Abbado, definición de lo diáfano
DEFINICIÓN DE LO DIÁFANO
Obras de Mozart y Beethoven. Orquesta Mozart de Bolonia. Lucas Macías Navarro, oboe. Director: Claudio Abbado. Auditorio Nacional, Madrid. 25-3-2013. Ibermúsica, Serie Barbieri.
En esta segunda sesión las constantes directoriales de Abbado han sido puestas nuevamente de manifiesto: latido permanente de la pulsación, nerviosa e incisiva, expresiva mano izquierda, fulgurantes expansiones de los brazos en pasajes climáticos, clarificación de planos y relieve de los contrapuntos, de tal manera que el tejido instrumental resultante es siempre diáfano y las líneas aparecen nítidamente reproducidas. Todo lo cual proporciona unas texturas claras y un espectro sonoro generalmente soleado.
Son rasgos que definen un estilo en sazón y que en este caso se apoyan en la calidad de unos músicos, muy jóvenes casi todos, que afinan, cantan y se entregan a conciencia. Puede que la familia más dotada sea la de las maderas, con una flauta, un clarinete y un oboe de excepción. Las cuerdas, satinadas e incisivas, son también maleables. Los metales no llegan a estas cimas, son simplemente dignos y por eso algunos acordes no adquieren la redondez, la plenitud y la belleza deseada. Pero todo ello es “pecata minuta” porque delante está el artista que los ha formado como grupo y que los contagia y remueve.
La beethoveniana obertura “Leonora II”, ese extraordinario apunte de la “nº III”, tuvo una impecable construcción, con todos los planos a la vista. Los toques dramáticos, los contrastes, los “crescendi” fueron reproducidos magistralmente. Lo mismo que la “Sinfonía nº 4” de del mismo autor, diáfana, olímpica y clásica, con tempi prudentes pero llenos de vida. En el cuarto movimiento produjeron asombro los feroces contrapuntos de los chelos y contrabajos. Se escuchó todo. Y se lució espectacularmente en el “Concierto para oboe K 314” de Mozart el oboísta de Valverde del Camino Macías Navarro, de sonoridad sedosa y muelle, trinos perfectos y límpidas agilidades. El último movimiento de la “Sinfonía nº 33” de Mozart, tocado sin repeticiones, fue el transparente bis, que llegó tras minutos y minutos de inacabables y justificados aplausos de un público enfervorizado. Arturo Reverter
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