Música a lo grande con Barenboim
MÚSICA A LO GRANDE
Este fin de semana tenemos a Barenboim en Madrid. Nos visita con la Staatskapelle Berlin para dar dos conciertos. Enterrada ya la época en la que cada verano el público madrileño podía disfrutar gratis de un concierto del argentino en la Plaza Mayor, estará esta vez en Madrid gracias a Ibermúsica, la empresa que organiza el concierto. La que, si el propio Barenboim no lo remedia (y una vez más seguramente remediará con su generosidad a la hora de cobrar), perderá unos cuantos miles de euros porque, sencillamente, el público, a día de hoy, no ha acudido a las taquillas en la medida al menos correcta para que un espectáculo de tamaña naturaleza sea amortizado sin contar con subvención estatal ni privada alguna. Es decir, quedan bastantes entradas por vender; al señor Rajoy se le cae la dentadura de tanto afirmar que la crisis está en vías de resolución, pero la realidad golpea con más fuerza: si Barenboim hasta hace pocos años vendía un aforo completo en minutos, hoy está lejos de conseguirlo. Va a haber, pues, entradas disponibles para los dos conciertos
Y todo ello ocurre a pesar de que el director se pliegue a dirigir partituras hiperpopulares y de enorme calidad, interés y gancho. El sábado día 5 hará un programa dedicado íntegramente a Richard Strauss, que comenzará con el poema sinfónico Don Quijote, y para el que ha escogido a los primeros atriles de cello y viola de la Staatskapelle, respectivamente Claudius Popp y Felix Schwartz, con quien él mismo como pianista ha hecho mucha música de cámara. Don Quijote es una rara obra maestra a la que en general se concede menos importancia que a piezas como Don Juan o Till Eulenspiegel. Strauss escribe en este poema una de sus páginas más maduras, captando increíblemente bien la parte más introvertida y filosófica de Quijano. La obra es un derroche de poesía y reflexión que debe ser escuchada sin perderse los mil y un detalles que la recorren, pero sin perder de vista el todo, que siempre es marca de la casa en el bávaro. Tras esta, otro fortísimo plato straussiano: Una vida de héroe. Como sucede con Don Quijote, se trata de otro poema sinfónico plagado de recovecos y rincones, en un mensaje múltiple que solo los más grandes especialistas han sabido desentrañar (Rudolf Kempe, Fritz Reiner, Karl Böhm… ). No hace mucho (el 23 de mayo, concretamente) he tenido la ocasión de escucharle a Barenboim un concierto en el que, junto al preludio del acto uno de Los maestros cantores de Nuremberg y el Preludio y Muerte de amor de Tristán e Isolda, de Wagner, dio Vida de héroe. Era la misma orquesta, y puedo asegurar a quien esto esté leyendo que se trató de uno de esos conciertos que uno recuerda para toda su vida. La versión de la obra de Strauss fue auténticamente única, aunque este adjetivo quede una y otra vez hecho trizas con el director judío. Precisamente esta es la característica que le hace especialmente especial: su capacidad para reinventar la música. Parece que cada vez más Barenboim siga con mayor rigor la famosa regla de Celibidache de que la música es una como una falla valenciana , que agota su existencia en el mismo momento de ser, para renacer luego de otra manera, bajo un nuevo físico. Así que ya veremos qué hace ahora; ¿es de esperar que algo diferente? ¿Diferente a qué? Su interpretación de mayo estuvo en la línea de su último estilo: nada de extremos, todo muy medido y paladeado, nada de negruras inmediatas, mucho claroscuro, la melodía infinita…
El segundo día volverá a un compositor que ha dirigido mucho, al que ha amado y sigue amando mucho, y que, incomprensiblemente es pasto de las más feroces críticas de la vanguardia: Edward Elgar. Como es sabido, su interpretación del concierto de chelo con su malograda esposa Jacqueline du Pré es un modelo. De hecho, estuvo mucho tiempo sin dirigirlo, y afortunadamente llegó a encontrar a una violonchelista, Alisa Weilerstein, con la que grabarlo (Orquesta Filarmónica de Berlín, registro en vivo, 30 de abril de 2010), con excepcionales resultados. En este concierto Barenboim dirigirá la segunda sinfonía, que también registró en su día –con la Filarmónica de Londres- para la antigua CBS hoy Sony (29 de septiembre de 1972. O sea, hace más de 40 años). ¿Qué aportará ahora a esa ya estupenda interpretación? Pero antes de llegar aquí, en la primera parte del concierto dirigirá la Incompleta de Schubert, sin la menor duda la música sinfónica de mayor recorrido de su autor, incluida la por supuesto maravillosa Novena. Con esta obra se ha hecho de todo. Pero el aficionado auténticamente exigente sabe que casi todo el mundo, incluidos los más grandes, se estrellan ante un gran muro de incomunicación, incapaces de explicar unas notas que de tan sencillas se escapan de entre los dedos sin apenas dejar huella. Es un Schubert radical, pero que enmarca el desesperado mensaje emocional en una estructura rítmica, sonora y discursiva en general extraordinariamente difícil de ser explicada. Hasta donde mis recuerdos puedan alcanzar, la única vez que he sentido una satisfacción total escuchando esta música fue con una de las versiones que Karl Böhm hizo para D.G. en 1980: la desesperanza se daba allí la mano con la belleza en un indescriptible binomio entre desesperación y serenidad. Algo muy extraño pero irresistiblemente hermoso. Tengo, en fin, muchas esperanzas en poder repetir una experiencia similar o parecida. Y Barenboim es, en ese sentido, una de mis más fuertes apuestas. Pedro González Mira
Staatskapellke Berlin. Dir: Daniel Barenboim. Obras de R. Strauss, Schubert y Elgar. Sábdo 5 y domingo 6, 19.30. Entre 85 y 230 €.
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