Crítica: Michael Fabiano, como un tractor por cualquier milla de oro, en Les Arts de València
Michael Fabiano, como un tractor por cualquier milla de oro
CICLO ‘LES ARTS ÉS LIED’. Michael Fabiano (tenor). Bénédicte Jourdois (piano). Programa: Canciones de Duparc, Barber, Tosti y Puccini. Lugar: Palau de les Arts (Sala Principal). Entrada: Alrededor de 500 personas. Fecha: domingo, 14 diciembre 2024.
“Había curiosidad por escuchar al muy ascendente tenor de moda estadounidense Michael Fabiano, que le tocó bregar con el ingrato papel de Corrado, el capitán corsario protagonista de esta ópera fallida. Impacta su voz limpia y calurosa, vigorosa y saludable, proyectada con arrojo y decisión, a la manera del José Carreras de sus buenos tiempos.
Pero se echa en falta el canto en piano, las medias voces, la sutileza belcantista de un Alfredo Kraus, el calor vocal de Plácido Domingo o los colores característicos y definidos de un Bergonzi o del propio Domingo. Fabiano cantó con suficiencia, corrección y pulcritud, pero sin nunca alcanzar la excelencia de ninguno de estos tenores de referencia. Posiblemente, tampoco el papel de Corrado sea el más indicado para su voz, de tintes claramente líricos y probable rumbo a lo spinto”.
Estas palabras, publicadas en LEVANTE-EMV, el 30 de marzo de 2018, cuando el tenor estadounidense, nacido en Nueva Jersey en 1984 y ahora afincado en Madrid, protagonizó en el Palau de Les Arts la ópera Il Corsaro, de Verdi, siguen plenamente vigentes seis años después, cuando ha vuelto a este mismo lugar, para ofrecer el domingo en el ciclo ‘Les Arts és Lied’ un recital en el que todas aquellas carencias siguen latentes.
Fabiano se mostró ajeno por completo al protocolo y los secretos del recital de concierto, con un canto siempre verista y monocorde. Daba igual que cantara el “Lamento de Federico” de La Arlesiana que ofreció fuera de programa, que canciones de Duparc, Barber Tosti o Puccini, que fueron los compositores en los que centró el fallido recital.
La voz es poderosa, ancha, naturalmente bella. Y la utiliza con generosidad y las mejores intenciones. Pero, ya saben, de buenas intenciones lleno anda el infierno. La voz es un mero instrumento para transmitir y generar arte. Y su gobierno necesita estilo, colores, registros y, lo más difícil, aquello que no se puede expresar en palabras. Lo que tenían a raudales Berganza o Fischer-Dieskau, Victoria de los Ángeles, Schwarzkopf o Maria Callas, solo por citas unos pocos nombres que ya no están (aunque sigan eternamente entre nosotros).
La voz saludable, honesta, entregada y bella de Fabiano no se corresponde con su capacidad de generar emoción, de ir más allá del “qué bien canta”. De alguna manera, era como si Turiddu -el bravucón tenor de Cavalleria rusticana-, se empeñara en cantar los Cuatro últimos Lieder de Strauss. Por cierto, hablando de Strauss: cuando ya cerca del final de programa se adentró en las canciones de Tosti y Puccini, parecía el mismísimo “Cantante italiano” que tan magistralmente parodia el compositor bávaro en el primer acto de El caballero de la rosa. Un aburrimiento. Le acompañó toda la noche, a tono y sin más ambición que la buena letra, la pianista francesa Bénédicte Jourdois.
Naturalmente, al acabar el recital Fabiano habló al público, contó en voluntarioso español que “qué estupendo es estar en València”, que se ha afincado en España, que si “¿quieren que les cante más?”, etcétera etcétera. Todo muy manido y previsible. Juan Diego Flórez lo hace, pero desde el don de “lo que no se puede expresar en palabras”.
El único momento relevante de la noche fue el aria “Kuda Kuda” de Yevguéni Oneguin que cantó de propina, y esto a pesar del toque verista y hueco con que deschaikovsquizó la última estrofa. En definitiva, un repertorio equivocado para una voz importante y bella, pero que en el mundo íntimo del recital se mueve como un tractor por cualquier milla de oro. Curiosidad desvanecida.
Crítica publicada en el diario LEVANTE el 17 de diciembre de 2024
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