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TEATRO REAL: INAUGURACIÓN DE TEMPORADA CONSERVADORA
OTRA VEZ, LA RADIO
Por Publicado el: 05/09/2014Categorías: Recomendación

BURBUJAS SONORAS

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BURBUJAS SONORAS

¿Se ha quedado el país, así de pronto, sin gente dispuesta a echar la tarde en un concierto de música clásica?  Quienes sigan esta sección saben que mi objetivo es encontrar una cita musical de interés, para poder trasladar su paradero e invitar a que se consuma (que falta hace). Pues bien, llevo dos semanas que no encuentro nada; de hecho la semana anterior les hablé de un autor cuya música no se escuchará en Madrid hasta el 15 de mayo del año que viene… y esta estoy en las mismas: parece que los finales de agosto y la primera quincena de septiembre son períodos malditos para los conciertos. La gente llega de vacaciones sin un euro, y ha de empezar a pensar en cómo gastará lo poco que le queda en las citas de la temporada, con  una oferta cada vez más asombrosamente rebozada de conciertos y conciertos. Parece que ya no es suficiente verano para la música al aire libre, pero tampoco lo suficiente “no verano” como para meterse en una sala, aun bien aireada con el acondicionado. En fin, no sé, quizá también pueda ocurrir que las gentes que dan vida al cotarro sigan de vacaciones. La cuestión es que aquí quedamos a verlas venir.

     ¿Hasta cuándo? Si tomamos el ejemplo de Madrid, a partir de la segunda quincena de este mes el ataque va a ser masivo. Comenzará la hiperactiva temporada del CNDM, en la capital y fuera de ella; comenzará el ciclo de Ibermúsica, y la ONE, y la OSRTVE, que cumple 50 años, y la ORCAM, y el Teatro de la Zarzuela, y el selecto Real, que por cierto ha contratado a Pablo Heras Casado como Principal Director Invitado (gran noticia, Bolton se quedaba claramente corto),y las Juventudes de Doña Isabel, y los ciclos de la Fundación Excelentia, y  los de las universidades, y la Fundación Juan March,  y el Conde Duque… Me entran sudores fríos al pensar en todo esto, por cantidad de oferta en un mercado tan tocado como este, y me encantaría que mis malos pensamientos quedaran disipados por un ejército de consumidores dispuestos a comprar sus entradas para tanto concierto. Sin embargo, cuando escucho hablar en privado a los responsables de esas fiestas, me vuelve a entrar la zozobra: ¿hay suficientes aficionados en Madrid para evitar tener que regalar la mitad de las entradas para que se noten menos calvas en los patios de butacas? ¿Se puede exprimir más al artista para que pueda tener trabajo y no ande por la vida de observador o cobrando dos duros por tocar no sé cuánta música? Etc.

     Todo esto provoca unas espectaculares disfunciones. Se trata de una estrategia de venta antigua: dar más cuando menos se pide. Y hemos pasado unos años en los que estas huidas hacia delante dieron resultados aparentes. Pero las cosas han cambiado mucho. Hoy la táctica de dar de comer doble ración al inapetente parece inútil. Y  en el aspecto que nos ocupa, la música clásica, tenemos un ejemplo negativo pero obvio: las compañías de discos implantaron ese modelo en la última década (cuando ya se sabía que el mercado del disco iba a sufrir lo indecible), es decir, cuantos menos discos se  iban vendiendo, más novedades sacaban al mercado. Los resultados de esta inmensa burbuja son hoy visibles: hundimiento total del negocio, cierre de distribuidoras y una suspensión casi total de grabaciones, a no ser las muy tontas (los crossover y demás estupideces) o las muy, muy interesantes, protagonizadas por intérpretes muy, muy buenos, y extremadamente generosos en la revisión de sus honorarios. Por eso, quizá tanta oferta asusta, porque son ya muchas las burbujas que uno ha vivido en los últimos tiempos como para asistir impasible a la formación de una nueva, esta vez con los conciertos de música clásica. No habría cosa que me pudiera poner más triste. ¿Y a ustedes? PGM

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