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Por Publicado el: 21/05/2009Categorías: En la prensa

Plácido Domingo, incógnita en el Real

Plácido Domingo, incógnita en el Real
EL MUNDO, 21-05-2009
El tenor triunfa con Cyrano en el Châtelet, pero aún no ha sido contratado por Mortier. París
La mera insinuación de Plácido Domingo entre los pliegues del escenario produjo revuelo, sugestión y hasta algunos aplausos furtivos en el Teatro Châtelet. No había empezado siquiera la ópera, pero la personalidad del tenorísimo, el mito que representa y su disfraz hiperbólico de Cyrano decantaron el espectáculo hacia la devoción y la complicidad.

No hubo condescendencia histérica ni ovaciones gratuitas. Domingo tuvo que sudar el papel y justificar la expectación que había suscitado su regreso a la capital francesa. Gerard Mortier, futuro director del Teatro Real, lo tenía proscrito en la Opera de Paris porque el tenor madrileño encarna el star-system, aunque Domingo se ha resarcido del veto gracias a la carta blanca del teatro Châtelet. Que es tan parisino o más que sus rivales.

Cabe preguntarse ahora si Mortier persistirá en su animadversión hacia Domingo cuando desembarque en la plaza de Isabel II. Antonio Moral, intendente saliente, había conseguido involucrarlo en Luisa Fernanda, Tamerlano y en el futuro Simon Boccanegra, pero la llegada de Mortier implica toda suerte de interrogantes. ¿Se avendrá a contratarlo? ¿Hará una excepción en su cruzada contra los superdivos?

«No hay nada firmado de momento», explicaba Domingo a EL MUNDO. «Ha habido ciertos contactos, pero todavía no hemos llegado a un acuerdo. Me gustaría seguir trabajando en Madrid, pero no depende de mí sólo», añadía el cantante antes de alzarse el telón de Cyrano de Bergerac.

Mortier es un tipo obstinado. También bastante hábil y astuto. Decapitar a Domingo puede redundar en su fama de voraz azotador de mercaderes, pero implicarlo en el proyecto le permitiría preservar el vínculo artístico e histórico del Real con el tenor de la calle Ibiza.

Mientras se produce o se malogra el acuerdo, Domingo redondea su leyenda y prolonga función a función el misterio de la longevidad. Ya no es cuestión de contar los años que tiene -casi 70-, sino relativizarlos con la frescura y con la arrogancia de su voz. Penetra en la sala como un cuchillo, permanece homogénea. No hay síntomas de vibrato ni de decadencia.

Cyrano de Bergerac está escrito a su medida. Un papel vocalmente central, provisto de pasajes declamatorios y de libertades interpretativas. No le exige subirse al trapecio de los agudos. En cambio sí le permite exponer la oscuridad seductora del timbre y asolerarse.

Era la primera vez que la ópera se interpretaba en la capital francesa desde su remoto estreno (1936). Quizá porque la reputación del compositor, Franco Alfano, se ha resentido de un papel gregario -se le conoce por haber terminado Turandot de Puccini- o porque ha predominado en París un cierto chovinismo respecto a la adaptación operística del mito literario y antropológico de Rostand.

Domingo se encargó anteanoche de desencorsetar las precauciones. Tenía a su favor la complicidad de Nathalie Mafrino, soprano emergente de extraordinario interés, pero asumió el peso de la ópera, sujetó a su medida la dramaturgia efectista de Petrika Ionesco, manejó a su antojo el poder absoluto de la sugestión y se entendió con el maestro Fournillier en el foso.

Le arropaban las huestes de la Orquesta Sinfónica de Navarra, cuyos miembros se añadieron a los bravos y a los clamores en cuanto apareció en escena la nariz hiperbólica del tenor de tenores.

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