Ibermúsica recuerda a Argenta: empuje frente a sutileza
Ibermúsica recuerda a Argenta
Empuje frente a sutileza
Obras de Ravel y Prokofiev. Angeles Blancas, soprano. The World Orchestra. Josep Vicent, director. Auditorio Nacional. Madrid, 20 de noviembre.
Ibermúsica proyectó un doble y juvenil debut para conmemorar los cien años del nacimiento de Ataulfo Argenta. Por cierto, a él se dedica una exposición fotográfica en la plaza a la entrada del Auditorio Nacional. Él no sólo fue joven, sino que murió aún siéndolo. Si tan sólo hubiera aguantado un años más en vida, hoy tendríamos su ciclo sinfónico Brahms con la Filarmónica de Viena y también un Beethoven con la Filarmónica de Israel. Josep Vicent (Altea, 1970) tiene dos años menos que Argenta cuando falleció en Los Molinos. A pesar de contar yo con ocho años, aún recuerdo la conmoción que el suceso causó en el pueblo donde veraneaba con mi familia. Vicent lleva una buena carrera por delante, pero le falta el poso que sin duda tenía el maestro de Castro Urdiales. Se valoran especialmente en él vigor y fogosidad, así como la claridad de gestos y no tanto la cierta dosis de sobreactuación. Le falta aún camino para sacar todo el jugo a las esencias delicadas y sutiles.
Otro tanto sucede con la World Orchestra, una agrupación integrada por jóvenes de múltiples nacionalidades. Reúnen el entusiasmo de todas las de su género y, como a casi todas ellas, le falta la personalidad sonora y la redondez en la cuerda. Es por ello que resultó mucho mejor la selección del “Romeo y Julieta” de Prokofiev, con el rotundo final de la “Muerte de Tebaldo”, que la etérea belleza del ciclo de canciones “Shéhérezade” de Ravel, en el que Ángeles Blancas dejó constancia una vez más de su talla artística más allá de la vocal. El programa se abrió explosivamente con esa borrachera vienesa de esplendor y decadencia –“torbellino fantástico y fatal” en palabras del propio Ravel- que es “La Valse”, en la que quedaron desleídas las brumas frente a las certezas. Lo mejor, con mucho, del concierto llegó a su final, con dos propinas de exhibición de juvenil empuje y fortaleza sonora al más puro estilo Dudamel, con los músicos bailando al son de la música y el público acompañándoles con palmas. Gonzalo Alonso
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