La NFilarmónica de Nueva York con Gilbert
Ciclo de Ibermúsica
Melancolía, tristeza y tragedia
Obras de Haydn, Adams, Schubert y Berg. Orquesta Filarmónica de Nueva York. Alain Gilbert, director. Auditorio Nacional. Madrid, 24 de enero.
Expresa acertadamente González Lapuente en sus extensas y densas notas al segundo de los conciertos de la Filarmónica de Nueva York que el programa se encontraba “entrelazado a través de una extraña coherencia argumental en la que importa lo subjetivo y la aparente sencillez, la mezcla de los sensible y razonado , lo íntimo, lo trágico y lo triste”. Efectivamente el programa resultaba triste y hasta trágico y desde luego poco adecuado para desvelar claramente si el nuevo titular del conjunto se encuentra al nivel del mismo. Cuatro obras en la que la más larga era la “Incompleta” schubertiana y que se abría con la sinfonía n.49 “La Passione” de Haydn, para completarse con “El curador de heridas” de Adams y las “Tres piezas para orquesta Op.6” de Alban Berg.
Tanto Haydn como Schubert sonaron equilibrados, expresivos y la orquesta lució un espléndido sonido que culminaría potentísimamente en el Alban Berg, obra que resulta todo un lujo para una gira dado que requiere más de cien músicos para sus apenas veinte minutos de duración. Algunos de los espectadores, que llenaban totalmente la sala, abandonaron ésta entre Schubert y Berg, perdiéndose una portentosa interpretación. Seguro que Berg no les habría parecido tan “duro” como temían. Completaba el programa, en vez de un Bernstein que quizá habría satisfecho más a todos, una partitura de John Adams con un texto de Walt Whitman imposible de musicalizar, con frases como “Del muñón del brazo, de la mano amputada, quito el vendaje ensangrentado, elimino la piel muerta, limpio de pus y sangre…”. Al final, la composición no pasa de ser una tragedia light y la presencia de Thomas Hampson para recitar, más que cantar su texto, no deja de ser todo un desperdicio. La obra resulta además incómoda de tocar para la cuerda y muy especialmente para una trompeta que siempre se mueve en la zona más aguda de su registro.
La obertura “Egmont” coronó un concierto en el que Alain Gilbert (New York, 1967) causó una buena impresión, especialmente tras la “Segunda” de Sibelius de la jornada anterior, pero al que aún hay que escuchar con una gran obra de repertorio. Gonzalo Alonso
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