Amigos en el arte
Amigos
Hace poco me pedía consejo un joven artista sobre una delicada situación con un crítico supuestamente amigo. Si para todos es difícil tener amigos -lo que significa hacerlos y conservarlos- mucho más lo es tenerlos dentro de una misma profesión. A lo largo de los ya más de treinta años que llevo en el mundo musical he conocido a muchas personas. Algunas las conocí cuando no eran populares y tras subir al Olimpo no volvieron a bajar a la tierra. Una vez celebraba con un amigo el haber llegado al sitio por el que había luchado infructuosamente hasta entonces. Le dije: “enhorabuena aunque esto sea el principio del fin de nuestra amistad. Dentro de un tiempo sólo querrás por amigos los que sean capaces de decirte lo que quieras escuchar y sobraremos los que te importunemos con verdades incómodas”. Creo que no me equivoqué.
Otro con el que mantuve siempre una buena relación también llegó a ocupar un puesto de privilegio en el mundo musical. En nuestra última cena, nada más ser nombrado, le advertí: “ahora no todo será un camino de rosas y espero que sepas llevar bien mis críticas”. No hubo más cenas desde que está en el cargo. A muchos les tiendes la mano y ofreces ayuda cuando llegan a una nueva responsabilidad. Luego nunca te la piden, pero se molestan y hasta te retiran el saludo si no ves con buenos ojos todo lo que hacen y te atreves a escribirlo. Algunos se aproximan con la vana idea de ser juzgados con mayor benevolencia y al comprobar que nada tienen que ver los churros con las merinas, se retiran no sin cierto rencor. Otros pretenden y algunos lo consiguen utilizar al crítico para llegar a olimpos que no están al alcance de su mano y, con frecuencia, cuando tocan el cielo deja de tener ya interés el intermediario.
Todo esto lo sabe cualquier crítico maduro y no es de extrañar -le expliqué al joven artista del inicio- que se pongan distancias por en medio. Siempre habrá amigos y enemigos en el medio, lo importante es que todos reciban del crítico las mismas oportunidades y criterios objetivos. Y, siendo así, no siempre se entenderá cuando se alabe a un enemigo o se critique o silencie a un amigo. Hasta habrá quien buscará inútilmente porqués inexistentes. Gonzalo ALONSO
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