Chailly, esplendor en “La Boheme
Temporada del Palau de les Arts
Chailly, esplendor en “La Boheme”
A.Machado, G.James, M.Olivieri, M.Peirone, M.Cavalleti, G.Burato, A.Snarski, C.Romeu, etc. Escola Coral Veus Juntes den Quartz de Poblet, Escolanía de la Mare de Déu dels Desamparats, Cor de la Generalitat Valenciana y Orquesta de la Comunitat Valenciana. D.Livermore, dirección de escena. R.Chailly, direción musical. Nueva producción del Teatro con la Opera de Filadelfia. Palau de les Arts. Valencia, 5 de diciembre.
Había gran expectación por “La Boheme” que presentaba el Palau de les Arts en coproducción con la Ópera de Filadelfia por la presencia en el foso de Riccardo Chailly, uno de los mejores directores de la actualidad con el morbo de que podía haber sido el sustituto de Maazel en la titularidad del centro, operación que torpedeó la prensa local. El italiano no se anduvo con chiquitas y planteó una versión sinfónica de la partitura, muy rápida de tempos, con poco espacio para la respiración de unos cantantes que casi lo único que les diferenciaba del resto de instrumentos de la orquesta es que tenían que actuar y emocionar, pero lograron combinar todo ello. Con un maestro así es un placer escuchar a la Orquesta de la Comunitat Valenciana. Fue una lectura llena de nervio y baste citar el ejemplo de las frases de la cuerda en la entrada de Mimí en el cuarto acto, pero también conservó toda la delicadeza precisa en los momentos que lo precisan. Por favor, no dejen que esta agrupación se eche a perder con los recortes.
La producción combinó su visión tradicional con las modernas tecnologías a fin de resolver los decorados con proyecciones. Éstas van ligadas a los cuadros que sucesivamente va pintando Marcello. Lo que aparece sobre su caballete es lo que sugieren los telones cinematográficos, en su mayor parte un homenaje a la pintura francesa del siglo XIX con alguna concesión a Van Gogh y al fondo pictórico del Museo de Filadelfia, ciudad de la coproducción. Todo funcionó correcta y adecuadamente salvo un incidente técnico al final del tercer acto. El ahorro de costes es notorio pero no perjudica, como tampoco el uso de vestuario reciclado por el propio teatro.
Aquiles Machado, que ha adelgazado un porrón de kilos hasta quedar como lo que los registas quieren hoy, se halla en uno de los mejores momentos de una carrera que ha pasado por altibajos. La voz brilla, el timbre es gratísimo, frasea y se le entiende cada palabra, apenas se percibe el vibrato perjudicial de antaño por las alturas. No hay muchos tenores así hoy día y resulta incomprensible que no brille internacionalmente con la misma luz que otros con menos watios y, sobre todo, que en España no le escuchemos más. Esto de los agentes y los directores artísticos empieza a ser de juzgado de guardia. La mucha profesionalidad de Helga Schmidt se hace patente en los repartos: no pudiendo pagar a divos, logra repartos dignísimos y equilibrados sin famosos. A Gal James le falta peso vocal para interpretar una Mimí como las de Freni o Cotrubas y queda poco contratada con la figura de Musetta, pero canta con gusto y llega al público. Hasta algunos bravos coronaron el “Addio senza rancor”. Carmen Romeu triunfa como la casquivana y el teatro se marca con ello otro tanto, dado que es artista local. Bien Massismo Cavalletti y el resto del reparto -bravos los coros de niños-, admirables seguidores del concepto impuesto por Chailly.
Reconforta salir de una representación escuchando al público “Me ha hecho llorar”, “Ha sido preciosa”… Cuando en otros teatros lo que se oye son imprecaciones a las madres de los registas o directores artísticos. Una recomendación final: si por los recortes hay un ERE, que sea candidato el responsable del telón. No se puede bajar éste cuando el público permanece sentado en sus asientos ovacionando a los artistas. Gonzalo Alonso
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