Crítica: Presencia femenina en la ORCAM, con Alondra de la Parra y Guy Braunstein
Presencia femenina
Obras de Bacewicz, Dvorák/Braunstein y Rimsky-Korsakov. Guy Braunstein, violín. Orquesta de la Comunidad de Madrid (ORCAM). Directora: Alondra de la Parra. Auditorio Nacional, 13 de enero de 2025.
Un concierto este que, como bien dice Eva Sandoval en sus notas (que hay que leer a través de la miniatura de un teléfono móvil), gira en torno a la personalidad de tres mujeres pertenecientes a distintas culturas: una compositora polaca del siglo XX, una ondina de la mitología eslava y una princesa de la literatura medieval de Oriente Medio.
De la creadora polaca, Grazyna Bacewicz (1909-1969), escuchamos una jugosa, nerviosa y chispeante Obertura, de 1943, recorrida por un permanente hormigueo, que nos recordó al que culebrea en la obertura de La novia vendida de Smetana. Nos pareció más bien confusa la por otra parte animada exposición de la flameante batuta de la siempre activa y movediza Alondra de la Parra. Faltó algo de claridad, aunque el tempo nos pareció justo y acertado.
Inmediatamente se interpretó lo que era estreno para la formación madrileña: la Rapsodia sobre Rusalka de Dvorák compuesta por el violinista Guy Braunstein, antiguo concertino de la Filarmónica de Berlín y animador unos años del Festival ClasClas de Villagarcia de Arosa (Pontevedra).
El trabajo es aseado, bien escrito, bien atemperada la colaboración entre tutti y solista. Se emplean lógicamente temas de la ópera conectados de manera fluida. Se reserva para el final el más conocido, proveniente de la Canción de la luna de la ninfa. Falta en la composición algo más de relieve tímbrico, de fulgor, de sustancia musical. Braunstein tocó muy afinado y expresivo, con técnica fácil y bien medida, aunque con un sonido delgado no precisamente rico. Lo que se acusó en un primer bis, una pieza de conexión eslava que no acertamos a localizar. Estupendo el segundo regalo, una de las más conocidas miniaturas de Fritz Kreisler.
La intervención de Braunstein como concertino de Scheherazade de Rimsky fue apolínea, afinada, correctísima a falta de una sonoridad más muelle y sustanciosa. Engalanó una versión muy acertadamente planteada por la volandera batuta, que construyó con gracia las volutas y oleadas sonoras que alimentan El mar y el barco de Simbad. La narración se edificó con autoridad y firme pincel, más propio de una pintura al óleo que a la acuarela. Sonoridades plenas, bien alimentadas y engrosadas por la buena disposición de la Orquesta.
Destacada labor de los solistas de fagot, oboe y clarinete en La historia del príncipe Kalendar, que tuvo un cierre algo confuso impulsado por la arrebatada batuta. Excelentes también las intervenciones del chelo. Nos gustó la buena mano descriptiva aplicada a la introducción de El joven príncipe y la joven princesa. La directora adoptó un tempo rápido y presuroso en el cuarto cuadro de la composición, Festival en Bagdad. El mar. El barco se estrella en el acantilado coronado por un guerrero de bronce. Los diálogos instrumentales resultaron algo borrosos. Casi todo fue bastante abrupto y el tempo se antojó en exceso presuroso.
En todo caso, se disfrutó con la animada exposición de De la Parra, siempre juncal y salerosa, resolutiva y afirmativa, que se dirigió con gracejo al público para hablar de Braunstein y su labor.
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