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Por Publicado el: 18/05/2012Categorías: Crítica

Maazel se sube al podio de la Sinfónica de Galicia

XV Festival Mozart
Maazel se sube al podio de la Sinfónica de Galicia
Obras de Verdi, Mozart y Mahler. Orquesta Sinfónica de Galicia. Lorin Maazel, director. Palacio de la Ópera. A Coruña, 17 de mayo.
Los tiempos también pueden cambiar para bien y así sucede con la calidad de las orquestas españolas. Hasta hace bien poco era impensable que los grandes nombres de la batuta se subieran a sus podios y ahora tenemos a Mehta dirigiendo todo el Festival del Mediterráneo en Valencia o a Maazel en Coruña con las Sinfónica de Galicia en pleno Festival Mozart. Dinero cuesta, no cabe duda, pero parece que gracias a ello se logra mucho más espacio del habitual en los medios de comunicación. A falta de presupuesto para óperas, algo había que ofrecer que resultase atractivo y original y así ha llegado el director más técnico de la actualidad a la orquesta titular del festival. Ha contado éste con un inicio potente: el estreno mundial de “Alborada de noite e de kuz” de Juan Durán, junto al “Te Deum” de Berlioz y la “Novena” beethoveniana con el Orfeón Donostiarra y Victor Pablo al frente y el aquí comentado concierto del franco-americano.
La agrupación sabía que no podía desaprovechar la ocasión y había de dar lo mejor de sí. Lo hizo preparándose a conciencia y con entusiasmo de forma que Maazel hasta prescindió del ensayo general en la mañana del mismo día del concierto. Se decidió, y con acierto, un programa ecléctico y con gancho popular: Verdi, Mozart y Mahler. La obertura de “La Forza del destino” sirvió para abrir en una lectura llena de poder y brillantez, con las célebres llamadas del metal sonando a auténtica advertencia. Pulso y nervio en todo momento. Siguió luego la “Júpiter” mozartiana, sinfonía cuya fuga final nunca deja de asombrar, como también el ambiente de misterio del “Andante” o la curiosa cita al aria “Un bacio di mano” en el “Allegro vivace”. Versión sólida, quizá demasiado monolítica a la que pudo faltar la dosis de ligereza y desenvoltura que debe acompañar casi siempre a la música de Mozart por muy profunda que ésta sea. Aquí es donde faltó el ensayo general. No en cambio en la “Primera” de Mahler, admirable desde todo punto de vista, con prestaciones sobresalientes en todas las secciones: la seguridad y fortaleza, casi hiriente, de los metales, la calidad de las maderas y el empaste de la cuerda, sin olvidar la potencia de los timbales o el sobrio canto fúnebre del contrabajo en el tema “Frère Jacques” grotescamente contrastado por clarinetes y oboes. Por esta vez Maazel no acusó la tendencia a ralentizar los tempos de tantos directores octogenarios, sino que brindó brío por doquier, muy especialmente en el pletórico final. Ovaciones interminables de un público que no abandonaba la sala esperando inútilmente algo más que la sonrisa de satisfacción del maestro. Gonzalo Alonso

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