Arriba y abajo
Está visto que Don Juan conquista a todas y hasta a alguno -¿de quién era la corbata que salió del cofre de trofeos en La Coruña?-, primero en la capital gallega, luego en Jerez y también lo hará en Madrid y Bilbao. ¡Hay que ver con las modas! Por cierto, conviene aclarar cosas y quitar San Benitos. La reina de la moda del colorín y los corazones, Agata Ruiz de la Prada, regaló el vestuario al Festival Mozart. ¡Que menos entonces que poner su nombre en el traje de Zerlina! Y tampoco del Monaco se forró. La producción costó dos duros, es cierto, -“cuatro trapitos bien coloreados”, titulaba la crítica de El Mundo- pero no porque el grueso se lo hubiese llevado el italiano, pues casi fue también un regalo. Zedda se las apaña, pero ¿hasta cuándo? Porque no se puede vivir eternamente de regalos.
Un poco antes pasó, ya no Juan Diego, sino el divo Flórez por Bilbao. Los humos van subiendo a la azotea y, maquillajes, pantuflas y observaciones trajeron de cabeza y hasta provocaron algún llanto. Tranquilo, chico, que sólo eres un tenor y tampoco Caruso.
Valencia lleva años siendo noticia musical, aunque algunos hilos los muevan Ignasi Pla y la cuñadísima. No tanto Consuelo. Pero hoy no me voy al Palau de les Arts, sino al de la Música. Don Cristóbal estrenó las ahora denominadas “Cuatro piezas para orquesta”. Maestría indudable aparte, lo malo es que quizá este estreno le cueste que Lázaro -su anunciada próxima ópera- no resucite. Es lógico que no sentase bien el adelanto de los preludios de la ópera. Porque, ¿son eso las cuatro piezas o no?
Y en Madrid “Don Carlo” -añoré a Gómez Martínez con la Filarmónica de Viena en el pasado Festival de Salzburgo-, con Hugo de Ana disimulando mal su tragedia. Muti, su gran protector, ya no manda en la Scala y no hay teatro en el mundo con el dinero suficiente para sus monumentales producciones. Bueno, quizá Vela del Campo le pueda hacer una gestión en las selvas amazónicas, en el teatro con el que tantas afinidades tiene. A propósito de “Don Carlo”, ¿sabían ustedes que Karajan estuvo en El Escorial para inspirarse de cara a su producción de los años setenta en Salzburgo. Su obsesión era saber si Felipe II se quitaba el gorro en la Basílica y su desilusión mayúscula saber que el infante no estuvo en el Monasterio más que para ser enterrado y esto años después de su muerte. Cuestión de fechas e ignorancias. BECKMESSER.COM
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