Iberoamérica
El mundo se ha hecho pequeño y ahora que las distancias son mucho más cortas, la posición geográfica se ha relativizado. El vínculo cultural, subrayado por los intereses económicos, obliga a otro tipo de actitudes. En el caso de la música parece imprescindible que España pueda asumir algún tipo de responsabilidad añadida de cara sobre todo a Iberoamérica. Y no es tanto acudiendo a conceptos pretéritos más o menos actuales -como aquello de la Madre Patria que, para algunos, todavía sigue siendo válido-, sino de realidad práctica.

Para ello es imprescindible un estudio previo sobre qué elementos se puede establecer alguna colaboración en el terreno musical. Por ejemplo, en el canto basta hacer una constatación, los tenores hispanos arrasan en el panorama. En este momento las figuras más relevantes, sobre todo para el repertorio italiano, son de allí. Repasemos el listado: Ramón Vargas, Francisco Casanova, Rolando Villazón, Marcelo Álvarez, José Cura, Juan Diego Flórez… No está mal si tenemos en cuenta el panorama actual. En el caso de las mujeres, aunque la cosecha es aparentemente menos rica, también tienen su lugar con figuras como Cristina Gallardo Domas, Verónica Villarroel, Juanita Lascarro, Ana María Martínez y un largo etcétera.

Sin embargo, su presencia en nuestro país no es tan habitual como en otros. En parte es debido a que no se ha apostado por ellos desde el principio -quizá con la excepción de Flórez-, con lo que el vínculo establecido es más tardío y, como tal, menos sólido. España está muy lejos de poder ofrecer una red lírica como la de otros países que, seguramente, pagan menos, pero tienen mejor proyección internacional. Salvo aquellos que han decidido residir en España (caso de Cura o Gallardo Domas), su vínculo es relativo. Ahí están los ejemplos de Ramón Vargas y Marcelo Álvarez, cuyas visitas son escasas.

Curioso es el caso de Rolando Villazón que, como se recordará, interpretó con gran éxito en el Campoamor «Romeo y Julieta» junto a Ainhoa Arteta, que llegó a grabarse como se recordará. Lanzado como una de las grandes figuras del momento, desde su experiencia ovetense apenas ha vuelto a tener una relación con España. Faltan, indudablemente, políticas de acogida de artistas iberoamericanos, con becas y audiciones que permitan su introducción en Europa. También debería alentarse su presencia de cara a la zarzuela y teniendo en cuenta las dificultades que tiene este género al necesitar un compendio de actores, cantantes y, en muchas ocasiones, bailarines. Para ello es imprescindible dar la oportunidad de que se formen por estos terrenos.

En el caso del mundo instrumental, tres cuartos de lo mismo. Falta un apoyo a los artistas para que, siempre que se pueda, muestren su capacidad. Véase el caso de Simon Rattle, el influyente director de la Filarmónica de Berlín, que, en verano, se desplaza a Venezuela para trabajar con las estupendas formaciones de jóvenes y ahí está ese extraordinario contrabajista que, casi adolescente, fue traído del país iberoamericano.

La necesidad de colaborar en proyectos de coproducción -tanto en la zarzuela como en la ópera-, la apuesta por el intercambio a todos los niveles, la labor de difusión de la música iberoamericana, debería estar en los principios de las instituciones españolas, teniendo en cuenta además la proyección transatlántica de nuestras empresas. España tiene que ser puerta de entrada de un continente que, desde muchos puntos de vista, tiene mucho que ofrecer