Locos por la música
Mundo éste de borregos. Dos forman una cola y miles se ponen detrás. La indignación era lógica, no su tardanza, pero unos aún no saben por qué se pusieron a la cola, otros a dónde les lleva y no pocos cómo controlarla. Sin embargo mil pueden lograr con la fuerza lo que no veinte millones con la ley: paralizar desahucios. Yo, que soy un indignado del catastrazo madrileño, empiezo fila. Síganme a poco cariño que tengan a su bolsillo. ¿No les suena esta música a otra anterior? Entonces ganamos.
El día 21 están todos ustedes obligados a saturarse de música porque a Jack Lang se le ocurrió en 1982. No hay pólvora, pero da igual: tracas por todos lados. Menos mal que a Antonio Moral se le ocurrió que, si tenía que gastar porque el INAEM así lo quería, al menos que fuese en sábado, día en que los perros nos dejan pastar a los borregos. Ciento cincuenta mil euros pulidos en doce horas del millón y medio total para el año, 40 conciertos, casi 750 participantes, retransmisión en directo por Radio Clásica…. Sólo merecerá la pena si, de las cuarenta mil personas de posible acceso, de verdad pasan por el Auditorio Nacional gentes que ahora huyen de él por su contenido, por su connotación elitista o por sus precios. ¿Cómo salen todavía pingüinos a tocar? ¿Alguien piensa que todo el mundo se puede permitir pagar 120€ por dos entradas, cuando se gana mil? El público del Auditorio es prácticamente fijo a determinados ciclos, cuando no repetidores en unos y otros, siendo pocos los que acuden esporádicamente. Seguro que la publicidad de estos tres últimos días logrará formar la cola a la que me refería al principio. Lo que hace falta es que tanta traca deje poso y eso ya es otro cantar, aunque la programación sea consistente.
En menos de un día se escuchará desde el clásico schubertiano “La muerte y la doncella” al “Apocalipsis” de Jesús Torres, pasando por el “Cuarteto para el fin de los tiempos” de Messiaen. ¿Se me nota cierto tono trágico? No es para menos entre primas de riesgo y tantos haciendo el primo. Y, si quieren, sonrían aunque no tengan motivos, porque también podrán escuchar el “Himno a la alegría”.
Gonzalo Alonso
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