MITSUKO UCHIDA, EL IMPERIO DEL SOL CRECIENTE
MITSUKO UCHIDA, EL IMPERIO DEL SOL CRECIENTE
14 Ciclo de Grandes Intérpretes
Obras de Mozart, Berg, Beethoven y Schumann. Mitsuko Uchida (piano). Auditorio Nacional de Música, Madrid, 10 de noviembre de 2009.
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Se ha dicho varias veces, pero no importa repetirlo: el ciclo de pianistas de la “Fundación Scherzo” es el más importante en su género que se da en Madrid. Si antaño fue su ‘spiritus rector’ Antonio Moral, hoy Javier y Patrick Alfaya mantienen el altísimo nivel de selección, dentro de esas características de círculo cerrado y endogámico que siempre han definido a la importante publicación musical. La japonesa Mitsuko Uchida (Tokyo, 1948) ha tenido mala suerte en sus escasas actuaciones madrileñas: móviles, toses incontinentes y hasta abandonos de sala por enfermedad han jalonado recitales previos de la artista, pero la suerte empezó a cambiar el pasado marzo, con su aplaudida interpretación del “Concierto” de Schönberg junto a Salonen y la Philharmonia londinense. La sesión que se reseña, con una audiencia atenta y entregada, se saldó con éxito entusiasta.
Uchida es una intérprete “trascendente”. Tanto ella como Maria Jôao Pires apuestan por un Mozart introvertido y maduro, y así se interpretó el “Rondó K. 511”. Al concluirlo fue llamativo el gesto negativo de la artista para impedir la entrada del público rezagado. A Uchida, como a Brendel o a Pollini, le apasiona la música de la Segunda Escuela de Viena, lo que evidenció su fervorosa lectura de la “Sonata Op. 1” de Alban Berg. El listón subió aun más con el Beethoven de la “Sonata nº 28, Op. 101”, que buceó en la claridad y el intimismo. Pero la cima musical llegó en la segunda parte con los 34 minutos de la “Fantasía en Do mayor, Op. 17” de Schumann, en donde las matizaciones dinámicas se volvieron extremas y los silencios cortaron el aire: el arte de Uchida para la peroración es a veces más intenso cuando calla que cuando dice. Pocos intérpretes tienen hoy capacidad similar para poetizar musicalmente. En completo cuarto creciente, la aclamación del público forzó dos propinas, Scarlatti y Bach al borde lo etéreo, con esa técnica del claroscuro que es marca de la casa.
Las excelentes notas de María José Cano, con la grata sorpresa de que “Scherzo” haya permitido la presencia de una brillante comentarista foránea, completaron una velada modélica: ojalá fueran así todos los conciertos. José Luis Pérez de Arteaga
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