MEHTA INAUGURA SANTANDER, EDICIÓN 61

Festival Internacional de Santander

Obras de Beethoven Rimsky-Korsakoff y Dvorak. Orquesta Filarmónica de Israel. Dir.: ZUbin Mehta. Palacio de Festivales de Cantabria, Santander, 1de julio de 2012.

En estos días Santander respira música: a la misma hora que Zubin Mehta inauguraba la edición 61 del Festival, en la Sala Argenta del Palacio de Festivales, en el mismo edificio, sala Pereda, tenían lugar las últimas actuaciones de la fase de cámara y recitales del Concurso Internacional de Piano “Paloma O’Shea”, una competición que llega su edición 17 con 40 años de vida a las espaldas. Coincidiendo con el final del concierto, se anunciaba que la única española clasificada, Marta Liébana, se quedaba fuera de las semifinales. Mehta compensó con una espléndida sesión musical el regusto amargo que a muchos dejó la eliminación de la pianista madrileña en el certamen paralelo. El maestro indio, una de cuyas “casas” es desde hace años Valencia –Gonzalo Alonso comentaba en junio su impactante “Medea” en el Palau de Les Arts-, lleva 44 años vinculado a la Filarmónica de Israel, que lo nombró Consejero Artístico en 1968 y titular vitalicio en 1977. No sólo la excelente forma de la agrupación, que acaba de rebasar los 75 años de vida, sino la imponente galería de directores que han pasado en los últimos lustros por su podio, se deben al trabajo incansable de Mehta, encomiable forjador de conjuntos instrumentales.

De otra parte, es bien sabido que el de Bombay tiene “sus” días: siempre dentro de un nivel de primera división, el artista puede estar o no a gusto en una actuación, y en eso se parece a uno de sus sucesores en la Filarmónica de Nueva York y durante algunos años colega en Valencia, Lorin Maazel. En Santander Mehta disfrutó haciendo música y tuvo tarde de campanillas. Abrió sesión con una lectura hiper-clásica de la “Octava Sinfonía” de Beethoven, en donde el elegante fraseo de la cuerda israelí definió el estilo. Se marcó luego un apabullante “Capricho español” de Rimsky, que embraveció a la sala, y cinceló en la según parte una versión de enorme fuerza, pero a la par de raro intimismo, de la “Sinfonía del Nuevo Mundo” de Dvorak, con un segundo movimiento de antología. Ya dado a Dvorak, tras la “Novena” regaló una “Danza eslava” del mismo autor. Había más propinas en los atriles, pero orquesta y director están de gira y los tardíos horarios españoles siempre descabalan los madrugones de los viajes; por ello Mehta dejó la miel en la boca y se marcó propiciando el regusto de lo bien hecho. José Luis Pérez de Arteaga