Crítica: ‘Alcina’, un concierto para gozar en el Teatro Real
Alcina, un concierto para gozar
Alcina de Haendel. Elsa Dreisig, Sandrine Piau, Juliette Mey, Jasmin White, Alex Rosen, Stefan Sbonnik, Bruno de Sá. Il Pomo d’Oro. Dirección musical Francesco Corti. Teatro Real. Madrid, 15 de diciembre de 2024.
Fin de semana de éxito y de muestra del peso del nivel del teatro con la ópera representada Maria Stuarda de Donizetti y Alcina de Haendel en concierto. Don espectáculos para disfrutar realmente. Pero voy con un comentario malo y otro bueno. ¿Por cuál quieren que empiece?
Empezaré por el malo. No debe olvidarse que una entrada de butaca costaba para este concierto unos 180€ y una en paraíso sin visibilidad unos 80€. Por tanto no es lógico que quienes han pagado esos precios tengan que sufrir colas interminables en los guardarropas, con taquillas cerradas. De hecho hubo alguien que llamó la atención a la empleada para que llamase a solicitar se abriese la segunda taquilla. No es de recibo. Evidentemente hay cosas a mejorar y es una pena que, con el alto nivel artístico del teatro, tenga estos puntos débiles.
Vamos con lo bueno, la estupenda versión global ofrecida de esta Alcina que se vio representada en el mismo teatro en 2015. Escuchamos una gloriosa versión va a hacer un par de años en el admirable Ciclo Barroco del CNDM en el Auditorio Nacional con Marc Minkowski y Les Musiciens du Louvre, por lo que parecía un concierto prescindible. No lo fue. La larga duración, de más de tres horas, de la obra que Haendel dio a conocer en Londres relanzando su carrera se dividió en dos partes con un solo descanso y algunos cortes.
Alcina es una ópera soberbia, una de las más inspiradas de Haendel con una maravillosa partitura musical que nos hace olvidar las debilidades de un libreto un tanto confuso. Prácticamente una sucesión de recitativos y arias, con algunas páginas orquestales y sólo tres números corales y al final un terceto.
Pero, que maravilla de música si, además, se sabe interpretar como lo hizo Il Pomo d’Oro, un conjunto que se presentó con una veintena de atriles con algunos añadidos para el final y que revalidó sus excelencias en música barroca. Lo dirigió con vitalidad Francesco Corti, quien ya ha dirigido anteriormente en el Real y lo volveremos a encontrar en la ópera de Haendel, Jephta, y la de Tarradellas, Merope.
Sobresalientes los cantantes, con la excepción del tenor Stefano Sbonnik, claramente por debajo del resto. La soprano Elsa Dreisig se lució desde su primera intervención en “Di, cor mio”, yendo de menos a más en su docena de arias y alcanzando un gran momento en la desesperación que encierra “Ah! Ruggiero crudel, tu non mi amasti!”, acompañada por una instrumentación particularmente notable con las cuerdas y los vientos creando un clima de agitación. Sin problema en las coloraturas y con expresividad.
La mezzo Juliette Mey fue un notable Ruggero, bordando con gusto “Verdi prati”, la página más célebre de la obra con cuerdas en pizzicato y flautas dando un toque de dolor y melancolía y perfecta en la emotiva “Mi lusinga” con cuerdas, flautas y clavicémbalo en un evocador acompañamiento. La Morgana de Sandrine Piau brilló en todas sus páginas, especialmente en la triunfante “Tornami a vagheggiar”.
Jasmin White, como Bradamante, también mostró, como las anteriores, su dominio de la coloratura, el contratenor Bruno de Sá desplegó un timbre limpio, casi infantil, ascendiendo en lo más alto de la tesitura y, como sus compañeras, solvente en las agilidades y resultó una pena que el bajo Alex Rosen no tuviese más un aria, pues hubiese gustado escuchar más su imponente voz y línea. Júbilo de todos con el coro final “Dall’orror di notte cieca”, incluida repetición.
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