Critica: Toujours Rameau, Les fêtes d’Hébé en París con William Christie
Toujours Rameau
Les fêtes d´Hébé, Rameau. Reparto: Emmanuelle de Negri, Lea Desandre, Ana Vieira Leite, Marc Mauillon, Renato Dolcini, Cyril Auvity, Lisandro Abadie, Antonin Rondepierre, Mathieu Walendzik. Les Arts Florissants. Dirección musical: William Christie. Bailarines. Coreografía: Nicolas Paul. Dirección escénica: Robert Carsen. Opéra Comique, París, 17 de diciembre de 2024.
La música del que posiblemente sea el mayor genio musical de barroco francés, Jean-Philippe Rameau, sigue bien viva, a pesar de los (afortunadamente erróneos) vaticinios de su compatriota (e igualmente genio) Denis Diderot (véase su genial “El sobrino de Rameau”) y, muy especialmente, en su tierra natal: este año, sin ir más lejos, se programan nuevas producciones de obras suyas en la Opéra y en la Opéra Comique.
Respecto a la serie de representaciones de Les fêtes d´Hébé, observando la simple suma de estos elementos: Rameau + William Christie + Robert Carsen + Théâtre de l´Opéra Comique (uno de los teatros de Ópera más bellos del mundo), cabría esperar los mejores resultados – ¿se cumplieron? Vayamos por partes.
La música de Rameau es de una enorme originalidad (riquísima paleta orquestal), muy personal (se la reconoce enseguida) y, en concreto (muchas de) sus arias y muy especialmente sus músicas de Ballet (como las que figuran en el del caso que nos ocupa), son simplemente fabulosas.
Les fêtes d’Hébé, no es propiamente una ópera sino una ópera-ballet, género desarrollado en Francia durante el Barroco, que combina (como su propio nombre indica) elementos de la Ópera y el Ballet, y cuyo principal exponente, es, justamente, Rameau. Constituyen una suerte de óperas que incluyen muchas danzas (es decir, muchas músicas de Ballet) a lo largo de todos los actos (a diferencia del ballet de las grands opéras del siglo XIX, que, generalmente era uno sólo, y solía tener lugar en el tercer acto).
Les fêtes d’Hébé supone la segunda ópera-ballet que compuso el maestro francés, tras su más famosa Las indias galantes (Les Indes galantes).
En éste género, se presenta un tema en el prólogo, y luego, en cada acto, se desarrolla una pequeña historia referente a ese tema, sin que estas pequeñas historias relativas al tema tengan que ver (o muy poco) entre sí: en Les fêtes d’Hébé el tema son las artes líricas, y así, los tres actos se dedican cada uno, respectivamente, a la poesía, la música y la danza.
Entiendo que Robert Carsen, por lo general un muy buen director escénico de Ópera, haya querido insuflar vida, acción y actualidad a una obra que, si musicalmente, funciona a las mil maravillas, cuenta, no obstante, con un libreto un tanto anticuado, estático y rimbombante, por lo que ha optado por simplemente transponer la acción a nuestros días (algo nada nuevo), con resultados algo discutibles: a veces parece que se interpretan al mismo tiempo dos obras diferentes superpuestas: un show de Carsen, en el que se canta y se toca la música de Rameau.
No me voy a extender mucho en esto, ya que tendría que contar dos veces el argumento de la ópera-ballet que nos atañe: una la versión de Rameau y Montdorge (su libretista), y otra la versión de Carsen. Pero simplemente voy a dar unas pinceladas de lo que dice el libreto original, y cómo lo reinterpreta Carsen para el Prólogo:
Libreto original: Hebe, diosa de la juventud, sufre una falta de reconocimiento en el Olimpo y es despedida. Momus, dios de la burla y la celebración, quiere demostrarle que una estancia en la tierra puede ser muy placentera. Además, las Gracias y luego el Amor se unen a Hebe. Amor propone establecerse a orillas del Sena. Decidida a celebrar la juventud y los placeres, Hebe invita a las musas a mostrar, durante tres festivales sucesivos, los talentos líricos de la poesía, la música y la danza (se desarrollarán en los tres actos sucesivos).
