.
En esta ocasión la escena tuvo rectorada, de nuevo, por Carlos Álvarez, quien, sabedor de su dominio sobre el personaje dantesco desgranó sobre las tablas su dominio como actor y como cantante. Así quedó patente en sus dos importante intervenciones cantando Ah, che zucconi, si corre dal notaro y Prima un avvertimento, donde su impostación vocal, siempre expresiva, era puro ámbar y sin problemas con el sonido proveniente del foso orquestal.
Con mucho agrado se escuchó la voz de la soprano navarra Sofía Esparza, quien diseñó como mucho estilo su visión de Lauretta, dejando fluir la voz con total seguridad. En el esperado O mio babbino caro recibió un a rotunda ovación. El rumano Ioan Hotea fue un Rinuccio de buena y sólida factura con un registro agudo bruñido en nobleza. Así lo demostró cantando, con sutileza y elegancia, Avete torto! Firenze e come un albero fiorito. El resto del reparto estivo en todo momento dentro de una solida calificación de notable alto.
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En términos generales, dentro de todo el tinglado musical y escénico que conforma Il Trittico es justo y necesario dejar patentes las siguientes precisiones:
– La dirección escénica de Paco Azorín merece un sobresaliente indiscutible, pues la movilidad para los cantantes fue siempre atractiva, bien ideada, resultando de matrícula de honor en controlado caos de movimientos que se suceden en la puesta en escena de Gianni Schicchi, con la inestimable ayuda del coreógrafo Carlos Matos de la Vega.
– La presencia en escena de 23 voces, de las 28 actuantes, nacidas en nuestra piel de toro.
– Cesidio Niño, Director Artístico y Jefe de Producción de ABAO, tuvo a bien interpretar el papel del fallecido Buoso Donati, sometiéndose a las “torturas” que padeció en el escenario.
– Acertado el Coro Ópera de Bilbao, en sus breves intervenciones de Il Tabarro y Sour Angelica.
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