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Por Publicado el: 26/01/2005Categorías: Noticias y maldades

San Petersburgo, la vuelta de un mito

Ciclo de Ibermúsica
La vuelta de un mito
Obras de Weber, Schumann y Rachmaninov. Eliso Virsaladze, piano. Orquesta Filarmónica de San Petersburgo. Yuri Temirkanov, director. Auditorio Nacional. Madrid, 25 de enero.
Mucho ha llovido desde que en 1971 se presentase en Madrid la Orquesta de Leningrado. A partir de entonces se convirtió en un mito y un mito muy querido para la afición española. Sobre todo después de los inolvidables conciertos en el Real de 1982 y 1986 bajo su titular, el añorado Mravinski. Algunos años más tarde, concretamente un año después de la desaparición de Mravinski en 1989, volvió con Yuri Temirkanov, su entonces recién nombrado nuevo titular y con quien nos ha visitado desde entonces. Entre tanto ha habido otros dos cambios, uno sin importancia como es la vuelta a la denominación original de Orquesta de San Petersburgo y otro algo más sustancial, la desmembración de Rusia y el traslado a occidente de buena parte de sus mejores y peores músicos. La Orquesta de San Petersburgo ya no es lo que era y hoy queda en nuestra afición más cariño que admiración y es que además de que nuestras agrupaciones han mejorado, Alfonso Aijón se encarga todos los años de traernos los más destacados conjuntos del mundo.
Sin embargo todavía pueden admirarse muchas cosas de la mítica agrupación, cómo un sonido compacto y bello, homogéneo en todas sus secciones, así como un poder sonoro que, sí no es el de ayer, aún llena y, sobre todo, su capacidad para transmitir el espíritu más melancólico, dolorido y resignado del pueblo ruso. Todo ello quedó de manifiesto en las “Danzas sinfónicas” de Rachmaninov, especialmente en la primera de ellas, tan hermanada con la “Tercera sinfonía” y en ese demoníaco final, de tanto paralelismo con el de la “Sinfonía Fantástica” de Berlioz.
Abrió la primera parte una muy correcta lectura de la obertura de la “Euryanthe” de Weber, tras la cual era plato fuerte el “Concierto para piano” de Schumann. Eliso Virsaladze estuvo más pendiente de la articulación que de la música, que quedó en todo momento un tanto corta de vuelo. Los puntiagudos zapatos de finísimo y largo tacón no parecen lo más adecuado para tocar el piano, pero las modas avanzan en todos los ambientes. Sin un volumen espectacular, que Temirkanov respetó escrupulosamente en detrimento del lucimiento del acompañamiento orquestal, su versión quedó a medio camino entre las más camerísticas y las más extravertidas. ¡Qué difícil es este concierto, del que existen muchas versiones y tan poquísimas de referencia! Temirkanov, partituras en atril y con su personal y admirable técnica en brazos, muñecas y manos, concedió dos propinas –Elgar y Prokofiev- que redondearon el breve programa inicial. Gonzalo ALONSO

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