Versión Carsen: En 2024, Hebe es una camarera de un Palacio en París (¿El Palacio del Elíseo?), que accidentalmente derrama una copa de vino sobre el traje de una de las asistentes a la fiesta de “alto standing” en la que Hebe sirve. Es así despedida (=es despedida del Olimpo). A la salida del Palacio, hay una cola de invitados que esperan un taxi o uber para volver a casa. Una chica pide a los dos guardias del palacio que la dejen hacerse una serie de selfies con el palacio de fondo. Luego envía sus fotos a los demás por redes sociales. El Sena y sus orillas, está representado por las actuales “playas artificiales” que se “han montado” en las mismas…bueno, nos hacemos una idea: se sigue de lejos el libreto original, intentando ser ingenioso con el mismo y, a veces, simplemente parodiándolo: se baila breakdance, hay un chiringuito playero, luego una reunión de personajes que parecen encarnar a la familia de la Bruja Avería…en fin…
Me esperaba bastante más de Robert Carsen, que es capaz de realizar un trabajo más sólido y coherente, incluso a partir de un argumento tan flojo.
Respecto a la parte Ballet de la ópera-ballet, comentar que éste, como tal, brilla por su ausencia: se baila breakdance, rap, hip-hop, (etc.) algo que últimamente parece de rigueur, en lo referido a los episodios de danza en las actuales puestas de escena de las obras de Rameau. Como coreógrafo figura en el programa de mano Nicolas Paul, pero no me queda muy claro cuánto era coreografía y cuánto improvisación.
Musicalmente las cosas fueron ya muchísimo mejor.
Con William Christie la máxima calidad de ejecución de la obra, tanto desde el punto de vista técnico como interpretativo, está asegurada. No solamente es uno de los mejores directores historicistas, sino uno de los mejores directores (así, a secas) de la actualidad. Ha cumplido ya 80 años y cada ocasión para disfrutar de su arte supone todo un regalo. Cuenta además con sus fabulosos Orquesta y Coro Les Arts Florissants, con los que colorea, acentúa, matiza, hace vibrar y, en resumen, llena de vida de la mejor manera posible a las obras musicales que se nota que ama y que quiere que el resto también amemos. En Rameau y Handel es insuperable.
Además de los jóvenes artistas que suelen participar en sus producciones, también hay que recordar que Christie ha mantenido muy fructíferas relaciones artísticas a lo largo de los años con cantantes de la mayor proyección: así son recordadas sus colaboraciones con artistas de la talla de von Otter, DiDonato, Petibon, o la maravillosa Dessay, entre otras.
Ahora los melómanos tenemos la fortuna de que una de sus colaboradoras habituales sea Lea Desandre. Tan sólo con su aura angelical y su físico de heroína romántica, sin ni siquiera abrir la boca, ya se mete al público en el bolsillo. Además es una estupenda actriz (y bailarina, puesto que “se marcó” unos cuantos bailes de flamenco, rap, hip-hop…), pero, sobretodo, lo más importante, claro está, es que es una cantante exquisita, que encarnó de manera deliciosa, en cada acto a Safo (Sapho), Ifis (Iphise) y Egle (Églé). La mezzosoprano franco-italiana, como es su costumbre, dio una lección de estilo y buen canto.
También es necesario mencionar a Emmanuelle de Negri, que cantó muy solventemente los papeles de Hebe (Hébé, personaje que da título a la obra) y la Náyade, así como la (sobretodo teatralmente) explosiva Ana Vieira Leite que hizo lo propio con los personajes de el Amor, la corriente (Le ruisseau) y una pastora (une bergère).
Notables el resto de cantantes; sobresaliente el coro (Coro de Les Arts Florissants).
Como conclusión, una muy buena velada, extraordinaria desde el punto de vista musical, con Christie y sus huestes en estado de gracia, y una Desandre que seguro cosechó un mayor número fans aún de los que ya antes tenía. Y un lujo presenciar una ópera así en un teatro tan bello (con muy buena acústica, dicho sea de paso).
Jean-Philippe Rameau estaría muy orgulloso de la interpretación musical de su ópera-ballet; no me queda tan claro que opinase lo mismo de la interpretación escénica de la misma: de hecho, no creo que, sin la música, reconociera en ella su obra ni en un millón de años… Jose Maria Garcia-Courel
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