Liszt o el inventor del virtuosismo pianístico

Las vacaciones de verano que tuve el placer de disfrutar el pasado año
constituyeron sin duda alguna un encuentro. Un encuentro con una ciudad,
Budapest, y un reencuentro con un compositor, Ferenc (Franz) Liszt. La
capital húngara posee una infinidad de atractivos, como tener el mayor
parlamento de Europa, la más grande sinagoga aún utilizada y el tren
subterráneo con una mayor antigüedad en el continente. Como recordaba ese
estupendo director orquestal que fue George Solti, en Budapest se respira
una diversidad cultural: fortalezas y edificios romanos, tradiciones turcas
como los afamados baños termales o su influjo arquitectónico de la belle
époque. Paseando por las inmediaciones del denominado ³Broadway de Pest² uno
se siente atrapado por la vida musical magiar, ya sea por su Teatro de Ópera
Estatal (Magyar Allami Óperház) o por el Teatro de la Opereta (Budapesti
Operettszínházban). Pero volviendo a Liszt, recuerdo con nostalgia y
melancolía mis estancias en la Academia de Música y en el Museo
Conmemorativo y Centro de Investigaciones Liszt Ferenc. Tuve la oportunidad
de conversar con un profesor que impartía la interesante materia de
Psicología Musical, para posteriormente contemplar embriagado el espacio
destinado íntegramente al suegro de Richard Wagner. No cabía en mi asombro,
era todo un espectáculo visual, sentimental y melómano. Tocar el camastro
sobre el que reposaba el maestro, el reclinatorio que sería tan
imprescindible en sus horas de rezo, contemplar las partituras, cartas y
escritos ordenados en las estanteríasS

La concepción de un perfeccionamiento en la técnica basándose en el modelo
virtuoso al violín de Niccolò Paganini, llevó a Liszt a convertirse en un
gran captador de masas. Para un pianista como Alfred Brendel, en los Años de
Peregrinaje y principalmente el Tercero, se presenta un cambio de
tonalidades sin recurrir a las modulaciones, apareciendo como el primer
compositor que experimenta una disolución de la tonalidad, abandonando las
simetrías, desarrollos y repeticiones clásico-románticas. Para Brendel, el
color sirve de principio de articulación, aunque algunas veces se torne
hacia una estructura arcaica e impersonal.

Liszt se mostrará como un ser contradictorio, con sus devaneos amorosos, su
retirada como concertista de piano o su creciente acercamiento a la Iglesia
Católica Romana, hasta el punto de convertirse en abad. Ese poder
trascendental le trasladará a un estado compositivo místico, con evocaciones
a san Francisco de Asís y san Francisco de Paula como sucede en sus Dos
Leyendas. También se tornará tenebroso con ³una canción de cuna en la tumba²
que según su autor es la Primera de las Elegías o el recuerdo del toque de
campanas fúnebres en su segunda de ellas. Usando el tema Weinen, Klagen,
Sorgen, Zagen (³Llorar, quejarse, preocuparse, tener miedo²) de la Misa en
si menor de Johann Sebastian Bach, ese gran compositor y exponente
indiscutible de la Iglesia luterana, Liszt extrae unas variaciones sumidas
en un estado obsesivo en relación con la religión, la vida y la muerte.

VERSO nos propone un viaje por el territorio pianístico lisztiano, con un
monográfico a cargo de la pianista Miriam Gómez-Morán. El mismísimo Alan
Walker, célebre biógrafo del compositor, comentó acerca de nuestra
instrumentista lo siguiente: ³Me quedé profundamente impresionado por su
recital con obras de Liszt. Su ejecución de las Variaciones Weinen, Klagen
fue un tour de force, mientras que su interpretación del formidable Valle de
Obermann fue la mejor que he escuchado jamás. No era sólo una cuestión
técnica, que ella posee en abundancia. Uno se daba cuenta de que una
verdadera artista estaba presidiendo el teclado².

Un nuevo y esperado lanzamiento del sello VERSO, servido en bandeja de plata
por una excelente solista y con los consabidos avales de calidad, emblema y
exponente de la discográfica.

Jaime Arroyo Moya
jimmysalieri@terra.es