Critica: En las catacumbas del Palau de la Música con Juan Luis Martínez y la Orquesta de Valencia
En las catacumbas
CONCIERTO EXTRAORDINARIO DÍA DE LA DISCAPACIDAD. Programa: Obras de Joaquín Rodrigo (Adagio para instrumentos de viento. Concierto de Aranjuez (versión para arpa y orquesta), Cuatro madrigales amatorios. Per la flor del lliri blau. Orquestra de València. Solistas: Xavier de Maistre (arpa), Nancy Fabiola Herrera. Director: Juan Luis Martínez. Lugar: Palau de la Música. Entrada: Alrededor de 1.700 personas. Fecha: martes, 3 diciembre 2024.
Concierto malo, muy malo. En el que pasó todo lo peor que puede ocurrir en un concierto. La Orquestra de València, tan crecida en los últimos meses, en los últimos años, bajó el martes a sus catacumbas para volver a los tiempos más feos. Desajustada hasta lo bochornoso, y ante un programa difícil -monográfico Joaquín Rodrigo-, mal planteado y peor resuelto por la batuta del valenciano Juan Luis Martínez. Planificado con muy pocos ensayos y con la discordia de un público inédito -el concierto era gratuito, fuera de abono-, que más parecía estar en los toros o en las fiestas del poble que en una de las salas de concierto más prestigiosas de Europa. Únicamente el arpista Xavier de Maistre – solista de empaque de la versión para las 47 cuerdas del Concierto de Aranjuez-; el formidable solo de violonchelista Mariano García, y los de corno inglés y contrafagot, destacaron hasta lo excepcional en este concierto para el olvido.
Ni siquiera la mezzosoprano Nancy Fabiola Herrera tuvo su día ante una obra -los Cuatro madrigales amatorios-, absolutamente inadecuada para su vocalidad actual. La exasperante lentitud -que no quietud- del primero de los madrigales –“¿Con qué la lavaré?”- ya apuntaba una versión equivocada estética y vocalmente, apuntillada con un “¿De dónde venís, amore?” cuyas cristalinas agilidades están lejos del universo vocal de la en otros casos admirada cantante. Ni que decir tiene que el público aplaudió entre las canciones rodrigueras, e incluso entre los movimientos del celebérrimo Concierto de Aranjuez, en el que el arte, las tablas y virtuosismo de Xavier de Maistre se impusieron en medio de la mediocridad generalizada de tan gris tarde. Como contraste, el arpista francés tocó fuera de programa con radiante melodiosidad y brillantez el Carnaval de Venecia, de Félix Godefroid.
Tampoco contribuyó a rememorar las reminiscencias renacentistas y arcaicas -incluso camerísticas- de los Madrigales y del Aranjuez la abultada sección de cuerdas, más propia de las últimas sinfonías de Beethoven que de la atmósfera íntima y recogida de estas dos obras esenciales del catálogo rodriguero. En este sentido, tanto la voz de Fabiola Herrera como las cuerdas de Maistre tuvieron el mérito de no dejarse eclipsar por el desmedido caudal orquestal.
El programa se había iniciado con una fallida y fallona versión del Adagio para instrumentos de viento, y una lectura de cartón piedra, estridente hasta la saturación y empalagosa como el azúcar del poema sinfónico Per la flor del lliri blau, en el que solo cabe destacar -como ya se ha señalado- los solos de contrafagot y corno inglés. Para el destierro los inacabables “solos” de niños llorando y gritando, de teléfonos sonando y hasta usados como grotescas linternas, de caramelos nada aliviadores de toses estridentes, de gente entrando y saliendo, de cuchicheos… En la catacumba que el martes fue el Palau de la Música, solo faltaron pipas y palomitas… ¡Aunque quizá…! Justo Romero.
Publicado en el diario Levante el 5 de diciembre de 2024.
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