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Por Publicado el: 23/10/2013Categorías: Crítica

CRÍTICA: ‘Disfrutar el Barroco francés’

DISFRUTAR EL BARROCO FRANCÉS

“El jardín de monsieur Rameau”. Obras de Rameau, Pignolet de Monteclair, Dauvergne, Racot de Grandval, Gluck y Campra. Orquesta de Les Arts Florissants. Director: William Christie. Solistas del Jardín de las voces: Daniela Skorka, Emilie Renard, Benedetta Mazzucato, Zachary Wilder, Victor Sicard y Cyril Costanzo.

En Caen, hace once años, el músico norteamericano nacionalizado francés William Christie (1944) fundó la academia vocal Le Jardin des Voix. Se ha presentado de nuevo en Madrid con algunos de los integrantes de la VI edición de esa academia. Lo primero que destaca en el grupo orquestal es la calidad del sonido. Pese al empleo de instrumentos de época, se ha conseguido una afinación impoluta, una densidad y un colorido tímbricos muy peculiares. El espectro es más bien oscuro, equilibrado y sedoso, sin la agresividad que muestran otras formaciones de época. Los 21 profesores, cuerdas, con contrabajo, más cinco maderas, un clave y una –excelente- percusionista, capaz de producir multitud de efectos “caseros”, se alían en este caso a un plantel de seis voces jóvenes, representantes de la academia. Todos se integran en un espectáculo semiescenificado, dirigido por Paul Agnew, codirector del proyecto, y Sophie Daneman.

Los movimientos acompasados, las idas y venidas siempre justificadas, las relaciones entre personajes se hacen con la complicidad del oyente-espectador, que va siendo llevado de unas músicas a otras, en una selección ejemplar e inteligente. Se han enlazado magistralmente fragmentos de cantatas, óperas, acciones escénicas y ballets, con estudiadas transiciones entre ellos, de tal manera que se teje una sutil red de teatro musical que discurre fluidamente; gracias a la excelencia de los instrumentistas y a la buena disposición, ya que no alta calidad, de los cantantes. Sobresale por encima de los demás la muy lírica mezzo inglesa Emilie Renard, de timbre fresco, claro, emisión ortodoxa y expresividad centelleante. Corrientitos los demás y muy flojito el tenor Zachary Wilder, de voz pequeña y blanquecina.

Fue un placer seguir todas las evoluciones y sumergirnos en las partituras, tan amenas siempre, a veces sentidas y en ciertos momentos profundas. Un ejemplo de esto último es el cuarteto Tendre amour de Les Indes Galantes de Rameau, que creemos se dio como regalo, aunque esta vez cantado por las seis voces.  Arturo Reverter

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